El fin de semana ha llegado rápido, más rápido que de costumbre diría yo. En el correo me he encontrado con un paquete que envían mis padres desde Suecia. Sé que proviene de ahí por las estampillas y no porque sepa en donde se encuentran. Ellos salen de viaje pero rara vez se quedan fijos en un solo lugar, todo el tiempo se están moviendo de un lugar a otro por cuestiones de trabajo. Estoy seguro que en Suecia no duraran más de tres días, seguramente sus laboratorios no tengan algo que necesiten y tendrán que mudarse a otro. En fin, su vida es bastante ajetreada.
El paquete contiene una nota pegada en el frente que dice: Espero te sirvan y queden a tu medida. Te amamos Atte.: Robín y Victoria.
Como siempre, mi padre es quien firma los envíos por correspondencia, su caligrafía es inconfundible. ¿”Te amamos”? Si me amaran estarían todo el tiempo a mi lado, apoyándome en todo lo que hago y consolándome en momentos difíciles como aquél del día martes. Descubrí que la chica, Gaby, no era ni siquiera del instituto al que asisto. Al parecer estudia en un privado en el otro extremo de la ciudad, eso explica por qué no la había visto nunca. No acostumbro a ir por ese lugar por muchas razones que les explicare luego. Si algo tenemos bien en claro Karla, Cori y Yo es a no salir de nuestro territorio. Entre los adolescentes de esta ciudad se han marcado territorios dominados por un líder. La mayor parte del tiempo es un enclenque con ínfulas de superioridad que resulta ser un “mocoso” adinerado. Sí, yo también poseo dinero, o al menos dispongo en totalidad de la cuenta bancaria de mis padres, pero no soy un “mocoso” que se cree superior a los demás solo por tenerlo.
Algunos chicos del centro de la ciudad me detestan solo por no ser como ellos y me dicen que soy un maldito bastardo que se junta con peste, con esto refiriéndose a Karla y Cori. Ellos no disponen de tanto dinero como yo, pero son un millón de veces mejor que todos esos idiotas con uniformes planchaditos y hediondos a perfume caro. ¿Y qué hay de las chicas? Sí, no puedo negarlo, la mayoría de chicas lindas y por las que babeo y babearía cualquiera asisten a esos institutos privados pero puedo decir con certeza que son unas zorras igual a Gaby. El Instituto Longmont Sunset no se queda atrás y tiene sus atributos en cuanto a chicas se refiere. Entre ellas puedo mencionar a Cecile, la rubia de senos grandes de la sección “C”, también esta Jessy, una compañera de clases que esta como quiere. Todos los chicos en el salón aspiramos a ser novios de ella, a cargarle sus libros alguna vez en la vida o a ver sus bragas cuando la espiamos mientras se cambia en los vestidores para chicas. Tampoco se puede quedar atrás Charlé, la enfermera demasiado joven, graduada a sus veinte años, a quien me he tenido en mente en innumerables ocasiones mientras manoseo mi sexo en las noches bajo mi cobija. ¿Qué? No soy el único chico que se masturba en las noches pensando en cosas pervertidas. Al menos yo no he necesitado de material adicional como revistas Playboy para hacerlo…bueno, no todo el tiempo. Confieso que tengo unas cuantas escondidas bajo mi colchón pero solo las saco en momento de verdadera necesidad, lo juro.
En el paquete vienen un par de patines. ¡Genial! Ahora podré ir al instituto y cambiar la monótona bicicleta. Reviso el interior y me encuentro un sobre largo de color marrón que contiene algo en su interior. ¡Sorpresa! Es dinero. Logro contabilizarlo y descubro que son dos mil dólares en efectivo. Al menos ahora tendré para comprar más mandarinas en el supermercado. Me encantan las mandarinas. Otra nota viene dentro del sobre y dice: “Sé que no es mucho, pero tu madre insistió en que sería suficiente hasta que llegáramos” Atte. Robín. Posdata: Utilízalo racionalmente, nada de alcohol ¿Correcto?
Así que mi padre ya descubrió que he tomado alcohol. Si, como no. Cómo si el alcohol fuera algo que me gustara. Detesto ese sabor amargo y quemante cuando baja por la garganta y llega hasta tu estómago. Las resacas del siguiente día son de lo peor y el ardor al orinar es insoportable. Si, si, ya sé, pero les aclaro que solo lo he tomado cuando salgo de juerga con mis primos. La última vez que tome alcohol hasta hartarme fue en el cumpleaños de André, mi primo mayor, hijo de mi tía Bianca, hermana de mi padre. Nos dieron libre albedrío para ir a celebrar y terminamos yendo a una discoteca gay con identificaciones falsas y pases VIP que André extrañamente tenía en su poder. El lugar estaba atestado de travestis y chicos de ropas muy apretadas con colores extravagantes. No muy seguro de seguir en ese lugar preferí salirme e irme a casa. Unos días después de regresar a Longmont recibí una llamada de mi tía Bianca que me pedía explicaciones desesperadas de André. Al parecer descubrieron el lugar a donde nos habíamos ido a meter porque André hizo un berrinche con un tipo en la discoteca. Mi tía me pregunto sí sabía algo de los gustos de él a lo cual yo le conteste con indiferencia y se pudo hacer evidente lo obvio; André era gay y por eso tenía esos pases. Ella me seguía preguntando si se lo habíamos estado encubriendo todo este tiempo con mis primos pero yo le dije que no sabía absolutamente nada, y es cierto, siempre vi a André bastante normal, con una personalidad bien masculina y los gustos de un chico común y corriente. Omitiendo lo que una vez había pasado por alto; descubrir una película porno gay en su reproductor DVD, a lo cual el salto con una explicación algo acongojada diciéndome que el tipo que rentaba las películas se había equivocado. Opte por no hacerle el comentario a nadie y creo que fue lo mejor, mi tía Bianca es una loca con homofobia crónica y no quiero ni imaginarme lo que hubiese pasado si se enteraba que su hijo veía películas en las que actuaban hombres desnudos reventándose el trasero entre ellos mismos.
Me mido los patines y me quedan perfectos así que decido ir a dar una vuelta con ellos y estrenarlos. ¿A dónde debería ir? ¿Al parque? ¿A la plaza? Estoy algo indeciso porque son muy pocos los lugares a los cuales me gusta ir a pasar mis tiempos libres. Soy un tanto quisquilloso con este tipo de cosas, necesito de lugares calmados y casi nulos de personas a su alrededor. Recuerdo que antes no me gustaba pasar solo, pero ahora, en esta encrucijada llamada adolescencia busco con desesperación la soledad, para llorar y descargar mis rabietas en ella, para sentir y disfrutar de su silencio, para sacar momentáneamente todo eso que llevo guardado en el pecho y que lo oprime con bastante brutalidad. Siento que cuando estoy solo pienso con más claridad, pero también llego a pensar demasiadas cosas extrañas, así que a mis 17 años, he concluido que se necesita de una porción de compañía para que la soledad no se sienta abandonada. Es algo confuso, pero comprenderán ustedes que estoy en lo cierto ¿Verdad? ¿¡Lo ven!? Estoy solo y miren a las conclusiones que llego. ¿A caso estaré madurando? No, me estoy haciendo más estúpido.
Decido ir a la plaza. Longmont posee pocas plazas vacías a las que pueda acudir y la única que me sienta perfecta está al otro lado de la ciudad. Como vivimos en las afueras de la ciudad se me hace algo difícil movilizarme, los autobuses apenas llegan hasta acá. Tendré que esperarlo por un momento. Sería diferente vivir en el centro de la ciudad porque tendría muchas facilidades, pero la idea de vivir rodeado de hoteles que creen ser lujosos y turistas que vienen a pasar sus vacaciones y te piden que les tomes fotografías de manera incontrolada me aturde. Así que estoy feliz en donde estoy. Tengo un valle enorme en donde pastan algunos caballos y otros animales, también tengo un pequeño bosque, siempre disponible para que pueda perderme en él por unos momentos, también tengo la vista más hermosa de la montaña Longs Peak que algunas veces se ve totalmente cubierta de nieve y cuando atardece toma la forma de una bola de helado sabor vainilla. Al fin llega el transporte.
Mientras voy en el autobús viendo por la ventana al paisaje pasar de prisa, me doy cuenta que muchas cosas han cambiado desde la última vez que vine a la ciudad. Han construido un nuevo museo y un par de hoteles lujosos con fuentes extravagantes en el frente. Cuando llegué a Longmont la ciudad estaba casi muerta, muchos lugares estaban yendo a la quiebra pero en los últimos dos años han aumentado colosalmente la visita de turistas de todos lugares. No creo en la brujería pero no se me ocurre nada más para este cambio tan brusco en la ciudad.
Finalmente llego a la plaza, con el trasero un poco entumecido, pero ha valido la pena. Está totalmente sola exceptuando a la pareja de novios que se están atragantando con sus lenguas en el banquillo situado bajo el primer farolillo eléctrico del lugar. Espero no encontrarme con los chicos dueños de este territorio. No creo que sea un inconveniente, pero sería desagradable hablar con ellos. Los conozco a todos y cada uno. Antes de Asistir al Instituto Longmont Sunset mis padres me habían matriculado en un privado cerca de acá y fue ahí donde los conocí. En ese tiempo un chico llamado Liam era el líder de la jauría de adolescentes embullados, no sé si ya se habrá retirado de su cargo; espero que sí. Cuando llegué al Privado Longs Peak Mountain, Liam fue una de las primeras personas en hablarme. Cuando lo vi, me pareció un buen tipo, me invitó a unirme a su grupo y me presento a los demás chicos. Todos se veían tan contentos y felices, normales y amistosos, y eso termino dándome el empujón para aceptar unírmeles. Al comienzo todo iba bien, salíamos a los videojuegos a pasar la tarde o íbamos al cine a ver películas y a tirarle palomitas a los que se sentaban abajo. El verdadero rostro del lobo salió a la luz cuando Liam me invitó a una reunión nocturna de emergencia, pensé que era algo normal y asistí. Nos juntamos tras el edificio de la secundaria, éramos algunas doce personas lo que me pareció demasiado. Todo se veía normal hasta que Liam me paso un bate de aluminio pesado y me miró fijamente a los ojos.
‒Es hora de que pruebes que mereces estar con nosotros, Sasha‒me dijo con bastante seriedad. En ese momento aquellas palabras solo resonaron haciendo eco en mis oídos.
‒¿Qué se supone que vamos a hacer Liam?
‒Solo haz lo que nosotros hagamos.
Comenzamos a movilizarnos, rodeando la cancha de basquetbol y llegando hasta el campo de futbol americano. Los reflectores de los costados estaban extrañamente encendidos a esa hora. Alguien había presionado el interruptor.
Caminamos hasta el centro del campo, en donde esperamos unos diez minutos con los bates de aluminio en las manos. Noté que la chica que estaba a mi lado llevaba consigo una cadena para perros enrollada en su mano derecha. Todo comenzaba a volverse sospechoso.
‒¿Dime Liam, que vamos a hacer?‒le dije, exigiendo una explicación a todo eso. Una idea un poco torpe cruzo por mi mente, pero la deseche de inmediato, tratando de negarme lo evidente.
‒Sabes, Sasha, algunas veces las personas tenemos que defender lo que es nuestro.
‒Eso lo sé, pero…
El sonido de cadenas comenzó a tintinear en el aire. Mire a la chica de antes pero no pudo haber sido ella por la forma en la que la tenía sujetada. ¿Qué era entonces? El enorme reflector a nuestras espaldas se prendió, iluminando frente a nosotros lo que restaba del campo. Tratando de adecuar mis ojos al resplandor, pude observar a alguien parado a cincuenta metros delante de nosotros. Un chico con gafas, de cabello castaño y ojos negros. Llevaba puestos unos zapatos Converse grises, una camiseta blanca y un pantalón negro que de un lado colgaba una diminuta cadena de adorno. Parecía estar temblando. Era eso lo que retintineó.
‒Bienvenido, Benny‒gritó Liam con tono socarrón‒te estábamos esperando.
El chico se quedó callado, con las manos colgando a sus costados y apuñadas. Su cuerpo seguía temblando y podría jurar que vi bajar unas cuantas gotas de sudor por su frente.
‒¿Y bien? ¿Qué esperas?‒espetó Liam furioso.
‒Yo no he hecho nada muchachos‒dijo el chico con voz suave y temblorosa.
‒No te creo maldito nerd‒gritó la chica que sostenía la cadena‒mejor habla de una buena vez.
‒Liam‒murmure‒¿Qué es todo esto?
‒Ya verás, Sasha‒me contesto él con una sonrisa deforme y odiosa.
Liam comenzó a caminar lentamente por el campo, dirigiéndose al chico que yacía cabizbajo, parado bajo aquella gran luz de reflector. El bate que llevaba Liam en su mano iba arrastrando, haciendo el típico sonido del metal al chocar con la piedrecillas del suelo. Se detuvo a tres metros del chico, levantó el bate y lo dejo reposar en su hombro.
‒¿Y bien, Benny? ¿Qué tan cierto es que nos viste fumando marihuana?
‒Yo…yo…
‒¡No mientas!‒espetó furioso.
Su grito hizo eco en la soledad del campo, llegando hasta los oídos de cada persona presente en esa abominable situación.
‒Está bien, sí, es cierto, los vi‒dijo Benny cubriéndose el rostro con los brazos y retrocediendo unos pasos‒pero no era mi intención decirle al director. El señor Prief me amenazó con expulsarme si no decía la verdad y tuve que…
‒¿Qué tú le dijiste qué?‒exclamó Liam con la voz un poco más calmada.
Soltó una risotada y volteó hacia donde nosotros, riendo. Los chicos a mi alrededor comenzaron a reír incontroladamente. No pude reír ante la escena, era bastante cruel.
Liam se detuvo en seco y todos le siguieron. El silencio cayo pesado por unos segundos hasta que Liam volteó nuevamente hacia donde Benny.
‒Ahora pagaras por tu estupidez, Benny‒le dijo‒¿Sabias que los chicos estúpidos siempre son una carga? No, no creo que lo supieras, ¡maldito bastardo!
Benny empalideció, pude verlo desde donde estaba parado. Liam levanto el bate haciéndolo oscilar en el aire un par de veces y sin aviso alguno lo dejo ir con fuerza hacia Benny. El chico cubrió su rostro con sus brazos, el bate choco con ellos haciendo un sonido sordo seguido de un grito desgarrador, lleno de dolor y angustia. Mis sospechas se comprobaron, iban a darle una golpiza al chico; posiblemente lo matarían.
Solté mi bate y corrí rápidamente hacia donde Liam quien estaba haciendo oscilar por segunda vez el bate a punto de descargar su furia en Benny pero logré llegar a tiempo para detenerlo. Alce ambos puños y sumido en la adrenalina golpee fuertemente la espalda de Liam haciéndolo caer al suelo.
‒¡Eres un maldito idiota Liam!‒le grite mientras me acurrucaba al lado de Benny que yacía con el hueso del codo de fuera y chorreando sangre. Le había roto el brazo.
Los demás se quedaron atónitos por lo que acababa de hacer. Inmóviles he inertes ante el suceso. ¿Oponerse al jefe? ¿Qué el nuevo se opusiera a lo que el jefe del grupo hiciera? Eso era una muerte segura. No me importó. Liam se levantó torpemente, en su mirada se reflejaba odio e ira. Miró a los otros chicos por unos momentos, creo que trataba de pedir una explicación que nadie podía darle más que yo.
‒Me decepcionas Sasha‒me dijo, sacudiéndose las hojas de pasto de la camiseta‒esperaba más de ti.
‒No soy como ustedes Liam. Esto es inhumano.
‒¿Inhumano? Vamos, no es momento para ponerse a decir mierdas sin sentido.
‒Golpear a alguien hasta matarlo no es una mierda, maldito cretino.
Ayudé a Benny a ponerse de pie. Su mirada llena de terror aún no he podido olvidarla. Aquella mirada con ríos de lágrima, aquella misma que pedía auxilio pero que a la vez se sentía aliviada de encontrarse a alguien que le ayudara. Creo que no debió nunca de verme de esa manera, en un principio yo iba a ser partícipe de ese sufrimiento; simplemente me gusta pensar que logre retractarme a tiempo.
Liam balbuceo un par de obscenidades pero aparenté sordez ante todas las tonterías que me dijo hasta que perdió la paciencia y se abalanzó contra mí. Tuve que soltar unos momentos a Benny y apartarme. El primer puñetazo lo esquive con bastante suerte, de no ser así hubiese perdido unos cuantos dientes. En un movimiento rápido tome a Liam por el brazo y gire hacia dentro y para atrás, doblando su brazo contra su espalda y empujándolo hasta hacerlo caer al suelo, de la misma forma en la que los policías inmovilizan en las películas a los delincuentes. No creí que fuera a funcionar, pero la adrenalina que corría en ese momento por mis venas me impulso a hacerlo. Liam gimió de dolor.
‒¡Suéltame, imbécil!
‒Sabes Liam, no tardaría más de diez segundos en apretar tu arteria carótida hasta cortar el paso de sangre a tu cerebro y hacer que pierdas el conocimiento. ¿Sabías que puedes morir si no llega sangre oxigenada al cerebro?
‒¿Qué estupideces estas diciendo?‒balbuceo a regañadientes.
‒Lo que estoy diciendo es que si no quieres que tus pocas neuronas mueran entonces deberías de detener todo esto.
‒En tus sueños, bastardo.
‒Tu vocabulario parece ser muy corto. ¿A caso no conoces otros insultos?‒le dije burlándome.
Si él hubiera notado como temblaban mis piernas o hubiera sentido como mi corazón latía fuertemente entonces las cosas habrían sido distintas y esa broma me hubiera costado caro. Seguramente ese día hubiera dejado de existir en este mundo.
‒No lo comprendes, ¿cierto Liam?‒le susurró al oído.
Los chicos que nos acompañaban no se movían. Nadie gesticulo ni una sola mueca más que la de sorpresa. No sabían que hacer sin su líder.
‒Pagaras caro por esto Sasha.
‒Lo siento, jamás le quedo debiendo a nadie.
Tome su otro brazo y los mantuve agarrados con una mano, aun aprisionados contra su dorso. Volvió a gemir de dolor. Con mi otra mano rodeé su nuca hasta que con los dedos alcance sus arterias carótidas, pude sentir su pulso acelerado.
‒Perdóname, Liam.
Presione las carótidas por diez segundos, sentí como en la punta de mis dedos se detenían sus latidos. La respiración de Liam se aceleró y comenzó a gritar de dolor. En quince segundos ya estaba inconsciente. Me aparte de él y voltee a mirar a los demás, pero ninguno se había movido. Seguramente pensaron que lo había matado. Preferí no decirles que solo estaba inconsciente, así me darían tiempo en su atónita sorpresa de salir de aquel lugar y llevar a Benny al hospital.
Recuerdo aún como la enfermera que nos atendió en emergencias hizo un gesto que no podría explicar, los ojos se salieron de sus orbitas de la impresión de ver al chico con su codo salido. Pobre Benny, después de ese día solo supe que lo metieron a cirugía, recibió trece puntadas y le enyesaron el brazo , no supe más porque nos mudamos a las afueras de la ciudad, en donde vivimos actualmente, para alejarnos de cualquier represalia que pudieran aquellos chicos tomar en contra mía y para dejar atrás cualquier habladuría de los vecinos. Debido a que solo pude hacer medio semestre en el Privado Longs Peak Mountain pocas personas me conocen en este centro ruidoso, pero creo que hasta cierto punto es bueno, así serán pocos los que me pregunten que ha sido de mi estos tres años que he vivido apartado del bullicio de la ciudad.
He podido patinar tranquilo en la plaza, sin ningún inconveniente y feliz de la vida. Gracia a Dios no me he encontrado con esa jauría de lobos o si no quien sabe que hubiera sucedido. Se han hecho las cinco de la tarde y el cielo ya está comenzando a vestirse de negro con lentejuelas.
Mientras espero el autobús para regresar a casa pienso en aquella noche en la que me opuse a uno de los tantos retos de la vida, de mi adolescencia, de mi existir. No sé qué hubiera sido de mi persona si mi sentido común no me hubiera dicho que aquello estaba mal. Posiblemente hubiera terminado en una cárcel para menores, rodeado de psicólogos y quien sabe cuántos psiquiatras. Seguramente hubiese sido compañero de celda de Liam o de unos de los tantos chicos o chicas que asistieron esa vez a tal brutalidad. No quiero ni pensarlo.
El autobús por fin llega.
En el camino puedo observar al sol dando sus últimos rayos de luz al día y cediéndole el reinado a la noche. El bosque que está saliendo de la ciudad comienza a volverse misterioso pero en un abrir y cerrar de ojos termina en una frontera precipitada y da paso a las llanuras abiertas en donde pastan los caballos durante el día. Si mis recuerdos los pudiera proyectar con un cañón de imágenes entonces haría la película más hermosa del mundo, con las escenas perfectas en donde la belleza aflora con veracidad y penetra el corazón haciéndolo enamorarse otra vez de la vida. Así tal vez, aquellos que no me comprenden, aquellos que me tildan de inepto y de torpe podrían ver lo que se niegan a sí mismos por no tener un corazón capaz de tocar lo que el tacto no puede; la esencia de la vida misma. Muchos dicen que Dios no existe, pero creo que es tonto pensar que el mundo fue creado por un accidente explosivo de la nada. No soy ningún religioso pero no creo jamás negar la existencia de ese Dios que hace que vea la vida como la veo. No rezo cada noche, no hablo con él constante mente, pero cuando puedo, le agradezco por este don que me dio, por esta posibilidad que me da de ver lo que los demás no pueden; la poca luz y esperanza que queda en el mundo.
Finalmente llego a casa y creo conveniente dirigirme a mi habitación a buscar aquel cuaderno de empaste marrón y escribir esto que pienso. Prometí escribir aquello que fuera importante, y aunque esto que escribiré no sucedió este día, aún está latente en mí y no dejará jamás de existir en mi interior. Es por eso que hago hoy otra promesa.
Domingo 20 de Junio de 2010
“Si bien aún no estoy seguro de la forma en la que escribo mi vida en estas páginas amarillentas, he comprendido que no importa qué escriba, siempre y cuando sea algo que ha dejado una marca ya sea buena o mala en mí, entonces sé que es importante y merece ser plasmado acá.Hoy he podido recordar que la razón y la cordura jamás me abandonaron, he sido yo quien algunas veces les ha negado su existencia. He hecho algunas veces lo correcto, como la vez que ayude a Benny, y es ahí cuando veo la prueba de que no soy tan mala persona. Siento no poder contar la historia de ese chico y como por poco sigue aún con vida, perdona, pero si escribo acá aquel acontecimiento entonces me volveré a sentir culpable. ¿De qué? De no haber detenido todo antes de causarle dolor a ese chico. Deseo aclarar algo, y es que no he sido yo quien le causé el daño, pero me culpo por no haber detenido ese daño cuando pude. Hoy he vuelto a recordar para bien, no lo sé, pero de algo estoy seguro y es que…no pretendo olvidar.”
Sasha
Ending:
Autor: Luis F. López Silva
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