PARTE I
Ha pasado una semana desde aquél día en que Cori vino a mi casa a altas horas de la madrugada, huyendo de un problema que por cualquier lado que lo vea es absurdo. Las marcas de su cuerpo han desaparecido por completo pero hay ciertas cosas que aún siguen latentes. Mientras estoy acá, acostado en mi cama, con Cori durmiendo en un colchón a la par—ya hace una semana que él no regresa a su casa—miles de ideas cruzan por mi cabeza y pienso que tal vez sea lo mejor para él en este momento quedarse en mi casa hasta que encuentre el suficiente valor para volver y enfrentar aquello que le persigue como una hiena y trata de carcomer la poca felicidad que carga consigo. Trato últimamente de que esa felicidad crezca hasta más no poder. Me encanta verle sonreír, verle saltar, verle leer, y ver cómo disfruta cada cosa que hace. Estos siete días que ha estado viviendo conmigo también comprendí muchas cosas a las que era ajeno en cuanto a Cori. Me contó que su madre quedó embarazada en un principio de él porque su padre la violo. Culpa fervientemente a su madre de ser estúpida por quedarse con el hombre que una vez le causó daño y luego terminara enamorándose de él. También pude comprender como Cori carga con ese sentimiento de haber sido un error en la vida de sus padres, ser fruto de la podredumbre de razón que tienen las personas.
—El mundo se está asfixiando de personas, Sasha, cada vez hay menos seres humanos—me dijo una noche mientras hablábamos de lo triste que es la vida algunas veces.
Creo que tiene mucha razón. Tal vez lo que un adolescente como yo crea sea estúpido para la mayoría de adultos que consideran importante tonterías políticas y cuestiones económicas. A veces llego a pensar que el mundo estaría mejor sin ellos. Digo pues muchas cosas fueron causadas por personas que creyeron haber madurado cuándo lo único que maduró fue la estupidez y evolucionó a ser no más que excremento en su cráneo. No digo que todos las personas adultas sean unos completos idiotas, solo digo que hay demasiados idiotas y pocos adultos. Veamos el caso de Hitler ¿Quién demonios le dijo a él que los judíos no tenían cabida en este mundo? Sinceramente a veces me sorprendo del por qué esa enfermedad tan extraña con la que carga la humanidad desde que Adán y Eva pecaron no se me ha pegado demasiado. Quién sabe y qué cretino sería. Gracias a Dios. Escucho gemidos. Cori se está despertando.
—¿Qué hora es?—me pregunta con voz somnolienta.
—Las ocho. Aún es temprano.
Estos días atrás mis despertares han dejado de ser solitarios como solían ser hace dos semanas atrás. Cada día despierto y me encuentro con Cori que duerme a la par de mi cama, con aquel rostro que pareciera en paz total pero que sé que por dentro, en su corazón, hay laceraciones que aún no sanan. Cada nuevo día nos despertamos y charlamos recostados en nuestras camas—bueno, él en su colchón porque no quiso ocupar la habitación de mis padres—sobre temas bastante extraños. Algunas veces hablamos del cereal, cosa que se tornó interesante sin siquiera notarlo, otras tantas acerca de chicas o alguna que otra película pornográfica que hayamos visto. La realidad, ambos sabemos muy poco de esas producciones cinematográficas, si me sé algunos cuatro nombres de películas para adultos entonces son demasiadas porque son pocas y muy contadas las veces en que veo películas de ese tipo. Solo lo hago cuando realmente la necesidad lo amerita.
—¿Qué vamos a desayunar ahora?—le pregunto—ayer olvidé ir al supermercado a comprar lo de este fin de semana.
—Perdona Sasha, creo que quedarme acá causa problemas. La comida se acaba demasiado rápido y no hago nada por reponer lo que como.
—Eso no es cierto, eres tú quien prepara el desayuno. De no ser así, seguramente solo comeríamos ramen instantáneo o leche directo de la caja.
Cori ríe hasta lagrimar. Su risa es realmente contagiosa y se ve realmente feliz. Su rostro iluminado por los tenues rayos del sol que entran por la ventana hacen resplandecer sus ojos, brillar sus pestañas y resalta ese color rosado que siempre tiene en sus labios. Si, dirán que soy muy observador, pero no puedo evitar fijarme en esos pequeños detalles que hacen a una persona bastante especial.
—Bien ¿qué quieres de desayunar entonces?—me pregunta poniéndose de pie.
Se levanta medio desnudo únicamente vestido con su bóxer. Le he dicho que utilice mi ropa pero me él me contesta que no quiere causarme muchos problemas, aún así no le queda alternativa puesto que tiene que lavar la única mudada con la que se vino para mi casa y utilizar de mi ropa. No somos tan diferentes físicamente, así que le queda perfecta. Logra sacarme una gran carcajada de verlo así. No porque tenga un cuerpo que de lastima, al contrario, tiene un cuerpo bien ejercitado, pero lo que más risa me causa es de ver esa protuberancia en su bóxer. Es realmente gracioso verlo caminar y ver al mismo tiempo como su “cosa” apunta de un lado a otro.
—Vas a sacarle un ojo a alguien con eso—le digo riendo, mientras me levanto de la cama para dejarla en orden.
—¡Diablos Sasha! Tu puedes matar a alguien con eso que tienes ahí—me dice señalando mi entrepierna y riendo de manera incontrolada.
Miro a hacia abajo encontrándome con aquella protuberancia mañanera y me rio de mí mismo. Ahora si concluyo que todos los hombres somos iguales en este aspecto.
Entre risas se nos pasa aquel efecto de nuestras “cosas” y todo vuelve a la normalidad. La ropa de Cori está sucia así que decido lavarla mientras él hace el desayuno. Le he dicho que utilice aunque sea una toalla para cubrirse pero él dice que prefiere andar desnudo. No es que tengamos vecinos que puedan verlo así, pues nuestros únicos vecinos viven como a medio kilómetro de acá pero el cartero puede verlo y entonces se llevará un susto pensando que un degenerado ronda por mi casa. La realidad no me importa lo que diga el cartero, pensándolo bien, sería gracioso ver la reacción del cartero al darse cuenta de que un chico desnudo sale a recoger la correspondencia. Más si el cartero es una linda chica que te deja babeando por cada movimiento que hace al caminar. Una diosa.
Bajamos de la habitación a buscar algo en el frigorífico pero perdemos nuestras esperanzas pues lo único que encontramos es una tajada de limón y dos cebollas. Mi estómago ruge al son del de Cori.
—Moriremos de hambre—murmuro mientras suspiro dejándome caer en una de las sillas del comedor.
Cori me mira, mientras comienza a caminar de un lado a otro con su sexo colgando y tambaleándose graciosamente entre sus piernas, buscando en las alacenas algo que podamos comer, pero el cereal también brilla por su ausencia.
—Si—afirma él finalmente—moriremos de hambre.
El timbre de la puerta resuena en la casa y me pregunto quién será. No recibo muchas visitas en ausencia de mis padres puesto que las personas que visitan algunas veces la casa son por cuestiones de reunión con ellos. Aunque también podría ser la sexy repartidora del correo; o Karla. Me dirijo a investigar de quien se trata mientras le digo a Cori que se tape aunque sea con el papel de cocina para que no lo vean. Sería extraño encontrar a dos chicos, uno de ellos desnudo totalmente en la cocina de otro chico. No es que me importe realmente lo que piensen los demás, pero las personas se inventan algunas veces cosas que jamás sucedieron. Podrían decir que Cori es un gigoló contratado por mí para acostarme con él e irían con la primicia a mis padres que estallarían en un ataque de euforia colérica. En fin, sería un escenario algo turbio. De solo pensarlo me causa risa.
Abro la puerta y me encuentro con lo que mis ojos y mi estómago podrían decir que son nuestra salvación. ¡Karla ha venido a nuestro rescate! Trae consigo un cesto de mimbre, espero que sea comida.
—¡Gracias a Dios!—le digo dejándome caer sobre sus hombros, abrazándola. Ella ríe por la graciosa escena.
—Vamos, ni que fuera la madre Teresa o algo por el estilo.
—No, no eres ella—le contesto haciéndola pasar—pero pensé que moriríamos de hambre.
—Pensé que era Cori quien hacía el desayuno.
—Sí, pero hemos olvidado llenar la despensa y no tenemos nada que comer.
Karla hace una mueca de desaprobación mientras yo sonrío estúpidamente tratando de excusarme. Simplemente lo olvidamos, no es que el mundo se fuera a acabar por ello. O eso espero. Últimamente el mundo se viene abajo por cosas insignificantes. Hace unos días hubo un atentado en Illinois porque alguien se negó a entregar una engrapadora a su asaltante. ¿Quién demonios se enoja por una engrapadora cuando hay miles en las librerías a noventa y nueve centavos cada una? Al cabo de todo, la humanidad creo que posiblemente llegue a su fin en el 2012, si no será por la predicción Maya, será entonces por su locura; o posiblemente venga Dios a juzgar de una buena vez lo que nosotros creímos correcto y ponga fin a la demencia de la sociedad por querer ser más que él. Lo que muchos no se dan cuenta es que ya no hay progreso en nuestra soberbia, la humanidad ya mancho el aire y su propia conciencia de maldad y terminó creyéndose más que Dios por la inteligencia que nos fue dada. El infierno seguramente rebosará de muchas almas; que triste.
—Bien—dice finalmente—he traído algo para que desayunen. Ustedes no tienen remedio.
Karla se apresura con el cesto de mimbre hacia la cocina pero he pasado por alto decirle que Cori se encuentra ahí tal y como Dios lo trajo al mundo. Espero y no le cause inconveniente verlo desnudo. Jamás entendí por qué las chicas reaccionan como locas cuando ven a un chico desnudo y luego cierran sus ojos para no verlo más. Es solo un pene el que cuelga entre nuestras piernas por el amor de Dios, nada del otro mundo. Si supieran cuanto nos emociona a nosotros los hombres verlas desnudas y ni tan siquiera hacemos el menor esfuerzo por cerrar nuestros ojos. Bueno, ya qué importa, posiblemente sean cosas de chicas, yo qué sé.
Sigo a Karla y la encuentro en la cocina preparando los platos para desayunar pero hay algo que me inquieta. ¿Dónde está metido Cori? No lo he escuchado subir las escaleras así que seguramente sigue escondido en alguna parte de la cocina ocultándose de Karla. Veo bajo la mesa pero no hay nada, disimuladamente miro tras las cortinas de las ventanas pero tampoco encuentro a Cori. Creo que debería de buscar en…
—Sasha—me dice Karla con voz pasmada.
—¿Qué sucede?
—¿Qué es este bulto?—me pregunta ella señalando bajo el fregadero.
Me levanto de la silla y corro rápidamente a ver de qué se trata. Hay un bulto envuelto en una manta ¿roja? ¿A caso es esa una de las cortinas de la cocina? La imagen de Cori se me viene de presto a la mente y comienzo a reír descontroladamente pensando en esa hazaña que tuvo que realizar para meterse ahí. Es un espacio muy pequeño, seguramente está muy incómodo. El bulto se mueve y Karla retrocede unos cuantos pasos asustada y se coloca tras de mí.
—Esa cosa se está…moviendo—musita ella un poco asustada.
El bulto suelta un gemido y Karla se asusta nuevamente. Me agarra fuertemente del brazo y esconde su cabeza tras mi hombro.
—¿Qué es esa cosa, Sasha?
—Es una larga historia.
—¿A qué te refieres?—musita ella.
El bulto se vuelve a mover y deja escapar una risilla contagiosa. Karla deja escapar un grito ahogado del susto y retrocede unos pasos más y me abraza fuertemente, manteniendo sus ojos apuñados y hundiendo su rostro en mi pecho.
—¡Esa cosa se ríe Sasha! ¿Qué demonios es?—espeta ella asustada.
Puedo sentir el olor de Karla penetrar mis fosas nasales. Es un aroma dulzón, como a cereza. Su cuerpo esta cálido. Se siente enteramente agradable tenerla cerca. ¿Qué demonios estoy pensando? Es Karla, por el amor de Dios. Creo que me estoy volviendo loco. Siento sus senos apretarse contra mi antebrazo; son bastante blandos pero se sienten firmes a la vez. Siento que el deseo de abrazarla comienza a surgir de quien sabe qué parte de mí ser pero me retengo. ¿Abrazarla? Si, definitivamente estoy perdiendo la cabeza. No es esa sensación cualquiera de un abrazo que le puedo dar a alguien porque lo necesita o porque simplemente quiero dárselo. Ese sentimiento de querer abrazarla está acompañado de algo. Creo que este día no he jugado con mi sexo y eso me está afectando. ¿A caso puedes morirte por dejar de masturbarte? Espero y no sea grave lo que ocurra por dejar de hacerlo.
—Es…
—¡Soy Yo!—me interrumpe Cori saliendo apresuradamente de debajo del fregadero.
No ha logrado salir junto con la cortina se ha quedado desnudo nuevamente. Karla levanta su mirada y observa con bastante curiosidad a Cori, mientras el trata de cubrirse su sexo con un plato. Su cara se sonroja al encontrarse con los ojos de Karla quien le mira recorriendo de arriba abajo con su mirada el cuerpo de nuestro amigo. Puedo notar las mejillas de Karla sonrojadas también, creo que ella ha sido la única hasta el momento que no ha…Error, ya lo hizo, ha gritado. Esperen un segundo ¿Se está riendo? Bien, esto es nuevo.
—Vamos Cori, quita ese plato de ahí, quiero ver—le dice ella mientras se ahoga con sus propias carcajadas.
—Ni de coña—le contesta el sonrojado, sin moverse del mismo lugar.
¿A caso ella quiere ver la “cosa” de Cori? Río de solo pensarlo, es la primera vez que veo a una chica en pleno control—y digo control porque Karla no ha entrado en pánico—mientras un chico está totalmente desnudo frente a ella. Algo se asoma por las orillas del plato. Algo color… ¿rosa? Parece ser la punta de…¡Demonios! Cori está teniendo una…
—¡Dios!—grita Karla riéndose—mira esa cosita que se asoma por ahí. Es rosadita. Vamos Cori, quítate ese plato, déjame ver una tan sola vez. Prometo que no le diré a nadie si tu cosa es…bueno, tú sabes, pequeña.
—¡Que no es pequeña!—espeta Cori.
—¿Cómo sabes acerca de si será pequeña o grande?—le pregunto extrañado.
—Vamos Sasha, no seré un chico como ustedes pero no soy estúpida.
—No me digas que tú…
—¡No! ¡No! No lo digo porque ya haya tenido “eso” con un chico alguna vez. Simplemente quiero comparar las imágenes del libro de anatomía, eso es todo.
—Ahí todo es siempre pequeño—exclama Cori mientras trata de ocultar su erección tras ese diminuto plato.
— Es por eso que quiero comparar—dice Karla riéndose aún más. Las lágrimas comienzan a salirse de sus parpados de tanto reír.
—Entonces vé a otro libro de anatomía y encuéntrate otro dibujo.
—Que excusa más torpe—le digo mientras una risilla se escapa de mis labios—solo dile que quieres ver uno de verdad y no uno de fotografía, Karla.
Suelto una carcajada y Karla también comienza a reír descontroladamente mientras Cori trata de contener su risa pero no lo logra y se une a nuestra fiesta de risas estallantes. Todos terminamos riendo hasta que nuestros estómagos duelen, pero Cori jamás suelta su plato. Eso es lo que más risa me causa.
—Bien, negociemos algo—le digo finalmente a Karla—te prometo que verás la “cosa” de Cori pero tendrás que invitarme a tres crepas de fresa.
—Hecho—asiente ella entre risas.
—¿¡Pero qué demonios!...? Eso no es justo, ¿Qué hay de si yo no quiero?
—Vamos Cori—le digo tratando de tranquilizarlo—solo va a mirarlo, no es que le va a tomar fotografías. Aún te falta cumplir dieciocho para poder ser una estrella de la pornografía.
—Nunca dije que quería ser una—refunfuña él.
—Ese es el punto—advierto rápidamente—Vamos que compartiré contigo las crepas.
Creo que he tocado el punto débil de Cori. Le encantan las crepas y estoy seguro que incluso se prostituiría como gigoló por una…bueno, no tan drástico, digamos que pagaría cualquier cantidad de dinero por una.
—¡Ahg! Bien—cede finalmente—pero solo será una vez y nada más, y ni una palabra de esto, Karla.
Karla sonríe de oreja a oreja y en sus ojos puedo ver un brillo algo extraño. Podría jurar que está emocionada. Que gracioso.
Cori desvía su mirada hacia a un lado y lentamente comienza a quitar el plato. Karla junta sus dos manos en su pecho y abre sus ojos con altas expectativas clavando su mirada en aquel punto exacto en donde está el plato.
—Demonios Cori, apresúrate—le refunfuña Karla.
—Sí, sí, ya voy—advierte él.
Puedo notar que las manos le tiemblan a Cori y que su rostro esta tan rojo como un tomate. Me causa risa de tan solo verle en ese estado, el pobre ha de estar haciendo un enorme esfuerzo por esas crepas.
Finalmente retira su plato y deja al descubierto lo que Karla estaba ansiosa por ver, el pene de Cori, totalmente erecto, no sé si por el nerviosismo o por el contacto con el plato—bueno, cualquier cosa que entre en contacto con nuestra “cosa” lo hace reaccionar—y Karla le mira con fascinación. La escena es estúpidamente chistosa.
—Es…enorme—musita Karla.
—Lo ves—reclama Cori—te dije que en los libros de anatomía siempre se mostraba todo pequeño. Además no has visto el de Sasha, eso si es…
—¿¡Saben qué!?—les interrumpo. Sé que Cori está a punto de decirle a Karla sobre el tamaño de mi sexo y pues en mi caso no será divertido hablar del asunto. Mejor cambio de tema—Vamos a desayunar, siento que moriré de hambre.
Ambos me miran con complicidad y sé lo que están a punto de decirme. Solo espero no me chantajeen con nada. Posiblemente esto se ponga feo.
—¡Sasha!—dice Karla en tono cantarín.
—Ni en broma—le contesto—ya sé que es lo que quieres y me niego rotundamente.
—Vamos, solo un vistazo—me dice ella—ya vi el de Cori y puedo decir que…—se interrumpe así misma y voltea a ver a Cori con una sonrisa socarrona.
—¿¡Qué!?—espeta él—¿A caso no es lo que esperabas?
—Créeme Cori, que es más de lo que esperaba—le advierte ella entre risotadas—Además puedo decir que tu cuerpo te favorece. Aun no entiendo por qué no tienes novia.
Igual yo no me explico por qué es que Cori no tiene novia. Vamos, es un chico apuesto, de buen físico y una excelente personalidad; sin mencionar ese enorme pene que se maneja. Si, sonó algo gay lo que dije pero debo de ser realista. No comprendo por qué algunos hombres se limitan solo a decir que las mujeres tienen belleza, vamos que los hombres la tenemos por igual, es solo que muchas veces el machismo nos impide decir el buen parecer que tiene otro chico. De igual manera, qué me interesa lo que los demás piensen, yo digo que alguien es bonito o bonita porque sé que se lo digo no a una mujer ni a un hombre, sino porque sé que se lo digo a un ser humano. La biblia dice que Dios nos hizo a su imagen y semejanza, y si Dios es como Cori o Karla, entonces él es hermoso.
—Es porque ya tengo a alguien a quien querer—musita Cori con gesto serio.
La revelación nos toma por sorpresa a Karla y a mí, olvidando por completo el asunto de mostrarles mi sexo; gracias a Dios. ¿Quién será la persona que le gusta a Cori? Espero y sea una chica linda; no, espero y sea una chica que ame a Cori. Si, así debe de ser.
—¿¡Quién es!?—exclama Karla arrebatadamente. El que Cori siga desnudo ya no parece nada de interés.
—No voy a decírtelo—refunfuña él mientras se dirige a las escaleras para ir a ponerse algo de ropa.
—Pues para que lo sepas yo también ya tengo a alguien—exclama Karla—pero tampoco pienso decírtelo.
—¿Puedo saber yo quien es la persona de la que los dos gustan?—pregunto.
—¡No!—espetan ambos al unísono.
—Está bien, muy…bien, ya entendí—les digo tratando de calmarlos.
Cori sube por las escaleras y Karla se queda en el comedor preparando el desayuno. Esto será gracioso un poco más adelante. Me intriga un poco saber quién es esa persona tan especial para Karla y para Cori pero no pienso presionar para sacarles la verdad, ellos seguramente cuando se sientan a gusto con el tema me lo comentaran; o eso espero.
Karla termina de poner la mesa y sirve el desayuno. La comida se ve excelente, hay tortilla de arroz, tofu frito, tostadas francesas, bollos dulces y café con leche. ¿Cómo demonios le cupieron tantas cosas en esa cesta de mimbre? Cori termina de cambiarse. Decidió al fin usar de mi ropa, creo que el que Karla lo viera desnudo le incomodó un poco, pero ya qué más da, ahora ella ya sabe…bueno, el tamaño de la “cosa” de Cori. Por suerte me salve de que me pidieran mostrarles el mío. Suspiro de alivio.
Nos sentamos a la mesa y noto un poco de tensión en el ambiente. Cori y Karla están demasiado callados para mi gusto. Si alguien no dice nada voy a desesperarme.
—Bien, esto es estúpido—balbucea Cori con un enorme bocado de tortilla de arroz en su boca.
—Sí, lo sé—interviene Karla—mira, si quieres saber quién me gusta no tengo ningún inconveniente en decírtelo.
—Yo tampoco—advierte Cori dándole un sorbo a la leche con café—¿En realidad quieres saberlo?
—No lo sé. ¿Y tú quieres saber de quién se trata?
—Solo si tú quieres decírmelo.
Esto se está volviendo algo extraño. La tensión en el aire aún no baja y podría jurar que veo en ambos un torrente de celos desbordando de sus cuerpos. A caso será qué… ¿¡Se gustan entre ellos!? ¡Dios! Me atraganto con la tostada francesa de solo pensarlo y toso descontroladamente mientras Cori y Karla me miran extrañados.
—Estoy bien, lo siento—musito mientras tomo agua para pasar el bocado.
La realidad es que no estoy bien. Esto me está comenzando a preocupar. ¿Qué se supone que va a suceder si lo que estoy pensando no es más que la verdadera razón de su pelea? Eso supondría que si ellos en algún momento se hacen novios tendrán alguna que otra pelea y entonces ¿de qué lado voy a estar? Esa es la típica pregunta cuando tus mejores amigos terminan en una relación amorosa y luego discuten. No me molesta realmente el que ellos se gusten—o eso creo—pero se armará un gran lío cuando ellos discutan. Es mejor asegurarme.
—Oigan chicos—musito interrumpiendo su discusión—¿A caso son celos?
Ellos me miran extrañados sin decirme nada, bajan su cabeza y se quedan en silencio comiendo. Hoy si ya me preocupé, su silencio confirma mis sospechas mientras un escalofrío recorre mi cuerpo tratando de asimilar lo que deduje. Siento un poco de enfado ¿enfado? No, es otra cosa. A estas alturas no se ni lo que siento. ¿Por qué sentiría enojo por el hecho de que ellos se gusten mutuamente? ¿Será que también siento celos? ¡Já! No es posible. ¿Sentir celos? ¿Por quién? ¿Por Cori? ¿Por Karla? ¿Por ambos? Bien, ahora que me planteo estas preguntas ya ni siquiera sé cómo responderlas. Esto me está afectando seriamente…estoy paranoico.
—Si—musita alguien finalmente.
Volteo para ver de quien se trata. Karla me está mirando fijamente. Cori me está mirando fijamente. Creo que voy a llorar. Entonces caigo en razón de lo que siento. Siento el miedo de volver a quedarme solo, de volver a ser solo yo en mi mundo, de no tenerlos a ellos, de que ellos sean solo para ellos mismos; creo que estoy siendo egoísta…creo que soy como el resto de la humanidad.
—Sasha, yo…
—Cori, no es necesaria una explicación. Saben, esto realmente me tomó por sorpresa ¿¡Quién lo diría!? Ustedes dos enamorados, eso es…bueno—musito con desaire.
—¡Carajo!—exclama Cori.
—Creo que estas entendiendo todo mal, Sasha—interviene Karla—pero creo que es bueno; por ahora. Solo que creo que debemos aclarar algo con Cori.
—Cierto—advierte él—sí, son celos, pero no por los motivos que crees. No me veo en una relación con Karla. ¡Imagínanos a ambos teniendo sex…!
—¡Stop!—espeta ella—no te imagines nada aún. Cori, eres un pervertido—dice ella riendo—Sasha, lo único que debes de saber es que entre Cori y yo no habrá nada más que pura amistad ¿Correcto?
El silencio cae pesado en la cocina como mil toneladas de plomo. Creo sentir alivio en mi interior por la aclaración, pero aún me queda una duda ¿Entonces de quién demonios están enamorados? Si sienten celos es porque a uno de ellos le va bien con esa persona que quiere y al otro no le va nada bien con la persona de la que gusta.
—¿Y a ti quien te gusta?—inquiere Cori
—Creo que…no lo sé—le contesto con desaire.
La pregunta me toma desprevenido pero a la vez me pone en qué pensar. ¿Quién es la persona por la cual mi corazón se acelera o se detiene? Realmente desconozco mucho acerca de lo que es el amor. No estoy seguro de si alguna vez me enamore de alguien. Sí, he tenido novia anteriormente, dos para ser exacto, con las cuales no dure más de un año con cada una pero no sé si llegué a amarlas realmente. Creo que es un poco cruel de mi parte decirlo, pero ninguna de ellas le dio el verdadero sentido a mi vida cuando realmente lo necesitaba. Nunca les hablé a Cori ni a Karla de ellas, jamás lo creí importante y fue por eso que esos noviazgos los trate de lejos. Posiblemente traté de llenar un vacío que ya estaba siendo llenado, y hasta este entonces no sé muy bien cuál es ese elemento que está llenando ese hueco…o seguramente aun lo estoy descubriendo.
Continuará…
Ending:
Autor: Luis F. López Silva
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