Un cajón de sastre al azar

Un cajón de sastre al azar
Imagen de Anita Smith en Pixabay
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domingo, noviembre 25, 2012

Reto: Personajes literarios XXV y XXVI

¡Y al fin!, después de 11 meses con este reto, ¡al fin!, llegamos al final... ha sido muy tardado, pero más vale tarde que nunca (y mis disculpas por el caso, en serio, lo siento de verdad), así que, empezamos:

25. Personaje de quien su muerte te haya hecho llorar


OJO: Puede contener SPOILERS de los finales de las sagas de Harry Potter y Los juegos del hambre, también de los libros de María de Jorge Isaacs y del libro Antes de morirme de Jenny Downham...

La verdad, no he podido escoger solo uno de los personajes porque han sido varios con los cuales me he encariñado - y cuya muerte me ha hecho soltar lágrimas; de hecho, seguro aquí faltan varios - así que, los abordaré uno por uno, espero les guste: 

Severus Snape de la saga Harry Potter escrito por J K Rowling


Sí, despues de toda la saga de creer que era el peor de lo peor (y sobretodo luego del libro 6, en donde tanto en el cine, como en el libro, bueno, ya sabemos lo que pasó cuando mató a D...) al final, en el libro 7 encontramos una de las historias de amor platónico más hermosas que jamás he leído en libros, lo cual, cambió por completo mi percepción del personaje y efectivamente, cuando murió, solté lágrima sin poder evitarlo. Triste. 

Rue de la saga Los Juegos del Hambre escrito por Suzanne Collins


Rue es inteligente y ágil para su edad, aun en medio de esa matanza de adolescentes locos, en donde solo uno sobrevive, y a Katniss le recuerda a Prim, su personalidad y maneras de ser, la verdad es que ella cautiva y te dan muchas ganas de protegerla (sin mencionar que es la que nos muestra que Katniss es una idealista - ¿aliarse con una niña menuda de 12 años? -) aparte de eso, cuando empiezas a leer que algo salió mal con el plan, bueno, ya lo sientes en la piel y obvio, un destello de esperanza y ¡zas!, ¡se muere!, lógico, terminas bañada en lágrimas. Aquí algunas escenas de la película como homenaje:





Prim de la saga Los Juegos del Hambre escrito por Suzanne Collins


Tuvieron que pasar muchos capítulos para que yo pudiera aceptar que habían matado a Prim - fue como entrar en estado de shock - porque, bueno, como leí en un blog (en este mismo reto) todo empieza con ella y todo termina con ella y la verdad, ya para el tercer libro te has encariñado tanto con el personaje (su madura inocencia y sensatez, entre otras cosas) que cuando sale la parte de las b..., bueno, ¡simplemente no lo puedes creer!

Finnick de la saga Los Juegos del Hambre escrito por Suzanne Collins


A Finnick lo odié al principio (es decir, el típico guapito que trae locas a todas las chicas, coqueto y todo eso, ¡no!, eso no me va a mí), hasta que descubrimos su corazoncito oculto (que solo era una farsa por lo que le obligaban hacer los del capitolio y que en realidad, esta enamorado de una chica loca de su distrito, llamada Annie) entonces, sí que me cautivó; es decir, vivir con una "loca" - por decirlo así - requiere de mucho valor y aparte de eso, Finnick se preocupa por ella y la trata con cuidado y delicadeza, etc, etc, etc...      ¡es simplemente divino!, Finnick luego de tu boda y de que no pudieras conocer a tu hijo, tu muerte fue parecida a la de Prim - shock total -, ¡mis respetos para este personaje, mis respetos!

María de la novela María de Jorge Isaacs


Esta es una de las novelas más entrañables y uno de esos amores tan puros que a pesar que en ninguna parte del libro, los enamorados se tocan, tu no pones en duda, en ningún momento, su amor. Ella tiene epilepsia y las emociones que le despierta Efraín hacen que su enfermedad avance... con todo, Efraín se va a Europa a estudiar medicina (todo para ser un hombre digno de ella) y es ahí, donde le dicen que vuelva a Colombia, pues María esta muriendo. Obvio, llega tarde... - suficientemente triste como para entrar en la lista -. 

Tessa del libro Antes de morirme de Jenny Downham


Este libro lo empecé a leer, gracias a un reto, que venía en un pack y la verdad, al principio, la protagonista lo odié, la odié con todo - la tipa tiene cáncer y está muriendose, pero aún así, trata muy mal a su papá y el pobre hombre esta ultimando todos los recursos para poder curarla, la verdad, me pareció muy cruel y por eso, al principio la odié - pero bueno, continué el libro porque era parte del reto y lo gracioso fue que la narración (en primera persona) fue cautivandome poco a poco, tan lentamente que ni siquiera me di cuenta de cuando, pero al llegar a la mitad del libro, rompí a llorar, me quebré así de la nada y el resto del libro me la pasé con los ojos nublados de tanto llorar, no podía ver las letras y la pantalla estaba borrosa. Incluso puse a la par de la PC, un rollo de papel, porque no me alcanzaba un pañuelo de tanto que lloraba...

Esta es la parte que me quebró y de ahí el resto del libro:

- ¿Así que ahora ya no te importa tu cuerpo?
- ¡No, estoy harta de él! Estoy harta de médicos, agujas, análisis de sangre y transfusiones. Estoy harta de pasarme un día tras otro metida en una cama, mientras los demás seguis adelante con vuestras vidas. ¡Lo odio!, ¡os odio a todos!, Adam ha ido a una entrevista a la unviersidad, ¿lo sabías?, ¡se pasará años ahí haciendo lo que más le guste y yo estaré bajo tierra en un par de semanas!
Papá se echa a llorar. Se desploma sobre la cama, hunde la cabeza entre las manos y llora. (...)
- No voy a volver al hospital, papá. (...) Nunca se sabe, a lo mejor no me muero, si me quedo en casa.
- Sería estupendo.
- Haré la selectividad, luego iré a la unviersidad. (...) encontraré trabajo y quizá algún día tenga hijos. Chester, Merlín y Daysi. (...)
- ¡Que Dios los ayude!
- Serás abuelo. Vendremos a visitarte cada dos por tres. Te visitaremos durante años y años hasta que cumplas los noventa.
- ¿Y luego que?, ¿dejareis de venir?
- No, entonces te morirás. Antes que yo, como debe ser. (...) No vivirás en esta casa, sino en un sitio más pequeño cerca del mar. Yo tendré las llaves y te visitaré muy a menudo, y un día entraré tranquilamente como siempre, pero las cortinas estarán echadas y las cartas seguirán en la esterilla de la puerta. Subiré al dormitorio para buscarte. Me aliviará verte tumbado en la cama pacíficamente que soltaré una carcajada. Pero cuando abra las cortinas, me daré cuenta de que tienes los labios azulados. Te tocaré la mejilla y estará fría. Tus manos también. Repetiré tu nombre una y otra vez, pero no podrás oírme y no abrirás los ojos. 

Y esos son todos, un sentir especial para esos personajes que se robaron mi corazón...

26. BONUS. ¿Por qué BONUS? Bueno, porque podrás contarnos tu experiencia. ¿Tuviste algún problema en escogerlos? ¿Querías escoger más de uno? ¿O de un par en el caso de los enemigos y archienemigos? Vamos, despotrica, habla por los codos (o escribe). Es tu oportunidad de hablar del reto y de cuántas peripecias has tenido que pasar solo para seleccionar pocos personajes en cada modalidad.

Pues la verdad es que sí, tuve algunos problemas para escoger algunos personajes, sobretodo los de personaje favorito de todos los tiempos, pareja favorita, relación amor-odio y más, a veces, me sentía como que me repetía mucho en los libros, las sagas y los personajes. En cambio, otros fueron más fáciles como el personaje enamoradizo, el RE-TONTO y el infantil; pero en general, me ha gustado mucho hacer este reto y en especial, terminarlo... y justo a tiempo, porque queda un mes de diciembre.

¡Saludos, gente linda!

Capítulo 33: Todo lo que eres

 
Cyan eyes
La habitación está en total silencio tal y como están mis pensamientos en estos momentos. Lo único que se puede escuchar es el sonido del aparato que mide los latidos del corazón de Cori. Luego de eso… nada. Ni tan siquiera nuestra respiración. Es tan sofocante, tan pesado este silencio, tan suicida que me recuerda vagamente a mi habitación.
Cori está dormido. Tiene cables por todos lados, está pálido y tiene tubos que entran por su boca para ayudarlo a respirar. Un catéter en su mano izquierda y un pequeño y cuadrado aparatito con forma de clip en su mano derecha terminan de darle ese aspecto tan demacrado. ¿Cómo ha sucedido esto? Si ayer… ayer estaba bien, no se le notaba enfermo e incluso nos la pasamos jugando videojuegos. ¿Es esto una broma de mal gusto?
—Deberías de descansar un poco—me sugiere Kathy—. Ya casi son las tres de la madrugada y no has dormido nada.
He estado al lado de la cama de Cori, esperando, simplemente a la expectativa de que despierte, que abra sus ojos y poder ver esas pupilas verdes nuevamente… pero aun no sucede, y mientras no pase no pienso moverme.
Los padres de Cori están acá, con los ánimos tan decaídos como los míos. Karla está aquí, André, Kathy, mis padres… todos están en el hospital y nadie ha querido retirarse. Incluso Casey ha avisado que no tardará en venir con el hermano del padre de Cori. Y no es para menos… es de Cori de quien estoy hablando y quien está enfermo.
—Me quedaré aquí, no te preocupes—le digo con un inminente deseo de permanecer al lado de Cori—. Esto es lo menos que puedo hacer.
—Si no lo haces, incluso preocuparás a Cori, Sasha—me dice André que ha permanecido de pie por un largo rato, limitándose a observarme y a observar a Cori.
—Ve y descansa—me vuelve a sugerir Kathy—. Ve con Karla a descansar aunque sea al sofá en la sala de espera. Nos quedaremos con André aquí.
—Prefiero quedarme—se defiende Karla—. No estoy cansada.
André y Kathy nos miran un tanto preocupados, pero deciden ya no insistir más en el asunto. No es que tenga deseos de salir de acá, la verdad no quiero hacerlo. No en estos momentos en los que no sé que está pasando con Cori exactamente. Me preocupa demasiado como para poder apartarme de él por unos segundos, y es, seguramente por lo mismo, por lo cual Karla no se va a descansar también. La comprendo, puedo entender su tangible necesidad de percibir como el tiempo pasa con la esperanza de ver mejor a Cori, a sabiendas que es incierto el estado de salud de él.
—Iremos por un poco de café a la cafetería—nos dice Kathy, cogiendo a André por el brazo—. Así podremos soportar más el cansancio.
—No es necesario que se queden, chicos—les dice la señora Woller—. Si lo desea, pueden regresar a casa a descansar.
André niega con su cabeza y le dedica una sonrisa consoladora que para estos momentos es tan necesaria.
—No se preocupe Cecilia—le dice André—. Esto… esto nos concierne tanto a ellos como a nosotros.
Dicho esto, André y Kathy salen en busca del café y volvemos a quedar solo Karla, Cecilia—la madre de Cori—, el padre de Cori, Cori y yo en está silenciosa habitación. Mis padres están afuera hablando con los médicos en busca de una solución. Al ser genetistas tienen ciertas influencias sobre bancos de donantes para este tipo de situación y están viendo la posibilidad de poder conseguir lo más pronto posible el trasplante de medula que se necesita. Pero, esto, al igual que el caso de Emily, es una bomba de tiempo en la cual desconocemos el cronometro regresivo.
—Deberían hacerle caso a sus amigos—nos dice Henry, el padre de Cori—. Si no descansan apropiadamente pueden enfermarse.
—No se preocupe señor—nos excusa Karla—. Tenemos un buen aguante. Esto no es nada comparado con las tantas veces que nos hemos quedado despiertos los tres, tonteando y viendo películas.
Henry sonríe y puedo notar en su gesto cierto aire de satisfacción por las palabras de Karla. Creo no equivocarme al decir que esa satisfacción surge del hecho de que estamos aquí por iniciativa propia, una iniciativa alimentada por Cori, y que eso, en gran medida, le hace notar al padre de Cori que su hijo no está rodeado de cualquier tipo de amigos, sino, de nosotros. Puede también que me equivoque en cuanto al gesto de Henry, pero cabe la posibilidad que esté en lo correcto al afirmar esto. Más sin embargo, este gesto por su parte no lo excusa de muchas cosas que tengo para reclamarle. Aun hay demasiado que debe de tragarse a la fuerza, aun hay mucho que tengo que echarle en cara respecto a su actitud para con Cori. No es el momento, pero un día lo será, y será entonces cuando pueda decirle lo tanto que lo detesto. Lastimar a Cori… de esa manera en la que lo hizo… no, por mas que lo intente no puedo perdonarlo, me es imposible. Aun tengo bien claras aquellas imágenes en las que visualizo a Cori lleno de golpes y llorando, quejándose de su vida y deseando no tener que haber nacido. Aun no se me olvida esa sensación tan hiriente del llanto de Cori, esa sensación de tener entre mis brazos el cuerpo de Cori que se contrae en cada sollozo, es esa misma sensación la que ahora me recuerda que tengo tantas descaradas acusaciones que debo de hacerle a Henry por esa tan bestial conducta que tuvo, y no estaré tranquilo hasta que sepa lo que pienso al respecto.
—Si desea, Cecilia, puede ir a descansar—musito, tratando de aminorarle un poco una carga que sé que es mas grande de lo que aparenta y de la que puede cargar en estos momentos. Se trata de su hijo y no es para menos—. Karla y yo nos quedaremos acá hasta que vuelvan.
Ella niega con su cabeza y con una mirada tan devastada por la situación me hace comprender que ella, al igual que nosotros, desea permanecer lo mas que pueda junto a Cori. Sé que no puedo comprender en su totalidad la manera en la que la madre de Cori se siente en estos momentos, pero pasar nuevamente por lo mismo ha de ser lo más doloroso que seguramente ha podido sucederle. Primero su hija menor, y ahora, Cori, que es el único hijo que le queda.
Emily… Emily era una niña dulce. Siempre traía consigo un aura de luz que desbordaba en alegría y felicidad que te contagiaba. Era ella, siempre era ella por quien nos preocupábamos, y nos encantaba hacerlo, era ella por quien ahorrábamos el suficiente dinero para ir a comer hasta vomitar, era por ella que a pesar de haber dejado la etapa de la niñez hacia unos cuantos años aun seguíamos divirtiéndonos con cosas de niños…y nos encantaba.
Un día esa luz… se apagó.
Fue un golpe duro para todos, en especial para Cori. Amaba tanto a Emily. Ella era el objeto de su incondicional amor. Era ese afecto de hermano mayor que Cori le demostraba con tanto fervor hacia Emily, ese cariño tan desbordante que pudimos percibir tantas veces cada vez que hablaba con ella, cada vez que la cuidaba, cada vez que la mimaba… ese mismo afecto que no se podrá encontrar en otra persona, un día, tuvo que cesar a causa de una enfermedad de lo mas cruel. “Que injusta es la vida”—pensé en aquel día en el que sepultaron a Emily. Lastimosamente… esa afirmación aun la sostengo, pero con la diferencia que ahora puedo decir que es solo a veces.
Ver a Cori así, tan indefenso e incapaz de valerse por si mismo hace que muy en mis adentros me sienta un tanto vacío, como si una de esas partes que siempre tuve faltara en estos momentos. Pero Cori sigue aquí, y sé que no es eso lo que me falta, sino tal vez es ese valor que siempre infundió él en mí. Esa sensación de seguridad que siempre me proporciono siempre que estuvo a mi lado. Pero debo de comprender que es él quien ahora necesita de mí para sentirse de esa manera y trato, lo mejor que puedo, intentando traspasar mis propios limites, de darle ese mismo sentimiento que él tantas veces me transmitió. Es solo que tengo aun el leve reclamo de mi conciencia que me dice que no lo estoy haciendo bien. Pero entonces ¿Cómo debería de hacerlo? Posiblemente solo sean desvarío míos, aun así, necesito que él lo sienta, tal y como yo lo sentí alguna vez y que sepa que de la misma manera en que él me cuido, de esa misma manera pienso yo hacerlo.
Mis padres han regresado, y tal parece que tienen noticias al respecto. Mi padre, justo al atravesar la puerta y verme sentado junto a Cori, me dirige una mirada de compasión. Me sonríe. Sé que con este gesto solo trata de decirme que todo estará bien, pero también sé que puede que él esté equivocado. Mi madre se acerca y le murmura unas cosas a los padres de Cori al oído. Ellos se ponen de pie, se acercan a la cama donde Cori se encuentra descansando, y, vacilando, su padre besa su frente mientras que su madre su mano. El rostro lleno de cansancio de Henry, oculta tras esas ojeras, un dolor que es tangible para cualquiera. Sin mencionar esa sensación de vacío y remordimiento que transmite Cecilia, la madre de Cori, cada vez que la miramos a los ojos. Ambos están devastados.
—Por favor—musita Cecilia—cuida de Cori.
Ella me mira fijamente por unos segundos y puedo notar como intenta retener por la fuerza unas lágrimas que justo antes que asomen por entre sus parpados, las enjuga, haciendo parecer como si aun puede ella mantenerse fuerte. Me limito a asentir, y estoy a punto de ponerme de pie y abrazar a Cecilia, y de decirle cuanto comprendo su dolor, decirle que puede desahogarse y llorar y que es lo que mejor debería hacer. Retener esto consigo misma solo la pondrá más mal. Pero no soy quien para hacerle tal sugerencia, pues en mis adentros, al igual que ella, estoy reprimiendo tantas cosas que de un momento a otro puedo explotar y desmoronarme en miles de fragmentos. Seguramente ella ha notado la misma preocupación en mí, y extiende su mano para acariciar mi mejilla que seguramente están pálidas por el desvelo. Luego de esto…ellos se retiran, siguiendo al doctor que de la puerta solo se ha limitado a observar la escena que lejos de ser conmovedora solo termina haciéndonos sentir más impotentes por no poder hacer nada.
—Hago todo lo que puedo, hijo—me susurra mi madre al oído, dándome un abrazo justo antes de retirarse—. Esto tampoco es fácil para mí.
—No quiero perder a Cori, mamá—mascullo entre un sollozo ahogado—. No quiero…
Ella se separa, y luego de una lastimera mirada, se dirige a Karla a quien abraza sin contenerse y le dice unas cosas susurradas al oído que no alcanzo a escuchar. Mi atención está tan fija en Cori que lo demás me importa poco. Nos dirige, a los tres, una ultima mirada y se retira, sin poder alentarme o alentar a Karla más. Comprendo por qué no lo hace. Decirnos que eso no sucederá, que Cori mejorará, posiblemente solo logre establecer una mentira, una mentira que hasta el momento, en el fondo de mi alma, anhelo que no se vuelva verdad. Solo quiero que Cori se recupere.
Siempre he pensado que soy una ser muy injusto. Desde que conocí a Karla, desde que conocí a Cori, desde que los tengo a ambos no he hecho más que rogarle a Dios porque los mantenga a mi lado, porque cuide de ellos, porque sean felices. Desconozco la verdad si Dios me escucha, pero me gusta creer que lo hace. No soy una persona religiosa, pero eso no significa que en mis adentros no crea en ese ser tan divino que, a mi ver, resguarda en si el futuro que me depara. Dios. Una palabra, un nombre, un adjetivo… no lo sé. Dios solo es Dios, y con eso me basta para decir que a mis ojos Él existe…aunque no pueda verlo. Y es con Él con quien siento que soy injusto. Por cada cosa que le pido le ofrezco una a cambio, y de cualquier manera, las cosas llegan, y le agradezco por ello. Luego de eso solo me limito a hablar con Dios, sin ofrecerle más que mis palabras y una disposición para entablar ese monologo en el que yo hablo y Él se limita a escucharme. Sin embargo, en ese monologo en el que extrañamente nunca me he sentido solo, me he puesto a pensar detenidamente en contadas ocasiones, que solo recurro a Dios en casos en los que le necesito, mientras que Él, a mi parecer, me entrega de manera incondicional la felicidad que anhelo sin necesidad de que se la pida. Es entonces cuando me hago la pregunta: ¿Por qué Dios me da algo, sin antes haberle ofrecido yo algo a cambio? Esa pregunta tan banal ha surcado mi mente desde que tengo uso de razón y aun no he podido responderla. ¿Por qué no puedo ofrecerle a él yo, algo valioso, sin pedirle nada a cambio?—Me he preguntado a mi mismo tantas veces que ya perdí la cuenta. Lo único que he podido concluir en ambas preguntas es que Dios no es bueno, ni malo, simplemente es justo. Sin embargo, eso no responde a mis interrogantes. De ahí mi concepción injusta sobre mi.
Tal vez el ateísmo sea una solución a mis dudas. Sin embargo no me concibo como tal. Tengo mis serias dudas sobre el ateísmo. Pero, respecto a aquellas personas que han adoptado la posición atea, y que no creen en nada, sepan que tengo una opinión al respecto, y es que a mis ojos, los ateos no existen. Pido las más sinceras disculpas si alguna vez ofenderé a alguien por esto, pero creo que la palabra ateo está mal definida en el diccionario y mal explicada. Sin embargo, no puedo contradecirles respecto a su posición de la no creencia en Dios, o en cualquier otra deidad, incluso la negación de que existe, pues no soy nadie para comprobarles que el Dios en quien yo creo existe realmente, ni tengo pruebas mas que la propia confianza que tengo en mi mismo de que ese Dios en el que creo realmente tiene cabida en esta realidad. Y eso no es suficiente, no para muchos. Pero creo conveniente mencionar que lo mas correcto en estos casos es decir que es suficiente para mi, así como es suficiente para los demás con la explicación que tienen para si mismos sobre sus creencias. Dejaré esto así, no pienso pensar más de lo que debo, pues los excesos nunca han traído nada bueno. Cada quien con su opinión y habrá que ser respetada. Al fin y al cabo fuimos dotados—ya sea por evolución o por creación divina—de un cerebro y una boca para pensar y decir nuestras ideas, pero hay que educar esos instrumentos y utilizarlos con moderación.
¡Bah! Qué más da, al fin y al cabo solo soy un chico de 17 años… nadie grande ni importante a considerar. Todo dependerá de quien quiera escuchar mis vulgares pensamientos.
El teléfono móvil de Karla suena, con ese típico tono de las voces nuestras—la de Cori, la de Karla y la mía—anunciando que está recibiendo una llamada. Hace ya un buen tiempo que grabamos ese sonido un día de tantos que no teníamos que hacer, y hasta ahora, ha perdurado como el tono de llamada del celular de Karla.
—Es mi madre—anuncia ella, sin muchos ánimos de contestar—.
—Deberías responderle. Se preocupará si no lo haces—le sugiero.
Ella duda por unos segundos, pero luego de que el tono se repite por tercera vez, decide salir de la habitación y responder, quedándonos únicamente Cori y yo en la habitación.
Otra vez silencio.
Este silencio… duele.
Las manos de Cori están un poco pálidas. Me pongo de pie y me siento en el borde de la camilla donde Cori se encuentra, levanto mis manos y sin pensarlo dos veces cojo su mano, entrelazando mis dedos con los de él. Siguen suaves, y levemente puedo sentir su pulso hacer presencia en mi muñeca. Un leve suspiro, casi como un quejido, logra advertirme que Cori está despertando. Puedo sentir como, Cori, vacilante, aprieta mi mano y reacomoda sus dedos por entre los míos. Se siente tan…de Cori.
Levanto la mirada y, ahí, justo por encima de su mentón, logro ver la otra mano de Cori que despega un esparadrapo que sostiene el tubo que entra en su boca para ayudarle a respirar. ¿Qué… ¡qué hace!?
—¡Déjalo ahí, Cori!—le exclamo con preocupación.
El niega con la cabeza, frunciendo su ceño y soltando otro quejido. Sin mucho esfuerzo termina de despegar el esparadrapo y saca un tubo de algunos ocho o diez centímetros de su boca, provocándole arcadas. Tose y vuelve a recostarse.
—¿Pero qué haces?—le reclamo con el mismo tono preocupado—. Estás mal, no debes quitarte nada de esto. ¡Puedes empeorar!
Se queda en silencio por unos segundos más, recostado y con los ojos cerrados. Su mano, que comienza a ponerse tibia, aprieta con un poco más de fuerza la mía. Aun sigue pálido.
—Sigues débil, Cori. Llamaré a la enfermera para que te coloque ese tubo.
Me pongo de pie, pero justo al querer soltar su mano, él me detiene, y esta vez no es como las anteriores. No, esta vez es por la fuerza, haciendo que vuelva a sentarme a su lado. Curiosamente…sigue siendo igual de delicado con cada gesto.
—Déjalo—me dice con un hilo de voz bastante tenue—no lo necesito.
—A mi no me lo parece.
—Si te digo que no lo necesito—me reta, con un tono de voz un poco más fuerte, pero sin dejar de ser débil— es porque no lo necesito.
—No estoy para tonterías. Iré por la enfermera.
Intento nuevamente soltarme pero él vuelve a retenerme. ¿Qué pretende? ¿A caso no se da cuenta que su vida peligra?
—Si te vas voy a morir, Sasha—musita con exhalación—. ¿Quieres que muera?
—¿Pero qué dices Cori? ¡Por supuesto que no quiero que mueras! Pero si sigues así…si sigues de esta manera… tú…
—Solo quédate—vuelve a susurrar, con un sollozo débil, halándome contra si, envolviéndome con sus brazos y recostándonos a ambos nuevamente en la camilla—.
Todo vuelve a quedar en silencio. Pero este silencio es distinto. Ya no es tan hiriente.
Puedo sentir como el pecho de Cori sube y baja, con parsimonia. Entre cada respiración que puedo percibir a la perfección se dejan escuchar los latidos de su corazón. El abrazo se siente cálido. Se siente tan acogedor. Abrazar a Cori… amo hacerlo.
Ahora es mi turno. No puede siempre ser así, no debe de ser siempre de la misma manera. ¿Por qué siempre es Cori quien toma la iniciativa? ¿Por qué no yo? Lo amo tanto, pero hasta ahora he sido incapaz de exteriorizarlo tan fluidamente como él lo hace. No me voy a retener, no ahora, no más.
Sin detenerme a pensar en lo que pueda pensar Cori, sin detenerme a pensar en lo que pueda pensar quien sea que en cualquier momento se le ocurra cruzar esta puerta y sin prejuicio alguno, lo abrazo. Extiendo mis brazos y los paso bajo su nuca, levantando su cabeza y su torso, trayéndolo contra mi pecho y presionándolo contra mi cuerpo sin ser muy brusco. La cabeza de Cori queda justa a la altura de mis clavículas. El cabello de Cori es tan suave. Puedo sentir su aliento rozar la piel que sobresale por el cuello de mi camisa, todo en una etérea sensación de perfección.
Respiro y exhalo con lentitud, reteniendo este momento lo más que puedo.
Así que de esta manera se siente. Es de esta manera como Cori siempre se sintió cada vez que lo hacía. Es una sensación de ser lo único que protege a lo más importante en tu vida de cualquier cosa que pueda dañarlo. Es una sensación de calidez que puedes transmitir pero que también puedes recibir. Se siente como si tu alrededor dejase de existir y te enfocaras solo en lo que tus brazos envuelven. Dentro de mi se acumulan un mar de emociones que tratan de impulsarme a hacer una infinidad de cosas, cosas como mantener a Cori entre mis brazos, cosas como sentir el olor de su piel, de su cabello, sentir los latidos de su corazón, querer mirarlo a los ojos, besarlo, cosas como querer retener este momento en un espacio de tiempo detenido, cosas como el deseo latente de susurrarle al oído que lo amo, cosa que no me hago esperar y se lo repito tantas veces como el aliento me alcanza.
—Te amo, Cori—le susurro al oído—te amo como jamás he amado a nadie.
Con lentitud y cierta timidez que por primera vez puedo percibir, él alza sus brazos y se aferra a mi espalda.
—Tengo miedo, Sasha—murmura entre sollozos.
—No temas Cori, todo estará bien—trato de consolarle, haciendo un enorme esfuerzo por mantener mi voz en una pieza y que no se venga abajo en sollozos.
—No, Sasha, no estará bien—me dice con la voz quebradiza—. No sucederá, no pasará nunca.
—¿Cómo puede decir eso?—le digo abrazándolo con más fuerza. Los ojos han comenzado a arderme—. Mejorarás. Saldrás de aquí y podremos regresar a esa vida normal que tanto nos gusta.
Nos quedamos en silencio por un rato, yo ensimismado en mis pensamientos, y Cori… Cori como siempre, desconozco lo que piensa. ¿Por qué me comienzo a sentir inseguro a estas alturas? ¿Por qué no desde un principio que Cori me hizo saber lo de su enfermedad? ¿Es que acaso teníamos que llegar a esto?
—Te amo, Sasha—musita finalmente. Su voz se ha convertido en un llanto que trata de ahogar lo más que puede—. Amo tu voz, amo tu mirada, tus palabras, tu manera de ser, tu manera de pensar… amo todo de ti. Dejar esto… es lo último que quiero.
—Te amo más de lo que puedes imaginarte—le susurro ahora entre espasmos que esconden mis sollozos.
El cuerpo de Cori tiembla, puedo sentir su abdomen contraerse entre cada sollozo cargado de lagrimas que han comenzado a empapar mi pecho.
—No quiero morir, Sasha, tengo miedo. No quiero dejar todo lo que amo.
Morir. Esta palabra hace eco en mi débil carácter provocando que de un momento a otro me desmorone en un llanto que no puedo contener más. Las lágrimas han comenzado a rodar por mis mejillas y los espasmos de mi cuerpo hacen presencia por mis sollozos.
—No pasará, Cori, no pasará. No puede pasar… no debe de pasar—mascullo entre mi quebrado aliento por el llanto—. Eres todo lo que tengo, y todo lo que eres…todo lo que tú eres es todo lo que siempre necesité, y amo lo que eres, amo como eres, amo cada cosa de ti.
Otro silencio, un silencio en el que solo puedo escuchar los exhalantes sonidos del llanto de Cori que aun sigue tratando de contener.
Beso la frente de Cori, tal y como él suele hacerlo cuando trata de calmarme. Intento en la mayor manera posible de transmitirle el apoyo que necesita. Necesito que lo sienta…
—¿Qué hice yo, Sasha?—musita finalmente—¿A caso soy una mala persona?
—No Cori, no lo eres.
—¿Emily era una mala persona, Sasha?—inquiere con una voz entrecortada por sus sollozos.
—No, Cori, Emily… Emily era una buena niña.
—Entonces… ¿Por qué nos ha sucedido esto?—reclama con un hilo de voz lleno de culpabilidad. Una culpabilidad que no distingo si se la atribuye así mismo o a alguien más.
—No lo sé, Cori, no lo sé—le respondo, quedándome yo con la misma interrogante, una interrogante que hace tiempo estoy tratando de responder. Me siento tan impotente por no poder ayudarle aunque sea en eso.
Me separo un poco de Cori y lo miro fijamente a los ojos, colocando mi frente contra la suya, manteniéndonos en un dialogo visual en el que sus empapados ojos hablan y me transmiten un miedo tangible que penetra cada poro de mi cuerpo y lo estremece.
—Vamos a estar bien Cori—le susurro sin dejar de mirar sus verdes ojos—.
Vacilante, y con lentitud, con mis mejillas ruborizadas y con el rostro sonrojado de Cori, dejo salir un beso que necesitaba sacar. Un beso que no llega a los excesos pero que tampoco es simplón. Puedo sentir los labios tibios de Cori entrelazarse con los míos, puedo sentir su suavidad y su aliento que me envuelve y momentáneamente me llena de paz. Siento como si mi tiempo se detuviese, como si todo lo demás no importase.
Con delicadeza, trato de prolongar este beso lo más que puedo, intentando retener conmigo lo más que puedo de Cori. Él me rodea con sus brazos, colocándolos tras mi nuca y tomando mi cabeza por detrás, atrayéndome mas contra él como quien intenta que aquello se mantenga así. No me niego y hago caso omiso al invasivo pensamiento de que alguien puede entrar y vernos. No me importa, ya a estas alturas el amor que siento por Cori es más grande que cualquier reclamo que alguien pueda darme por ello.
—De amor nadie vive, Sasha—murmura, separando sus labios de los míos con una lentitud palpable, como si no quisiera detenerse—. Pero contigo… contigo podría vivir de lo imposible.
Sonrío. Una leve sonrisa que extrañamente no es fingida, sino mas bien, cargada de una felicidad desmesurada que brota por sus palabras. Siempre es Cori, siempre él, todo lo que él es, todo lo que él hace, todo lo que él dice… es felicidad para mí.

martes, noviembre 20, 2012

Capítulo 32: Todo lo que soy.


just the roof
La tarde ha llegado tan fría como es costumbre del mes de octubre. Pronto se harán las tres de la tarde y aun no he hecho nada relevante en este día más que detenerme a reflexionar sobre ciertas cosas. Ya hace al menos una semana desde que Karla y yo fuimos al hospital a hacernos unos exámenes, pero tal como sucedió con Emily, somos incompatibles con Cori para poder ser donantes de medula. Tendrá que continuar con los tratamientos de quimioterapia, aun así, desconozco que tanta mejoría ha habido con su enfermedad. Estoy preocupado, demasiado preocupado para ser sincero y me cuesta últimamente encontrar un momento de paz en los cuales mis problemas no me agobien. Incluso esos momentos que paso con Cori y que antes solían ser tan enternecedores, ahora ni eso me hace sentirme a gusto. "Preocuparse por esto no está mal, Sasha"—me dijo Cori hace unos días—"Pero de la manera en que tú lo haces posiblemente no sea lo mas correcto".
Puede que él tenga algo de razón en ello, sin embargo, no conozco otra manera por la cual poder sobrellevarlo. Ya tuve esa desagradable experiencia una vez, esa tan palpable vivencia que me recuerda lo dura que es la vida a veces. Perder a mi abuela, de la manera en la que sucedió, es algo que solo alimenta mi preocupación por Cori, a tal punto que esa preocupación se vuelve tangible para los demás.
André lo ha notado, Kathy lo ha notado... Incluso Tránsito lo ha notado. Pero es que me es imposible tratar de ocultarlo. No es como una simple mentira que esconde tras de sí una verdad que no quiero que nadie más sepa, esto es mas bien una verdad que tras de si esconde mas cosas que aun desconozco y que trato de reprimir por mi bien y por el de Cori. No quiero causarle más problemas de los que ya tiene.
Mis padres han regresado, justo el día de ayer, y los motivos de su tan pronto y repentino regreso parecen ser los mismos de siempre. Aunque podría jurar que están un poco distintos. Mi madre ha venido mas callada de lo normal. Seguramente es el cansancio del viaje. Mi padre, por su parte, se le nota serio. Bueno, no es que fuese muy diferente antes. Aun así, algo es diferente, puedo percibirlo. ¿Será que están preocupados por Cori también, al igual que yo? No me sorprendería mucho la verdad que lo estuvieran. Para mis padres, Cori, al igual que Karla, son tan importantes como yo lo soy para ellos, y supongo que eso en parte es uno de los tantos motivos de su regreso. Por como van las cosas, es probable que la señora Woller ya le haya comentado a mis padres respecto a la condición de Cori, pero ellos aun no me han hecho mención de nada.
Miro mi reloj, las tres con cuarto, y el día aun sigue tan calmado y fresco. Las nubes pasan lentas, surcando un cielo azul que dentro de unas horas se volverá en colores purpuras y naranjas que anunciarán un atardecer para dar paso a la negra noche. Y yo, aquí en el techo de mi casa, esperando a que eso suceda, cubierto por la sombra que proyecta sobre el techo un árbol en el patio trasero de mi casa. Es un árbol tan alto que pareciera que ya lleva su buena cantidad de años en este lugar. Me pregunto quien lo habrá sembrado, o quién habrá vivido antes que mí en este lugar. Cuando vine a Longmont la casa ya estaba en un muy buen estado, pero según mi padre, antes de eso, tuvieron que hacerle varias reparaciones porque no estaba en condiciones habitables. En el ático anda escondido un álbum con fotografías de la casa de mucho antes que nosotros viniésemos, curiosamente, en ninguna aparecen los antiguos dueños.
Escucho la ventana de mi habitación chirriar y ser abierta, mientras alguien asoma por ella con dos tazas humeantes color verde. Kathy ha venido a hacerme compañía. Amablemente me pasa una de las tazas y me sonríe.
—Supuse que se te antojaría uno—me dice soplando un poco su taza.
Café con leche. Está caliente, pero cae justo en el momento indicado con esta brisa tan helada. Sorbo un poco... sabe bien.
—Gracias.
—No es nada—advierte sentándose a mi lado. Saca del bolsillo de su suéter sin mangas dos servilletas que envuelven algo voluminoso en ellas. Me pasa una y compruebo que se trata de un buen trozo de Baumkuchen—. Tan pronto como te sigas viniendo para el techo con ese pantalón enrollado hasta las rodillas y descalzo pescaras un resfriado—me dice mordiendo su trozo de pan.
—No puedo evitarlo—me excuso mientras mojo un trozo de pan en el café. Le doy una buena mordida y lo saboreo. Está delicioso—. Me encanta esta sensación.
—¿Qué sensación?
—Ya sabes—le digo sonriente—. Esa sensación de paz temporal que te da cuando te pones a escuchar el silencio de lo natural. Además, esta brisa fresca solo me hace sentir más a gusto.
Ella me mira un poco perpleja y resopla.
—Vaya que me sorprendes algunas veces.
—¿A si?—inquiero dubitativo—. ¿Crees que sea extraño?
—No, no lo es. Pero me sorprende la capacidad que tienes para encontrarle la parte buena a algo que muchos pudiesen considerar inútil.
—Bueno, seguramente todos tienen ese "algo" que los hace sentir de esa manera.
—Si, es cierto. Pero tu explotas ese "algo" que muchos son incapaces de percibir, y lo conviertes en algo bueno. Gracias al cielo creo que estoy en la misma sintonía que tú.
—¿Por qué lo dices?
Kathy vuelve a mirarme bastante seria pero serena, pone su taza de café a un lado y se recuesta sobre el áspero techo.
—Porque de no ser así, te hubiese mandado al carajo hace mucho tiempo, y vaya que hubiese sido un desperdicio hacerlo. No me imagino a persona más buena que tú.
—Vaya que suerte la mía—advierto sorprendido, recostándome al lado de ella.
—Mas bien, suerte la mía—me contradice—. Pues me he topado contigo.
Esto si ha sido una sorpresa. Saber que Kathy piensa esto de mí me hace, en cierta medida, feliz. Tal vez ella no lo sepa, pero de la misma manera, ella se ha convertido para mi, en alguien de mucho valor. Fue así desde aquella vez en que la conocí. Sus palabras fueron de mucha ayuda para solventar muchos de mis problemas.
Kathy es una buena chica.
Las nubes siguen pasando, lentas y sin prisa...ya son las cuatro menos cuarto.
—Por cierto, Sasha.
—Dime.
—Te miras bastante sexy así.
—Venga, no me molestes—le mascullo sonrojado.
—Es la verdad. ¿Que más podría decir? Tú y tu pose tan incitadora a una violada en el techo son bastante tentadores.
—No es cierto—advierto desviando mi mirada hacia el otro costado.
—A parte de ello— continúa Kathy con ese tono tan solemne que solo me avergüenza más—. Esa ropa te favorece bastante. ¡Solo mírate! Hacer ejercicio te ha hecho más apuesto.
—¿Tú lo crees?—le digo volteando a verla.
Kathy me sonríe socarronamente y mueve su cabeza en una parsimoniosa afirmación. Solo ha logrado sonrojarme más. No muy a menudo me dicen esto.
—Ahora comprendo por qué Cori no te suelta—masculla sin reparos—. Eres un chico apuesto.
—No creo que ese sea el caso—advierto, desechando la idea—. Cori... las razones de Cori para conmigo están muy alejadas de lo físico. Incluso para mi, las razones que tengo para quererlo van mas allá de ello. Cori es apuesto, y todo el mundo lo sabe, pero ese no es un factor que me haga quererlo más.
—Si, eso lo sé muy bien. A lo que me refiero es que los dos son de muy buen parecer, pero es curioso que eso no les atraiga.
—¡Oye!, no es que no tenga buen gusto, pero Cori es un chico, y los chicos no me atraen—le rezongo haciendo una mueca de desaprobación.
—Aun así lo amas.
Touché. Bien, tú ganas, pero no lo amo porque sea un chico.
—Lo sé—reafirma con una sonrisa picara—. Eso está bastante bien. Si todos se enamoraran bajo esos mismos términos, seguramente no estuviésemos tan jodidos. Siempre lo he dicho, no hay nada mejor que enamorarse por amor y no por lo físico.
—Has redundado en tu idea—le digo riendo—. Pero creo entenderte.
—El punto es que lo comprendes. Siempre he detestado que las relaciones comiencen porque se atraen físicamente y luego se terminan enamorando.
—¿A caso eso está mal?—le interrogo con curiosidad por sus palabras.
—Bueno, tan mal que se diga, no lo está, si al final se enamoran. Solo digo que en una relación fundada en amor no deben de haber mentiras. El problema con quienes comienzan una relación por lo físico es que en un principio se mienten. Aunque le sean fieles el uno al otro, se están mintiendo así mismos. ¿Como te puedes hacer creer a ti mismo que lo que haces no es engañarte sobre algo falso?
—No comprendo.
—Es decir—continúa ella, bastante segura de si misma en cada palabra—. A ti nadie te asegura que esa atracción física se convertirá en amor algún día. Con esto no digo que el amor sea meramente físico, solo digo que esperas que eso físico llegue a evolucionar en sentimiento y luego en amor. Es demasiado arriesgado, porque inicialmente juegas contigo mismo y con la otra persona y solo posiblemente después esa incertidumbre se vuelva algo bueno.
—Ahora creo entenderlo—musito pensativo—. No es lo mismo demostrar amor desde un principio porque lo sientes, a demostrar un falso amor que esperas que algún día llegue.
—¡Exacto! Eres un chico listo.
—No sé si acabas de decirme que antes me considerabas estúpido, o es que hasta ahora recién notas que puedo pensar—le digo con desdén.
Kathy suelta una carcajada y me da unas palmadas en el pecho.
—Tú sigue pensando con ambas cosas, con la cabeza y el corazón, Sasha, que la cabeza le dice al corazón lo que es un error, y el corazón le demuestra a la cabeza cuan equivocada estaba. Solo así se llega lejos.
Dicho esto, Kathy se pone de pie, coge las tazas, y justo antes de desaparecer por la misma ventana que apareció, vuelve a verme para decirme:
—A veces me recuerdas a Ana, una vieja amiga. Siempre tan lista...pero tan despistada.
Luego de esto Kathy desaparece y vuelvo a quedarme en mi tan acogedora soledad.
Ana. ¿Qué Ana? Hasta el momento solo conozco a una tan sola Ana... pero no creo que sea la misma a la que Kathy se refiere... al final, la Ana a la que me refiero se quedó con una parte importante de mi, y no me arrepiento realmente de que lo haya hecho, pero esa es otra historia que posiblemente les cuente en algún momento... solo posiblemente.
Ave ha cambiado de dueño; hace días que lo hizo, había olvidado comentarles al respecto, pero como dije, solo posiblemente les cuente esa historia.
El día de ayer visité a Darien. Ya hacia un buen rato que no la veía, y realmente me alegró hacerle otra visita. Estuvimos charlando por un largo rato y me comento cosas acerca del señor Hamilton. Según me dijo, el señor Hamilton le ha pedido que fabrique más mermeladas para él y que le pagará por cada jarrón producido. Tal parece que se asociaron para poder venderlas en el WalMart de la ciudad. Si mal no recuerdo, el señor Hamilton es bien amigo del administrador del supermercado y pues viendo esto y las facilidades que puede darle a Darien, se han decidido repartir las ganancias 80% para Darien y 20% para el señor Hamilton. Él se encargará de la publicidad de las mermeladas.
Espero y le vaya bastante bien a Darien con sus mermeladas. Son bastante buenas, así que creo que no tendrá muchos problemas en venderlas. Carol por su parte se muestra bien emocionada por ayudarle a su madre en la elaboración de dichas mermeladas, es ella quien recolecta la mayoría de la fruta, así que se mira bien involucrada en el proceso.
Otra vez sopla la misma brisa fría, y se siente tan bien. Revuelve mi cabello que hasta estas fechas ha crecido bastante, cubriendo mis orejas y si no lo acomodo bien, cubre parte de mi frente. Debo de recortarlo ya un poco, aunque tenerlo de esta manera tampoco me hace ver tan mal, considerando también su color.; castaño, un castaño bastante oscuro. Jennel me dijo que le gustaba y que debería de dejarlo así como está, incluso Cori me lo ha dicho. Según él, el que tenga mi cabello siempre así de largo lo hace una característica distintiva de mí. Algo así como mi marca personal. Pero como dije, no es que mi cabello esté tan largo, solo lo suficiente para cubrir mis orejas y detenerse unos centímetros antes de llegar hasta mis hombros.
Escucho unas pisadas acercase y volteo a ver instintivamente a mi costado; André ha venido a visitarme al techo también. Trae consigo dos gaseosas y una enorme bolsa de papas fritas. Se deja caer a mi lado y exhala.
—Pero que vida esta—dice sonriente.
—Vengo aquí cada octubre—comento sin dejar de mirar, mientras sigo recostado, a las nubes pasar lentas y perezosas.
—¿Por qué solo los octubres?
—En verano el calor es tan insoportable que puedo morir frito, y pues en invierno me haría una paleta, de esas que venden en la heladería.
André suelta una carcajada y, tal y como Kathy hizo, se deja caer a mi lado, recostando su cabeza sobre sus manos.
—Vaya que suerte la tuya—musita con desdén—. Tienes un lindo lugar en donde venir a pasarte el rato.
—Tú de qué te quejas. Tienes a Nueva York y un sin fin de lugares para visitar.
—Si, claro—rezonga con ironía—. Pero en ninguno de esos lugares se me permite subir al techo a ver las nubes pasar en este silencio tan antojable. Allí todo es ruidos y humo y más ruido.
—Deberías de venir a visitarme mas a menudo—le sugiero—. Y deberías de traerte a Lucas, que sin él pareces un zombi.
André sonríe al escuchar ese nombre y luego de una pequeña carcajada, resopla con cierto tono de decepción.
—Si, debería de venir más a menudo, y si, posiblemente la próxima vez Lucas venga conmigo.
—¿Te hace falta?
Él voltea a verme, y sin inmutarse en su ensimismada expresión de nostalgia me responde con una exhalante voz.
—Mas de lo que te imaginas.
André se sienta y coge las sodas, me pasa una y luego se dispone a abrir la enorme bolsa de papas fritas que ha traído consigo. "Clic, Bizzz" Suenan las latas de gaseosa al abrirlas.
—Siento haber hecho que vinieras, André.
—¿De qué estás hablando?
—Ha sido por causa mía que estás acá. De no ser por mí, estarías con Lucas en estos momentos.
—No seas tonto—me reclama comiendo una papa frita—. Estoy aquí porque quiero, y si es por ti, igual es porque yo quiero que sea por ti. Lucas comprende esto. Además, no es tu culpa que ese bastardo de Leny...
—Liam—le corrijo.
—Me vale un pepino como se llame. El punto es que la culpa la tiene ese mal nacido por haberte hecho pasar un mal rato.
Puedo notar cierta mueca de disgusto en el rostro de André que siempre suele estar bastante sereno y fresco. Su actitud raras veces es alterada por algún suceso, pero supongo que todo es según las circunstancias y sus implicados. “Por las personas a las que amo, posiblemente mataría” me dijo una vez mientras cenábamos solo los dos. “Y más posiblemente por esos motivos, no me arrepentiría luego
André tiene bien en claro las cosas que quiere para si mismo, y esa es una de las tantas razones por las cuales le tengo una admiración bastante grande. Siempre suele darme consejos de la manera mas simple, para problemas tan complejos, y terminan funcionando. A pesar de ser unos pocos años mayor que mí, pareciera que en su mentalidad es de esos ancianos que han vivido lo suficiente para decir que el mundo es algo cruel. Aunque para esto último no es necesario vivir demasiado, simplemente se necesita sentir lo suficiente. Aun así, André logra muchas cosas que, a mi parecer, son dignas de imitar. Es aquí donde cabe recalcar que hay personas en esta vida que aun piensan... pero se están extinguiendo.
—Sabes...—murmura él, rompiendo un corto silencio que me ha servido solo para reflexionar—. Dentro de una semana, más o menos, tendré que regresar a Nueva York.
—¡Tan pronto!—me levanto exaltado—. Pero...si...pero...
—Es que ya ha pasado al menos un mes desde que estoy acá, tal vez más. La universidad pronto comenzará.
—Ya veo—le digo con cierto decaimiento—.
—Vamos, no es para que te pongas mal.
—Estarás un tanto lejos, André, creo que me harás falta.
—¿Crees?
—Bien, bien. Me has descubierto. Si, me harás falta.
André sonríe y me pasa su brazo por la espalda, acomodándola en mi otro hombro a modo de abrazo. Toma mi mejilla y la hala hacia un costado, provocando que haga una mueca un tanto graciosa.
—Vendré para navidad, tontito—me alienta con esa misma sonrisa—. No creas que me la pasaré allá en Nueva York aburrido. Haré que Lucas también venga conmigo.
—Si no lo haces, te iré a traer cogido por el trasero yo mismo—le bromeo, dándole un golpe amistoso en el brazo.
—A mi nadie me coge por el trasero—me rezonga.
—Solo Lucas.
—Si, o se lo cojo yo a él.
—¿Qué?
—Ya que importa—advierte encogiéndose de hombros—. La cosa es que te vendré a visitar pronto. Tú solo espera—me dice, revolviéndome el cabello mientras se pone de pie—. Por cierto, tan pronto sigas así, pescaras un resfriado. Solo mírate, aquí descalzo y con ese pantalón recogido hasta las rodillas. Si que eres un descuidado.
Dicho esto, se retira por el mismo lugar por donde vino. ¿A caso se habrá puesto de acuerdo con Kathy para decirme que pescaré un resfriado? Sea como sea, tal vez tengan razón y si me enferme. La temperatura ha comenzado a bajar ya. Miro la hora en mi reloj; las cinco de la tarde, y las nubes siguen pasando lentas y perezosas, pero, el sol ha comenzado a transmutar el cielo en colores que anuncian que la noche se acerca.
Así que André… regresará a Nueva York. Será bastante extraño no tenerlo cerca, pero eso no significa que algo vaya a cambiar entre él y yo. Sin embargo, algo aquí si va a cambiar…quedará un espacio vacío. Esto me recuerda a la vez en la que con Cori y Karla fuimos a Nueva York a hacer unas cosas. Fue hace no mucho. Un par de meses tal vez. Íbamos, se suponía, a hacer un examen de prueba en la “Columbia University in the City of New York” La misma universidad en la que estudia André. Era una prueba piloto de ingreso, que solo fuimos a hacer por sugerencia del director y no por cuestiones propias de ingreso. Aun no conozco los resultados de esas pruebas, pero dijeron que basándose en los resultados era posible que al querer hacer la prueba de ingreso no fuera necesario que nos evaluaran. En fin, con los chicos acordamos ir si lo hacíamos mas por ir a pasear que por otra cosa. Le dejé bien en claro al director de Longmont Sunset que aun no tenía en claro qué quería estudiar ni tampoco me apresuraría por una prueba a escoger algo que luego no me gustaría. “Es solo una prueba que no repercutirá en tus estudios universitarios”—me dijo—“Míralo algo así como una prueba que te dará una idea mas o menos de cómo será la verdadera prueba de la universidad”. Dicho esto. No tuve inconvenientes en ir, y, pues, considerando que Cori y Karla me acompañarían, accedí. Una vez en Nueva York, nos quedamos en la casa en la que vivía antes. Esa misma casa en la que había pasado tantos momentos buenos como amargos, pero que curiosamente ahora solo figuraban vacíamente en mi cabeza. Fue en esos dos días—los días que nos quedamos para la evaluación—que comprendí cuan extraña se puede sentir una persona al regresar al punto del que partió para una nueva etapa de su vida. Así por lo menos lo vi yo. Mudarnos aquí, a Longmont, marcó un nuevo inicio, y le dio final a una vida en Nueva York, una vida que en esos días, era tan vacía. Es, seguramente, ese mismo vacío el que André dejará, aunque solo sea por cuestiones de distancia, pero seguirá siendo un vacío.
—¡Sasha!—grita mi padre, llamándome desde la entrada de la casa.
Me pongo de pie y me muevo habilidosamente por el techo hasta asomar mi cabeza por el borde y poder verle. Ahí está, parado justo frente a la cochera, con un balón en su mano.
—¿Jugamos Basquetbol?—me pregunta mientras maniobra con la pelota en sus manos.
—Bien, ahora bajo—grito, mientras me pongo de pie.
Paso a mi habitación y me pongo mis zapatos Converse, sin necesidad de calcetines. Como me siento cómodo tal y como ando, prefiero dejarme el pantalón arrollado hasta las rodillas y no me cambio la camiseta blanca que llevo puesta, así que una vez me preparo, bajo a donde mi padre.
Es bastante extraño la verdad hacer este tipo de cosas con él. Son tan escasos los momentos que comparto con mi padre, que los pocos que he pasado con él me dejan un sabor un tanto dudoso en mi conciencia. Posiblemente sea su tan común ausencia lo que me haga sentir de esa manera, no lo sé.
Mi padre me pasa el balón y comenzamos a jugar. Un paso por acá, una vuelta para evadir a mi padre, un rebote y “Slap” Encesto el balón y anoto un punto para mi.
Mi padre coge el balón y comienza a botarlo y hace movimientos para evadir mi defensiva. “Splat, Splat, Splat” Rebota el balón tres veces y en un intento de enceste logro impedir su anotación.
—¡Diablos!—rezonga—. Te estas volviendo bueno en esto.
—Tú estas envejeciendo, papá—le digo a modo de broma.
—¿A sí? ¡Ya veras!—exclama, negándose a aceptar la inminente verdad.
Otra vez coge el balón e intenta sobre pasarme, lográndolo por mi costado izquierdo, pero en un movimiento que quien sabe como carajos lo he hecho, le logro quitar el balón justo antes de que este entre en el aro de enceste. Hago rebotar tres veces el balón y en un salto sin forzarme, logro encestar otro punto para mí.
—Lo vez—le digo riendo—. La edad te está pasando cuenta.
—Deja de decirme viejo, que me lo terminaré creyendo—advierte el soltando una carcajada—. Mira que aun soy todo un galán. Y mírate a ti, has salido a tu padre.
—Ya, venga, no es cierto…—le digo sonrojado.
Mi padre, como siempre él, haciendo alarde de sus dotes de buen parecer. La verdad es que mi padre siempre ha tenido buen porte, pero mi madre suele molestarlo diciéndole lo contrario. “Eres un tanto feo Robín, no sé como me enamoré de ti”—le suele decir, acompañando estas palabras con carcajadas. Mi padre no se inmuta en lo mas mínimo pero siempre suele contratacar a mi madre con otra broma del mismo calibre—. “Feo o no, así me amas—le refunfuña­—Te gustan los feos Victoria, que mal gusto el tuyo” Siempre son las típicas bromas entre ellos que al final terminan sonsacándome una que otra risa. Ellos al parecer se divierten haciéndolo… por mi parte, me divierto mirándolos.
—Y… ¿Qué tal van las cosas en el instituto?—me pregunta mi padre que no deja de botar el balón en el suelo.
—Bastante bien, no me quejo—le digo encogiéndome de hombros.
—Kathy me ha comentado que tienen compañeros alemanes—me dice tirando el balón que esta vez no alcanzo a detener. Un punto a su favor.
—Si. Nixon y Jennel. Son buenos chicos—le digo cogiendo la pelota.
—Que me alegra—advierte, adoptando una posición defensiva—. Y ¿Qué tal las cosas con las chicas? ¿Alguna interesada?
Esta pregunta por parte de mi padre me toma desprevenido, haciéndome vacilar por unos momentos, provocando que pierda el control del balón y lo tome mi padre.
—No lo sé. No creo que haya alguna.
—Vamos, pero si con ese porte que tienes estas hecho todo un galán.
—Pues no creo que las chicas lo vean así papá.
—Kathy es una linda chica.
—¿Insinúas que debería intentarlo con ella?—inquiero sorprendido.
—Solo estoy diciendo que deberías de considerarlo.
—Ya, ya. No es como si fuese una bestia come chicas—le rezongo—. Sabes bien que no puedo querer a alguien así por así.
Mi padre salta, e intenta encestar nuevamente, pero esta vez logro atajarle su jugada y me reincorporo nuevamente con el balón.
—Eres igual que tu madre—me dice, con cierto tono de satisfacción—. Eres un buen chico, Sasha. Muy envidiable a mi parecer.
—Tal vez… o tal vez no—musito con cierta indiferencia—. La posibilidad de serlo tal vez descanse en que tengo a Karla y a Cori… lejos de eso, no tengo nada mas que me puedan envidiar.
Un salto, luego de tres rebotes, y otro enceste. Tres puntos a mi favor. Luego de un rato de seguir jugando, decidimos detenernos a descansar por unos momentos, sentados en la acera frente a la casa, dando enormes tragos a una limonada que Tránsito nos ha preparado. Ya son cerca de las seis con treinta. Ya hace frío…y nosotros aquí, en este oscuro pero tenuemente naranja y purpura atardecer. Creo que comienzan a bajarme los mocos... me dará un resfriado.
Estornudo.
—Eres un atolondrado—me reta papá—. Has pasado toda la tarde descalzo en el techo con este frío.
—Valió la pena. Fue una linda tarde.
Doy aceleradamente tragos al vaso con limonada y me la acabo de un solo tirón. Estaba deliciosa.
—Por cierto, Sasha. ¿Qué tal han seguido las cosas con Cori?—me pregunta con serenidad, mirando hacia el cielo.
—No lo sé. No he hablado con él respecto a lo de la Leucemia. Desconozco bastante que le han dicho los doctores, pero según él, mejora. Aun así, siento que miente.
—Ya veo. Espero y mejore.
—Yo eso espero… eso quiero que suceda.
Vuelvo mi mirada hacia el cielo y puedo notar como las estrellas han comenzado a aparecer de apoco, una a una, titilando en ese basto cielo que comienza a tornarse negro y da paso a la noche que con lentitud hace presencia.
—Yo no hablaba de la Leucemia de él, Sasha—musita mi padre—. Me refiero… me refiero a lo que sucede entre Cori y tú…
Es en momentos como este, es con preguntas tan repentinas como esta, es así como muchas vece…han logrado desencajarme de mi propia burbuja de razón. Y mi padre acaba de lograrlo. ¿Cómo… como es qué él sabe esto? ¿Cómo es que se ha dado cuenta de lo que sucede entre Cori y yo? ¿Habré escuchado mal? ¿Qué debería de hacer en estos momentos? ¿Qué debería de decirle?
Tantas preguntas invaden mi cabeza y provocan destrozos en mi débil conciencia haciéndome dudar sobre si debería responderle o no. Pero en mi acelerada incertidumbre por inercia me pongo de pie y a punto de dar un paso para alejarme y evadir el asunto mí padre me coge por la mano y me retiene. Todo sin esfuerzo alguno ni con brusquedad. Simplemente, me detiene, y yo… yo no sé que hacer.
—Lo siento, yo… posiblemente no debería de haber sacado el tema— Se disculpa él apresuradamente—. No trataba de incomodarte…
¿Qué debería de hacer? Esto es tan… tan repentino. No esperaba que lo supieran tan pronto. ¿Qué pensará mi padre de mi o de Cori ahora que lo sabe? ¿Qué pensará mamá? ¿Será por esto que se les nota un tanto distintos? Mi corazón late aceleradamente, tanto, que mi pecho duele y las manos me tiemblan un poco.
Ensimismado en mi silencio y sin saber que más hacer, me siento a su lado, desviando mi mirada hacia mi costado, sin saber que decirle ni saber que explicación poder darle. No es tan sencillo. No esperaba que se dieran cuenta así, de esta manera que no fuera por mí. ¿Quién lo habrá hecho? ¿Kathy? ¿André? Imposible, ellos no serían capaces.
—Perdóname, Sasha. No pretendía hacer que esto sucediera.
No es su culpa, no tiene que serlo. Más bien, el culpable soy yo, por no haber hablado cuando debía respecto a esto. No sé que decirle. No sé como explicarle, pero es que este silencio me parece tan seguro, que siento que si abro mi boca para decir algo entonces puede que arruine las cosas y mal entienda lo que sucede.
—Sabes—me dice, poniéndome una mano en la espalda—. Como padre, a veces siento que fallo más de lo que debería. Y tú más que nadie, es quien siente las consecuencias de mis errores.
¿Qué es esto? ¿A caso una conversación de padre a hijo que debimos de haber tenido hace mucho tiempo, pero que a causa de su inminente y tangible ausencia nunca se dio? No creo que sea el momento indicado… no, posiblemente las circunstancias nunca serán las indicadas.
—Aun así—continúa él con tono y gesto sereno—tu no te quejas, y eso solo me hace sentir mas culpable. Mi ausencia, y la ausencia de tu madre sé que tienen algún efecto sobre ti, sobre tu vida y sobre cualquier cosa que hagas. Posiblemente ya sea demasiado tarde para querer recuperar el tiempo que nunca tuvimos, pero al menos, por una vez en mi vida, quiero hacer algo correcto contigo.
—Papá, esto no tiene nada que ver contigo—le digo, rompiendo finalmente mi mutismo ante la situación—Yo…
—No Sasha, no es cuestión de que tenga que ver o no conmigo. Soy tu padre, y debería de actuar como tal. Pero he evadido por tanto tiempo mi responsabilidad, tal vez no porque así lo quiera, pero está incluso en mis manos escoger lo que quiero o no quiero hacer.
—Es tú trabajo, papá, y lo comprendo.
—Si, pero son mis decisiones, y de alguna u otra manera, lo que yo haga o no haga repercute en tu vida.
Le doy razón a estas últimas palabras de mi padre. No puedo contradecírselo, no puedo decirle que está mal, porque aunque quisiera excusarlo para que no se sintiera así, solo estaría mintiendo. Es cruel aceptarlo, tal vez egoísta de mi parte, pero si, tienen culpa de muchas cosas acerca de mi que no podrán negar.
—Si, son tus decisiones, y eres culpable de muchas cosas que pudieron no haber pasado si hubiesen estado ahí cuando los necesité—musito secamente—. Aun así… también tiene que ver conmigo, porque no toda esa culpa es tuya o de mamá.
Mi padre vuelve a verme, con sorpresa y sin ninguna expresión de enojo por mis palabras. Me sonríe.
—Hace unas semanas…—retoma el la conversación—…Justo dos días antes de irnos nuevamente para el extranjero, luego del festival de deportes, Cori salió a correr conmigo por la mañana. Llegamos justamente al riachuelo que está pasando la escuela, y nos detuvimos en el puente a descansar un momento. El día anterior llamó y me dijo que necesitaba hablar unas cosas conmigo. La verdad es que he subestimado todo este tiempo a ese chico. No es que lo considerara una mala persona, pero mis expectativas en cuanto a él han sido sobrepasadas con creces. Mientras descansábamos, Cori se tomó su tiempo para comentarme acerca de lo que había sucedido últimamente. Me contó que te había causado muchos problemas el día en el que preparaban el salón para sus actividades. Su sinceridad respecto al asunto me sorprendió la verdad, pues no esperaba que alguien llegase a ser tan entero en sus palabras sin guardarse nada. Me contó lo que sucedió, lo del beso y muchas cosas por las que pasaron para solucionarlo. Al principio, no podré negarlo, pensé que Cori estaba contándome algo que no encajaba en un chico normal, pero según avanzaba en sus palabras, pude darme cuenta la situación en la que tuvo que verse envuelto al hacer lo que hizo. Me dijo de la manera más firme y sin vacilar, siendo honesto y serio, pero sin llegar a ser pedante, lo que sentía por ti. La manera en la que lo explicó fue tan simple…pero a la vez compleja. Me comentó cuan difícil fue dar un paso, un paso que según él, era a tientas en la oscuridad, porque al igual que todo aquel que se llega a enamorar, tiene miedo de cometer un error y echarlo todo por la borda. “No pretendo ser una carga para Sasha, Robín”—me dijo bastante claro—“Pero tampoco puedo cambiar lo que siento por miedo a los prejuicios ajenos a los míos” Fue hasta entonces cuando comprendí realmente a lo que se refería, y lo comprendí también, a él, a sus acciones y a su manera de ver las cosas. Me dijo claramente que no te lo preguntara. Me hizo prometerlo mas bien, de esas promesas de hombres que no puedes romper. Me dejo bien en claro lo que sentía por ti, y al final, me confesó que tú habías decidido intentarlo. “No pido que cambies tu manera de concebir las cosas, pero necesito que comprendas las cosas que me suceden con Sasha”—agregó. Y él tenía razón. Fue tan simple entenderte, entenderlo, y entender cosas sobre tu vida a las que estaba siendo ajeno por mi misma culpa.
—Puedes… puedes pensar lo que quieras de mí—mascullo—. Al final, tengo mas que en claro las razones del por qué está sucediendo esto con Cori.
—Créeme que no pensamos tan distinto—continua él con tono solemne—. Comprendí, por como me dijo Cori, que esto va mas allá de lo que cualquiera pueda ver, va mas allá de la simple atracción física y natural que se pueda concebir. No estoy molesto contigo, Sasha, tampoco te estoy reclamando nada. Solo quería dejarte en claro que apoyo cualquier cosa que hagas. Tampoco creo que seas Gay, por si te lo preguntas, ni mucho menos creo que Cori lo sea, aunque muchos puedan verlo de esa manera. Pero eres mi hijo, y te conozco, y conozco aunque no lo creas tu manera de pensar y de sentir. Es por ello, es por esa manera en la que eres, por esa concepción tan integra de lo que te rodea que tú tienes, por ese apego y protección que le das a lo que amas, por eso y más, es que me haces sentir orgulloso de ti. Como padre, me siento orgulloso de mi hijo.
Las palabras de papá hacen eco en mi conciencia, revolviendo cosas que no debería de tocarse. Sentimientos que creí haber enterrado hace mucho y que se suponía no debía de volver, ahora comienzan a aflorar, y lo hacen sin detenerse a pensar en las consecuencias. Tengo ganas de llorar, tengo deseos de desahogar esta opresión en mi pecho. No se si me siento feliz, no sé si estoy triste, pero necesito desahogarme. En un impulso inevitable, abrazo a mi padre, mientras el con un gesto paternal que pocas veces he podido percibir, me envuelve entre sus brazos fuertes y me aprieta contra su pecho, mientras acomoda su mentón en mi cabeza y me murmura que me ama, que soy lo mas valioso que tengo en su vida, que mi madre también siente el mismo orgullo, que ambos son felices si yo soy feliz.
Esto es antinatural. Para mí, va contra las propias ideas que forme acerca de una vida familiar. Ahora me veo derrotado por las simples palabras de mi padre y logro comprender que he estado siendo un tanto egoísta con ellos al no detenerme a pensar como mis padres se podían sentir al respecto. Por primera vez, desde que puedo recordar, siento el amor de un verdadero padre que con recelo dice sentirse orgulloso de un hijo que no hace más que reclamarle al mundo por su mísera existencia. Creo que me falta mucho por aprender, me falta mucho por madurar, y sobre todo… me falta mucho por sentir.
Nos quedamos en esa misma posición, con mi padre abrazándome, y yo, sintiendo el afecto que siempre necesite de él, todo por un largo rato. Ese afecto paternal tan ajeno a mí, que ahora penetra cada poro de mi conciencia. Es…perfecto.
Mi móvil vibra, y vacilante, con temor a desquebrajar el momento, lo saco de mi bolsillo. Es Karla.
—Contesta—me dice mi padre—. Seguro es algo importante.
Me pie, doy unos cuantos pasos y me alejo un tanto para responder la llamada.
—¿¡Sasha!?—exclama ella exaltada.
—¿Si? ¿Qué sucede?
—Ven pronto—me dice sollozando—Cori… Cori ha empeorado. Estamos en el hospital.
Miércoles 27 de Octubre de 2012

        Pienso, a veces, que no comprendo como es que la vida avanza por sobre todos, sin detenerse a pensar seriamente en las consecuencias. Mientras, yo, cada paso que doy trato de calcularlo para no dañar a nadie. Pero tal vez ese punto que no comprenda radica en que la vida es tan impredecible, y que lejos de ser como cualquier otra cosa, no podemos controlarla. Es por esto que posiblemente soy lo que soy, porque de la misma manera en que la vida pasa por los demás, de la misma manera, sin reparos ni remordimientos, lo hace sobre mí, moldeándome a su antojo, con sus giros tan inesperados y sus amargos retazos de vivencias.
Sin embargo, lejos de lo que la vida pueda hacer sobre mi, puedo decir que soy feliz porque tengo conmigo aquello que me hace sentir así… pero es ahí cuando la vida me recuerda que es ella la que se sobrepone por sobre todas las cosas y que de un momento a otro, me puede arrebatar eso.
Esto es todo lo que soy… y ruego, más bien imploro, que lo que soy ahora, sea suficiente para afrontar cualquier dificultad, por mas dolorosa que sea.
Sasha.
       PD: Cori ha empeorado… y yo, yo soy débil, un inútil que no puede hacer mucho para mejorarlo.

Ending:







tercera firma frank

Autor: Luis F. López Silva
Todos los derechos reservados ©

lunes, noviembre 12, 2012

Capítulo 31: Todo lo que tengo.


Purple at the morning
Karla seguramente tiene razón, y no es la única que se niega a saber al respecto. Yo tampoco quiero por el momento darme cuenta de si me arrepiento o no, pues la verdad deseo que esto se termine lo más rápido posible. Ya no puedo retener conmigo más presión de la que cargo. Si sigo indagando al respecto seguramente me veré en la inevitable necesidad de pensar y llegar a una conclusión de la situación. Posiblemente tenga mejores cosas en que pensar...como lo que le está sucediendo a Cori.
Karla me mira fijamente, en busca de una reacción de mi parte pero lo único que consigo darle es un movimiento con mi cabeza para asentir que estoy totalmente a favor de su manera de pensar. Luego de esto es probable que todo regrese a la normalidad o al menos eso espero. Sin embargo, nuestro dialogo aun es visual y continuamos en silencio. Necesito decir algo, necesito romper esta quietud que lejos de aliviar mis pensamientos ruidosos solo logran ahogarme más en mera incomodidad.
—Y… ¿Qué tal vas con tu proyecto?—pregunta Karla, rompiendo finalmente este silencio tan agobiante.
Agradezco en mi interior por su iniciativa. No era capaz de hacerlo yo, no sé por qué, pero al menos hemos salido de ese espacio tan poco agradable.
—Bastante bien—le contesto tomando con un tenedor un poco de arroz que Tránsito ha preparado tan amablemente—como siempre—para mí. Trato de hacer que todo me salga lo más natural posible, no quiero regresar a ese estadio tan silencioso—. Ya llevo bastantes cosas escritas.
—Al final le has tomado mucho apego al asunto—me dice cogiendo ella también un trozo de comida que ha traído consigo.
Karla tiene razón. Al final, mis expectativas respecto al diario cambiaron. En un principio pensé que solo sería algo rutinario y aburrido, pero ahora me doy cuenta que es una de las tantas cosas que espero al final de cada uno de mis días. No hacerlo me hace sentir un tanto inquieto porque siento que en mis adentros tengo siempre algo que necesito sacar. Seguramente son cosas de la adolescencia en donde me veo en la necesidad de gritarle al mundo lo que pienso, pero ahogo mis pensamientos en letras plasmadas en páginas amarillentas. Sin embargo, he llegado a concluir a mis míseros 17 años que los adolescentes posiblemente si tengamos buenas ideas, buenas maneras de pensar y ver el mundo, pero que llegados a la adultez solo nos volvemos imitadores de un pensamiento porque el mundo que nos rodea nos presiona para hacerlo. Según mi criterio, por esto existe la gente estúpida, pues solo son falsas copias de un pensamiento que reprime las verdaderas emociones e ideas; aquella persona que no es estúpida es la que es lo suficientemente fuerte para mantener sus ideales y trata de hacerle ver al mundo que podemos diversificar nuestro pensamiento. En fin, también concluyo que mis propias conclusiones son tan certeras como apresuradas… y aun no estoy seguro de que sean correctas. Todo depende de que punto se vean las cosas. No es lo mismo estar parado sobre la tierra, a ser tierra y que alguien se pare sobre ti.
—Un poco—le contesto tratando de no sonar muy emocionado—. Además, el hecho de que es tarea también me impulsa a hacerlo.
—Vamos, que no puede ser del todo por eso. Siempre hay razones de alto rango tras una acción.
—¿Y el señor Donovan no es una razón?—le digo con una pequeña risa que se me escapa de los labios.
Karla se encoge de hombros y resopla.
—Bueno, si— Asiente a modo de darme razón—. Considerando lo zafado que está nuestro orientador en cuanto a la tolerancia supongo que si te impulsa lo suficiente a hacerlo.
Ella le da un trago a un jugo de manzana que ha traído consigo y continúa jugando con su tenedor en la comida. El olor dulzón del líquido me recuerda vagamente al día en el que fui atacado por unas manzanas asesinas. Fue hace un año más o menos, cuando recién habíamos decidido con Karla que debíamos iniciar un club de algo en el instituto. Ya estábamos en el de literatura, que nos había quedado de legado de los alumnos del año superior que habían salido en el semestre pasado, pero no nos bastaba, así que decidimos que era momento de iniciar el nuestro; o al menos hacer algo con qué se nos recordara.
Al final, como era ya pasado el tiempo para las solicitudes de clubs, nos terminaron dando permiso para una actividad extracurricular con la cual también podrían subir algunas de nuestras calificaciones así que nos pusimos manos a la obra y sembramos hortensias en unos pequeños arriates justo detrás del edificio. Como solo estábamos Cori, Karla y yo metidos en el asunto se nos hizo un trabajo un poco tedioso el sembrarlas y cuidarlas, pero al final, el trabajo dio sus frutos.
Un día de tantos de los cuales me tocaba regar las hortensias—que ya habían crecido y tornado purpuras—Kiwi estaba en la terraza con un costal de manzanas podridas que utilizaría de abono para el jardín que posee el edificio en su parte superior. Él puso su costal de manzanas en el borde de la terraza, justo debajo de donde yo regaba las hortensias cuando ¡Zas! El saco se desparramo dejando caer todas las manzanas desde el séptimo piso del tonto edificio. Cuando la primera manzana cayo a mi lado voltee instintivamente hacia arriba a ver que sucedía y pues como la curiosidad mató al gato así fue como también la curiosidad hizo que las manzanas podridas me cayeran encima golpeando repetidas veces mi cabeza.
Lo ultimo que recuerdo es a Kiwi tirándome un balde de agua fría para despertar. Y lo logró, solo que luego de eso me dio un resfriado. Moraleja de la historia: No se pongan debajo de un costal lleno de manzanas podridas.
En serio, no se los recomiendo.
Casi hemos terminado de comer nuestro almuerzo, todo en una quietud mas penetrante que de costumbre. Normalmente nuestros almuerzos son un poco más animados, considerando que desde que nos acompañan los chicos—Kathy, Nixon, Khana y Jennel—suelen surgir comentarios bien elocuentes. Como lo fue el caso del almuerzo de hace varios días en el cual comenzamos hablando de sopa de mariscos y luego terminamos en una curiosa conversación sobre la circuncisión.
Fue todo un caso la conversación.
Sucedió más o menos así pues entre tanta risa recuerdo poco.
—No, no, no—reclamaba Jennel—lo están entendiendo todo mal. Si preparas una sopa de mariscos es como que estés preparando al mismo tiempo un afrodisiaco. El afrodisiaco solo estimula el apetito sexual, no es que funcione como la viagra ni nada por el estilo.
—¡Bah! ¿Y entonces que caso tiene?—refunfuñó Cori—. Para esa gracia mejor compro la tonta pastilla y ya, si de durar mas se trata.
—Concuerdo con Cori—asintió Khana bastante receptiva al tema—. ¿Para que querría alguien que el otro anduviese ganas de tener sexo si luego…si luego…?
—¿Si luego…?—le inquirió Kathy.
—Tú sabes. Si esa cosa…después de hacerlo la primera vez ya no funciona.
—¡Ah! ¿Te refieres a si el pene deja de estar erecto?—terminó Nixon de explicar la idea de Khana. Ella asintió un tanto incomodada por aquella expresión tan cruda—. Pues problema no es mucho…al menos en nosotros los hombres—mascullo encogiéndose de hombros.
—¿Por qué lo dices?—le interrogó Kathy con bastante curiosidad.
—Dale al menos diez minutos de descanso a nuestro… amigo y luego verás que revive como la anaconda que es—le dijo con una risa bastante picara.
Todos soltamos una carcajada por lo que Nixon dijo, aunque no pude negarle razón en el asunto. Estaba en todo lo correcto, suele suceder así… ok, esto es un poco revelador.
—¿Anaconda?—le exclamó Jennel entre risas—. Pero si tu pito es más bien como un grano de arroz.
—¡Oye!—le reclamó Nixon furioso—. El hecho de que me hayas visto de pequeño desnudo no quiere decir que eso no haya cambiado. Tengo un lindo pene.
—Si claro—le masculló con ironía.
—¿No me crees? ¿Quieren verlo?—nos preguntó mirándonos con bastante seriedad.
Cori soltó una carcajada a la cual me le uní, no tanto por la sugerente idea de Nixon, si no más bien por la cara que puso Karla de desconcierto cuando lo escuchó. Fue un tanto raro. Karla ha visto a Cori desnudo y le causó emoción, pero a juzgar por como se mostró parecía que le causaba un poco de corte el asunto respecto a Nixon.
—¿En serio piensas hacerlo?—le inquirió Khana con expectativas.
—Ni por joder lo intentes—le rezongó Kathy—. Ahora estoy comiendo y lo último que quiero es que me jodas mi almuerzo de espaguetis con albóndigas y salchicha.
—Solo la verías—le responde él—. No es que fueras a tocarla ni nada.
Cori vuelve a soltar otra carcajada, esta vez seguido de Jennel que se nos une a ambos en las estallantes risas.
—Lo dice por las albóndigas y la salchicha, Nixon—le expliqué tratando de que entendiera mis palabras entre mi aliento cortado por las carcajadas y mi inminente falta de oxigeno.
—¿Y eso que tiene que ver?
—¡Jum! Por la puta, ¿Qué no lo entiendes?—le refunfuñó Kathy con tono bastante serio y acusante.
Nixon se encogió de hombros y volvió a vernos a Cori y a mí—que aun no parábamos de reír—desconcertado por el asunto. Luego volteó a ver a Karla en busca de ayuda pero ella se había puesto tan colorada como un tomate que en esas circunstancias no pudo ni mirarlo a los ojos.
—Piénsalo por un segundo—le intentó aclarar Cori finalmente mientras calmaba su inherente risa—. Pones dos albóndigas juntas y entre medio de ellas una salchicha. ¿Qué obtienes?
—Un… ¿Pene de albóndigas y salchichas?
Cori asintió con la cabeza a Nixon y este finalmente captó a que se refería Kathy con lo de su almuerzo. Parecía un chico tan inocente… si claro, inocente yo, que aun sigo virgen. Que vida más cruel. En fin. ¡Esperen! ¡Mierda! ¡Aún sigo virgen! ¡Diablos, otra preocupación más para mi adolescencia!
—¡Oh! Jetzt verstehe ich, Cori, mein Freund. Mein Penis scheint ziemlich Wurst. ich bin beschnitten.
—¿Qué demonios dijo?—me preguntó Cori, volteando a verme.
—Dijo “Ahora lo entiendo, Cori, mi amigo. Mi pene parece bastante una salchicha. Estoy circuncidado
—Por un carajo ¿Quieren callarse?—nos regaño Kathy, atosigándose con su comida—. Casi me ahogo por reír. De repente esta salchicha no me pareció tan apetitosa.
—¡Bah! Un pene circuncidado se mira distinto a una salchicha—nos dijo Nixon con desdén.
—Cierto—advirtió Karla, que ahora se integra a nuestra curiosa discusión.
—¿Y a ti como te consta?—le pregunté intentando sonsacarle alguna tontería que nos hiciera reír.
—Pues veras, mi primito es circuncidado y las veces que he tenido que bañarlo me he dado cuenta de la diferencia. El de Cori era distinto.
—¡Oye!—le rezonga Cori—. ¿Quieres dejar eso?
—¿¡Te ha visto desnudo!?—exclamaron Jennel y Khana al unísono, con sus ojos bien abiertos y fijos en el sonrojado rostro de mi amigo.
Cori se sonrojó aun más por la incesante curiosidad que ellas mostraron ante tal eventualidad. Si hubieran sabido que tuve que sobornarle con dos crepas para que Karla pudiese cumplir su cometido de verle desnudo entonces les causaría seguramente mas risa de la que ahora demuestran. Aun le debo esas crepas a Cori…
Al final, él asintió ante la pregunta tan sofocante de Khana y Jennel, pero solo logró alterarlas mas y maldijeron para si mismas por no haber estado presente en esa ocasión con Karla. Tuve que inventarles los motivos por los cuales Cori había aparecido desnudo en mi casa. No podía decirles que había sido porque unos días antes su padre lo había golpeado y había llegado a altas horas de la madrugada a mi casa y que por eso él estaba ahí, ocultándose momentáneamente del mundo y ahogando su latente dolor en compañía mía. Eso creo que ha sido una de las pocas buenas cosas por las cuales me he esforzado realmente en este semestre. Si Cori está feliz, yo estoy feliz.
Cori ha regresado finalmente de su reunión con el equipo de futbol. Tal parece que viene hambriento pues se dirige rápidamente a su bolsón y saca de él su almuerzo, disponiéndose a terminar de comer con nosotros y la poca comida que nos queda.
Se sienta frente a Karla y a mi, en la misma mesa, pero mirando hacia la ventana. Vuelve el silencio. Comienza a comer con lentitud sin decir ni una sola palabra, mirándonos de reojo entra cada bocado. Supongo que se ha de estar preguntando que ha sucedido al final con nosotros. Desde un principio lo vi mas preocupado porque arregláramos el problema con Karla, que por lo sucedido en sí. Cori está siendo demasiado paciente conmigo… muy paciente para mi gusto.
Karla por su parte está mirando hacia el exterior a través de la ventana, aun dándole sorbos a su jugo de manzana. Puedo notar cierto vacío en sus ojos, seguramente ella ha notado la misma situación incomoda en la que nos encontramos ahora que Cori ya está acá. Tratar esto los tres juntos seguramente es más difícil que hacerlo solo los aludidos al problema. Aunque pensándolo bien… tal vez ya no sea problema, solo puntos sin esclarecer.
—Ok, esto nos está jodiendo—espeta finalmente Cori, rompiendo nuestro mutismo—. Sasha, besaste a Karla. Karla, besaste a Sasha. Solo fue un beso por el amor de Dios. Nadie se va a morir por eso ¿Correcto?
—Pero…
—No, nada de peros—le corta tajante Cori las palabras a Karla—. No caben los peros en este caso. Los peros solo se hicieron para suponer que pudo haber sucedido una cosa u otra y que no sucedió. El punto es que aquí si sucedió algo y solo nos estamos jodiendo todos en esta incomodidad por un beso.
—No creo que solo sea…
—¡Nada!—me calla Cori aun con un tono cortante—. Te estás preocupando demasiado. Ambos se están preocupando más de lo que deben. Ahora en día todo el mundo se da besos y no necesariamente hay algo de por medio. A parte, si se gustan ¿Cuál sería el problema?
Estas ultimas palabras hacen eco en mi conciencia y solo me hacen sentir mal. ¿Qué cual sería el problema? ¿Está él hablando en serio? Estoy con él porque lo amo y ahora me sale con que si me llegase a gustar Karla no existe ningún inconveniente y podría hacer lo que yo quisiera. Su pregunta solo me suena a incitación y a desdén que me intentan hacer entender que lo que sucede entre él y yo no es importante. Ok, esto último si me molesta un poco, no lo niego. Me ha costado tanto, demasiado mas bien el llegar al punto de dar por sentado que amo a Cori y ahora esa inquisitiva pregunta me está queriendo desbaratar muchas de mis ideas que aun no están bien sentadas respecto a lo que va a suceder con nosotros en un futuro.
—Tienes que estar bromeando—musito.
—Si, en cuanto a lo último si lo estoy—me dice con tono socarrón.
Es un hijo de… ¡Solo bromeaba! ¡Carajo! Si me vuelve a hacer una broma de esas juro que lo golpeo. Tonto Cori… como lo amo. Ok, olviden esto ultimo y déjeme delirar en mis pensamientos.
—El punto es—continúa él—que solo fue un beso y ya.
—Eso no justifica nuestras acciones, Cori—advierte Karla—. Es que fue culpa de ambos.
—Si, es culpa de ambos y supongo que no es necesario que me des explicaciones al respecto. Nadie debe de dármelas y no entiendo por qué se esmeran tanto en intentar aclararme lo que sucedió si yo ya les dije que no hay problema.
—Tú deberías saber mis razones—le digo con bastante seguridad.
—Tu deberías de saber también las mías—secunda Karla—. Y sabes que las razones son importantes.
Karla lo mira fijamente por unos segundos y se mantienen así en silencio, en una comunicación visual que me hace percatarme que me estoy perdiendo de algo.
—Bien, bien—masculla el finalmente—. Sé que es importante que aclaremos todos nosotros este asunto porque somos amigos, porque nos queremos, porque somos algo que nadie más va a ser. ¿Estoy en lo correcto?—inquiere mirándonos a ambos.
Karla y yo asentimos reafirmando sus palabras así que él continua.
—Perfecto. Entonces, aclaremos esto de una vez.
Cori se pone de pie y en un impulso un tanto acelerado besa a Karla en los labios. ¡Diablos, ha besado a Karla! Parece un beso tan sencillo pero firme y seguro, sus labios entrelazados y él ha cerrado sus ojos para el acto. Ella parece tan sorprendida como yo ante esta acción inesperada.
Él se separa de Karla y la mira por unos segundos. Ella está aun pasmada, por ese gesto tan repentino, y yo… yo no sé ni como diablos estoy.
Cori voltea a verme, con sus ojos tan interrogadores, tan vivaces, que parece que tantean la situación pero sin vacilar se acerca a mi y tomando mis manos mientras las retiene en contra de la mesa para que no pueda detener sus acciones me besa tan descaradamente como lo hizo con Karla.
Abro mis ojos lentamente mientras él aun está con sus labios posados sobre los míos, con la delicadeza que le caracteriza y la ternura de siempre, todo en conjunta armonía. Unos segundos después se separa de mí y vuelve a sentarse, prosiguiendo con su comida.
Miro a Karla con cara de estúpido mientras ella con el mismo gesto me responde con una mirada que me dice una tan sola cosa: “¿Qué demonios fue eso?”
Parece estar tan perdida como yo en cuanto a lo que acaba de suceder. En cuanto a mi débil conciencia, aun está tratando de asimilar el asunto. Esto fue… ¡Tan loco! Volteo a ver a Cori en busca de una respuesta, pero él come despreocupadamente como si nada hubiese sucedido. Puedo notar que Karla lo mira con la misma mirada interrogante en busca de una respuesta que sabemos que está muy lejos de nuestro entendimiento.
Me da vueltas la cabeza.
—¿Qué?—nos inquiere sin mucha importancia al notar que lo observamos—. ¿No les gustó o qué?
—Eres un idiota—le refunfuña Karla.
—¿Lo soy?
—Si, lo eres—le digo secundándole a ella—.
—¿Me van a odiar por esto?
Karla y yo nos dirigimos una mirada de complicidad tratando de formular entre ambos una respuesta que sabemos que estará a favor de Cori.
—No vamos a odiarte por esto—le contesta ella—.
—Pero sigues siendo un idiota—le reafirmo encogiéndome de hombros.
—Idiota o no, me siguen queriendo. Así que vean el lado positivo de ese beso. Así tal vez comprendan que se puede besar a alguien sin hacer mucho alboroto. He besado a otro chico, a Sasha, y verán ambos que no me estoy vomitando por haberlo hecho. Te bese a ti Karla y veras que no por eso me estoy sumiendo en depresión.
—Sasha no cuenta—le rezonga ella—. Ambos sabemos que con él no nos causa inconveniente hacerlo.
—No se si acabas de decir que pueden violarme cada vez que quiere o si es que soy demasiado permisivo con ustedes—musito un poco confundido por su afirmación.
—A lo que me refiero—continua Karla—. Es que si te besa a ti, es como que bese a…no sé. Bueno, tú eres tú. No es como si nosotros no pudiéramos hacerlo.
—Llegué al mismo punto—advierto aun sin haber esclarecido sus palabras.
—El punto es que besarte a ti, es como besar a las nubes—rezonga finalmente molesta por no encontrar una mejor manera de explicarme lo que ha tratado de decirme—. Eres neutro, un neutro que mira las acciones mas allá de lo físico.
—Entiendo… o eso creo.
—Bueno, bueno, no nos desviemos del tema. Aquí el punto era su beso. ¿Se soluciona con esto el inconveniente?
Karla vuelve a verme en busca de una respuesta a lo que ambos sabemos que para conveniencia de todos es mejor aceptar de una buena vez las razones que nos planeta Cori. Asiento a modo de afirmación y ella prosigue a responder.
—Solucionado para mí—responde Karla.
—Y para mi también—le contesto a Cori.
—¡Excelente!—Exclama él, con una enorme sonrisa que denota satisfacción—.
El almuerzo, luego de lo sucedido, transcurre extrañamente normal. Tan normal como siempre ha solido serlo cuando estamos los tres juntos. Con las típicas discusiones estúpidas y graciosas, con los comentarios tan elocuentes y con los planes de salir a algún lugar como es costumbre.
Kathy, Jennel y Nixon aun no regresan. ¿Dónde estarán? Siempre hacen falta sus temas tan curiosos respecto a diversas cosas que no dejan de sorprenderme.
El timbre resuena en el pasillo y las clases de la tarde comienzan como es costumbre con el señor Donovan. Él es nuestro orientador, y últimamente ha estado bastante tiempo con nosotros. Suele solo darnos al menos cuatro clases en el día, mientras que los demás docentes se encargan de las que faltan. Pero ahora pasa casi todo el día con nosotros haciéndonos sugerentes ideas respecto a que hacer una vez salgamos del instituto.
Como es de esperarse, ha venido con otro tema bastante interesante para discutir con sus alumnos. Ahora nos ha comenzado a hablar sobre “La vida después de los amigos”. Me parece bastante curiosa su concepción en cuanto a lo que es una vida que se supone tendremos una vez seamos totalmente independientes. Según el señor Donovan, una vez te independizas todo a tu alrededor cambia. Tu actitud cambia, tu ambiente cambia porque tú cambias, tus amigos cambian, incluso cambias de amigos. Eso es según lo qué el piensa. También dice que es bastante normal que nos olvidemos, una vez estemos en la universidad, de aquello que alguna vez creímos de lo más importante pero que estando en nuestros estudios universitarios llegamos a pasarlo a segundo plano, o incluso a tercero, porque se vuelven nuestras prioridades algo llamado estudios.
Discrepo con él en todo el amplio sentido posible respecto a lo que dice. Una vida después de Cori y Karla, y una vida sin ellos, no es realmente algo que pueda concebir. Intentar hacerlo es solo atormentarme y quererme suicidar en vida. Estoy seguro que tanto ellos como yo estamos pensando que el señor Donovan ha sacado esto de un libro de psicología mal logrado, pues según lo veo yo, solo está siendo objetivo en ciertos aspectos de la vida. Está mirándonos como si fuésemos a concebir nuestra adultez como un monótono empleo, una familia simplona y una escueta vida social constituida por colegas de trabajo. No, mi manera de ver mi vida después de Longmont Sunset va más allá de ello. No la concibo alejado de ninguna de las personas a las que amo, no me la imagino sin hacer las cosas que tanto me gustan, no la pienso como una gris y amarga realidad sin emociones que poder experimentar. No. No es así, me la imagino mas bien llena de todo aquello que me hace sentirme feliz, de aquello a lo que puedo hacer feliz y de aquellos que harán de mi vida y de la suya una sola cosa para poder ser lo que siempre quisimos; algo que perdurará para siempre.
El señor Donovan a veces es estúpido… solo a veces. Otras tantas, puede tener razón, pero solo otras tantas veces.
En cuanto a mi, posiblemente sea un soñador.
Las clases pasan en un abrir y cerrar de ojos, y como es costumbre, han transcurrido sin mucho que destacar, mas que la vomitada que ha dado Liliana, la chica que se sienta junto a Nixon. Ha sido tan descomunal la manera en que vomitó que me provoco tantas arqueadas como al señor Donovan cuando acorrió a auxiliarle. Pobre Liliana, seguramente ha comido algo que le sentó mal en la cafetería.
El timbre de salida me revuelve las ideas como siempre lo hace, dándome el pase de salida del instituto. Todos se van y como era de esperarse, somos los últimos en salir. Pasamos por donde Kiwi entregando las llaves y nos retiramos.
André me ha llamado, informándome que los frenos se han vuelto a averiar, así que como el auto no funciona, tenemos que irnos caminando. Khana y Jennel van adelante, tras ellos Nixon y Kathy, y por ultimo Karla, Cori y yo.
Es extraño que Karla y Nixon no vayan juntos, pero es seguramente que Nixon se ha percatado del ambiente tan cortante que hemos estado pasando con Karla y nos está dando el espacio para solucionar lo que tengamos que solucionar.
Karla y tú están extraños—me dijo ayer en un mensaje de texto—. Deberían hablar de lo que fuese que tuviesen que hablar.
No me sorprende la verdad que se haya dado cuenta del asunto. Él y Karla pasan bastante tiempo juntos que ha de haber notado el cambio de actitud de ella, y pues, si Karla le ha contado lo sucedido—cosa que dudo—entonces tendría mas razones para que aclaráramos la situación.
Sin embargo todo está ya claro… o eso creo.
—Deberíamos de ir a comer cremas este fin de semana—sugiere Cori, que camina entre Karla y yo—. Hace días que no vamos a la ciudad.
—Buena idea—secunda Karla—.
Hace ya un buen tiempo que no salimos los tres juntos a algún lugar. Últimamente todo ha estado dando giros demasiado acelerados, tanto que no nos dan el espacio para un pequeño descanso. Un descanso que realmente necesitamos.
—Cori…—musita Karla.
—¿Qué sucede?
—Una marca… una marca se mira en tu cuello. ¿Quieres que lo arregle?—le pregunta con bastante cuidado.
Un moretón. Si, uno de los tantos que Cori posee a causa de la leucemia asoma por su cuello blanco y grueso. Él asiente, entonces Karla, con el permiso que sabía que no necesitaba, se dispone a arreglarle el cuello de su suéter y lo oculta.
Luego de ello, el silencio nos invade por sorpresa, cayéndonos como una emboscada fría y pesada que se empieza a impregnar de manera irritante. Cori, cabizbajo, camina a paso lento entre nosotros, al mismo paso que vamos Karla y yo, que quien sabe si caminamos así por los pocos deseos que tenemos de llegar a casa o si es por el bastardo recuerdo que nos revive esa cruel concepción de la enfermedad de Cori. No es nada agradable la verdad, tampoco es muy sugerente hablar de ello pues solo nos pone mas mal, pero el no hacerlo solo me hace sentir de lado en el asunto cosa que no me gusta, es por eso que aunque no quiera darme cuenta de ciertas cosas, busco afanosamente respuestas a muchas interrogantes respecto al estado de Cori que sé que me dañan por dentro al saberlas pero que también me hacen fuerte y me dan esperanzas.
—Perdona, Karla—advierte Cori, rompiendo finalmente el silencio—. Perdóname por haberte ocultado esto.
—Está bien Cori, no te preocupes.
—No, no está ni estuvo bien—le contradice él—. Por eso perdóname.
—Entonces perdóname a mí por haberme enfadado contigo por ello.
—Es curioso—musita Cori con una leve sonrisa—. Pedimos perdón por algo pero realmente siempre supimos que no necesitábamos pedirlo. No me puedo enfadar contigo.
—Ni yo contigo—le dice Karla, volteando a verlo—. Ni con Sasha—advierte dirigiéndome una mirada—.
—Somos unos tontos—les comento con una sonrisa—. Pedimos un perdón que no existe porque no había nada que perdonar.
—Si—asiente Karla con una leve risa que se escapa luego de un resoplar—. Somos unos tontos.
Está claro, por como lo veo, que al final las cosas se solucionaron de una y u otra manera, para dar paso a lo que realmente era importante. Nuestra amistad, nuestra complicidad y el afecto que nos tenemos Cori, Karla y yo. Ahora comprendo que dentro de nuestros errores existe algo llamado solución y que en nuestro caso las soluciones siempre están fuera del error y no dentro de este. Sonrío para mis adentros, pues sé que un momento como este se merece la mejor sonrisa de felicidad que pueda dar.
—No puedo ni podré molestarme con ustedes nunca—nos dice Cori, tomándonos de la mano a Karla y a mí, aun sin dejar de caminar a este paso tan lento que se me hace acogedor. Las manos de Cori están tibias—. De cualquier manera…—musita— de cualquier manera…voy a morir.
Viernes 22 de Octubre de 2010
Posiblemente llorar ya no sea suficiente. Aun así, es todo lo que tengo.
Sasha.

Ending:







tercera firma frank

Autor: Luis F. López Silva
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