Un cajón de sastre al azar

Un cajón de sastre al azar
Imagen de Anita Smith en Pixabay
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domingo, abril 15, 2012

Capitulo 3: Insomnio

 
Un-go
Son las dos de la madrugada y no he podido conciliar el sueño. Sigo pensando en todo aquel asunto de Benny y Liam. Fue realmente horrible. Jamás en mi vida pensé ver un hueso quebrado de esa manera, creí que solo sucedía en las películas de zombis. Sé que no debo darle más vueltas al asunto, Benny esta con vida, o al menos así lo deje en el hospital la última vez que lo vi. He intentado pensar en otra cosa, de distraerme con cualquier ocurrencia pero el asunto vuelve a mi cabeza como una plaga. Cuando eran las doce conté mil novecientas noventa y dos ovejas, pero lo único que logre fue recordar la tarea de matemáticas que olvide hacer. Mañana me darán un castigo; o bueno, será ahora, porque ya es lunes. También me tome una enorme taza de chocolate como a eso de la una de la madrugada, pero diez minutos después recordé que es la leche tibia la que da sueño y no el chocolate. ¿Qué? No me juzguen, la somnolencia me hace más torpe. ¡Ni siquiera tengo ganas de masturbarme! Esto está comenzando a preocuparme.
Veo la hora en mi reloj nuevamente; las dos con diez. ¡Esto se está haciendo eterno! Mejor revisaré el chat desde mi móvil, me da un poco de flojera encender el ordenador, además, si lo enciendo estoy seguro que me veré tentado a visitar alguna página con contenido explicito, saben a qué me refiero ¿Cierto? No me considero adicto a ese tipo de webs pues cuando tenía quince comencé a controlar mis impulsos‒por no decir necesidad latente‒de ver mujeres desnudas todo el tiempo mientras toco mi miembro y lo muevo de arriba a abajo frenéticamente hasta el cansancio. Puedo decir que esa parte de mi adolescencia la tengo controlada…aunque sea un poco. Creo que están comenzando a pensar que soy un completo pervertido, pero déjenme aclararles unas cuantas cosas: número uno, si, lo admito, no soy inmune a la pornografía, número dos, si, paso pensando una cuarta parte de mi tiempo en el sexo, pero me defiendo con decirles que eso ya viene instalado por instinto en el cerebro de cada uno de nosotros los hombres, es una triste realidad pero así es ¿Qué se puede hacer?, y número tres, controlo mis impulsos sexuales, no crean que por cada chica que veo tengo una erección. No señor. Si bien los hombres somos unos calenturientos no significa que no podamos pensar con claridad y raciocinio. Para bien de las chicas, sepan que si podemos interactuar con ustedes y probarles nuestro afecto si necesidad de tramar algo. Yo puedo darle un abrazo a una chica y no necesariamente me veré en el deseo incontrolable de tocarle los senos; y si me viera tentado, sepan que puedo controlarme.
Un mensaje salta en la esquina inferior de mi celular; Cori está conectado. ¿A caso tendrá también insomnio? Seguramente si, con todos los problemas que tiene el pobre no es de sorprenderse. Si hay algo que admiro mucho de él es esa manera de sobrellevar‒o más bien maquillar‒muchos de sus problemas para que no afecten en lo más mínimo a las personas que ama. Sus padres se están divorciando por asuntos que hasta el momento Karla y yo desconocemos. Jamás nos hemos atrevido a preguntarle que está sucediendo en su familia, no porque seamos malos amigos, sino porque sabemos que si se lo preguntamos entonces si se desmoronara completamente y será entonces cuando explote en rabia y depresión. La última vez que trate de saber un problema de él para ayudarlo pude darme cuenta de cuan frágil es. Su hermana menor estaba enferma y le diagnosticaron leucemia. Ninguno de los familiares era compatible para un trasplante de medula ósea, Karla y yo tratamos la manera de ayudar pero las pruebas que nos realizaron resultaron negativas y no pudimos ser donantes. Buscaron entre otros tantos donantes voluntarios pero el tiempo de espera era enorme. La lista de personas que padecían de leucemia era descomunal y todas esperaban ser tratadas y curadas, lastimosamente estoy seguro de que muchas de ellas murieron en esa espera por no obtener el tratamiento a tiempo…como la hermana de Cori.
Emily murió el diez de septiembre de dos mil ocho, hace un año y nueve meses exactamente. Pronto se harán dos años de su muerte y no quiero que ese día llegue, no quiero ver lágrimas cayendo, no quiero ver a Cori llorar otra vez hasta perder la conciencia y verme obligado a recordarle que todos en algún momento moriremos. El día en que Emily murió, ese día descubrí que mi vida era insignificante, pero también supe que era valiosa y que nada podría penetrarla y ennegrecerla, pero a medida que transcurre el tiempo comienzo a pensar que esa negrura jamás la penetró; simplemente ya venía dentro. Los problemas de los padres de Cori surgieron después de que supiéramos sobre la deuda del hospital que aún no terminan de pagar y al parecer aún siguen echándose la culpa el uno al otro por la muerte de su hija. Creemos con Karla que tal vez esa sea verdadera razón de su divorcio pero no podemos asegurar nada.
Recuerdo que una vez Cori me dijo: “Sabes Sasha, te envidio”. El tono de su vos sonó tan franco y triste que en un impulso descontrolado tuve que abrazarlo porque sentí que ahí mismo se vendría abajo Pude sentir en mi rostro las lágrimas que bajaban por sus mejillas. Eran cálidas, como su corazón. A mi corta edad he abandonado muchos de mis prejuicios como hombre y como ser humano y me he dado cuenta que ha sido una de las pocas cosas buenas que he hecho en mi vida. ¿Qué tu mejor amigo no te puede dar un abrazo solo por el hecho de ser chicos? ¿Solo por ese hecho de ser del mismo sexo? Por suerte ese maldito machismo ha desaparecido en buena parte de mí ser y puedo entregarme al poco amor que la humanidad aún tiene. Puedo ir por la calle y si alguien necesita de un abrazo se lo daré, si alguien necesita de un hombro en el cual llorar le prestare los míos para que desahogue sus problemas y seque sus lágrimas, si alguien necesita un beso en la frente y que le digan que todo estará bien se lo daré y le diré que todo estará bien, y Cori y Karla no son la excepción. Me he enamorado de ellos, de cada gota de su esencia, de cada palabra que sale de su boca, de cada gesto que hacen con sus rostros, de ese amor que llevan dentro y que sé que es incondicional para mí. Es por eso que con ellos cualquiera de mis inhibiciones desaparece y me entrego totalmente a sus vidas. Perdonen por estar con estos sentimentalismos pero si hay algo que quiero que el mundo sepa es que existen a mi lado dos personas que tienen libre albedrio en mi vida y que pueden hacer en ella lo que les plazca con la plena seguridad que no habrán consecuencias pase lo que pase. Si, así de importantes son ellos.
¿Despierto tan tarde?‒me escribe Cori por el chat.
Tengo insomnio, además ya es de madrugada así que puedo decir que me he levantado temprano.
‒Buen punto.
‒¿Qué haces a estas horas?  (-:
Mis padres han vuelto a pelear. Mi papa ha golpeado a mi madre.
‒¿Te encuentras bien?  )-:
Necesito desahogarme, no creo poder asistir mañana…o bueno, hoy al instituto.
‒¿Has llamado a Karla?
‒No quiero molestarla con estas estupideces.
‒No estás solo Cori, no seas tan egoísta y no te guardes este tipo de cosas para ti mismo. También nos incumbe ¿sabes?
Cori hace una pausa que me parece eterna. Creo que lo que le he dicho le ha herido, pero detesto cuando nos hace a un lado a sabiendas que nos necesita. Finalmente vuelve a contestarme.
‒¿Qué debo hacer, Sasha?
‒Soy el menos indicado para decírtelo, Cori. He carecido literalmente de padres desde que puedo recordar y se muy poco sobre una vida familiar.
‒Pero aun así, amas la vida que llevas.
‒La amo porque están ustedes, Cori.
‒¿Cómo puedes decir eso? ¿Qué hay de tus padres?
‒Ellos nunca estuvieron ahí cuando los necesitaba. Tú has tenido la dicha de probar la calidez de tus padres.
‒No entiendo.
‒No es necesario, solo quiero que sepas algo, mi vida es feliz porque los tengo a ustedes; a Karla y a ti.
‒No trates de hacerme sentir importante.
‒Jamás lo he intentado.
‒Puedo ir a tu casa.
‒¡¿Ahora?!
‒¿Estas con alguna chica?
‒No
‒Qué alivio.
‒¿Perdón? ¬_¬
‒¿Entonces puedo ir?
‒jajaja, vente si lo deseas, pero ten cuidado.
‒Claro.
Sesión de chat finalizada.
Debo prepararme para cuando Cori venga, seguramente no ha cenado. Veré que hay en la alacena
¿¡Qué!? Si no come adecuadamente le terminará saliendo una ulcera en el estómago. Si se me muere cargare con ese peso en la conciencia…y moriré de depresión. Si, si, lo sé, sueno como una esposa preocupada por su marido, pero es mi mejor amigo y no puedo dejarlo morir de hambre.
He encontrado un poco de sopa de ramen instantánea en la alacena. Algo es algo ¿O no? Así que mejor pondré a hervir la tetera con agua para que ya esté lista para cuando él venga. Me pregunto si vendrá hecho pedazos por dentro, tratando de hacerse el valiente como siempre y reteniendo las lágrimas para hacerme creer que está bien y no le cuente a Karla. Quiera o no se lo terminare comentando, ella siempre sabe qué hacer en este tipo de situaciones. Cori se negará, pero sé a ciencia cierta que no se molestara en lo más mínimo. La tetera comenzó a silbar. El agua para la sopa esta lista así que me dispongo a prepararla. No es que requiera de gran esfuerzo, pero soy un tanto inútil en la cocina y sufro accidentes muy a menudo con cosas calientes, así que tomo tantas precauciones como es debido para verter el agua hirviendo en el tazón.
Despacio. Más despacio. Solo un poquito más. ¡Al fin! Toda el agua dentro del tazón y si ningún…¡Auch! Me he quemado, ¡Demonios!
Miro nuevamente el reloj; las 2:38 AM. Me pregunto por dónde vendrá Cori. Espero y no haya sido tan tonto de venirse caminando. ¡Esperen! Ya está acá, tocando la puerta del patio de mi casa. Me dispongo a abrirle rápidamente.
‒¿Has tenido algún problema?
‒No, por suerte mis padres ni se han dado cuenta.
‒¿Seguro que quieres quedarte? Por mí no hay ningún problema, puedes quedarte el tiempo que desees.
‒Solo quiero despegarme un momento de esta realidad.
‒Entonces bienvenido. ¿Tienes hambre?
‒¿Eres psíquico o qué?
Rio soltando una gran carcajada y le digo que se siente en la sala pero me sigue al comedor y decide cenar‒desayunar ahí. No veo ninguna señal en su rostro de que se sienta triste o necesite gritar o algo por el estilo. Tal vez no ha sido tan grabe después de todo. Le sirvo la sopa en su tazón favorito, uno color verde que siempre utiliza para comer cereal cuando me visita por las mañanas. Karla también tiene el suyo pero el de ella es color violeta.
‒Está deliciosa.
‒Si lo sé, el agua hervida me quedó sabrosa‒le digo guiñándole un ojo.
Logro hacer que sonría; una buena señal. Ha comenzado a comer los fideos de la sopa con algo de lentitud, cabizbajo. El cabello color negro cubre un poco su rostro, tal vez el desánimo supere en creces al hambre, pero de todas formas tiene que comer.
Escucho un sollozo.
Miro a Cori pero sigue normal, comiendo su sopa ¿O es más correcto decir bebiéndola? Ya, qué importa la gramática cuando estoy pensando.
Otro sollozo.
Volteo a ver pero no encuentro nada a mis espaldas. Creo que estoy imaginando cosas. No, no las imagino, vuelvo a escuchar otro sollozo, viene de... Cori. Estiro mi mano con torpeza y quito el cabello de su rostro; veo lágrimas bajando por sus mejillas. Está llorando.
Me levanto apresurado del otro extremo de la mesa y me paro a su lado preguntándole estúpidamente si se encuentra bien cuando sé que está mal. Cori no me dice nada. Vuelvo a preguntarle pero sigue sin soltarme ni una sola palabra.
‒Vamos Cori, ¿qué ha sucedido?
El levanta su rostro y me mira fijamente unos cuantos segundos. Con sus dedos baja un poco su labio inferior y puedo ver unas cuantas magulladuras y heridas en sus encías y también en todo el interior de su boca. También puedo notar que tiene unas marcas de dedos en su hombro y un moretón tras su nuca. Noto que en su otra mano hay un arañazo profundo que está comenzando a sangrar. Se hace evidente lo ocurrido.
‒No me digas que…
‒Mi padre me ha golpeado por entrometerme en su pelea‒me dice con voz quebradiza.
Nos quedamos en silencio un par de minutos. Aun no me pasa la impresión de que el padre de Cori lo haya maltratado. Sé que mi amigo no seria capas de levantare un dedo a su familia ni tan siquiera para defenderse. No quiero ni imaginarme cuantos golpes le dio ni que barbaridades le dijo mientras lo hacía.
Finalmente decido ir por el botiquín. En silencio. Sin decirle ni una sola palabra, no porque no quiera, sino más bien porque no sé qué decirle en ese momento. Lo mejor que puedo hacer es tratar de comprenderlo y de apoyarlo en lo más que pueda, seguramente así podré facilitarle la recuperación de su problema.
Mientras le unto ungüento en los moretones y limpió con algodón y alcohol el arañazo en su mano, él aguarda paciente y en silencio, haciendo pequeños gestos de dolor Sus manos están cálidas y suaves pero sé que ocultan la rabia y el dolor de ser traicionado por su progenitor, de ser maltratado por perder los estribos y ser quien reciba las consecuencias de un problema por el cual nunca tuvo la culpa. Si ser un adulto implica hacer sufrir a otros entonces jamás quiero crecer y madurar. Prefiero morir como adolescente incomprendido a morir como un idiota con pecados y culpas de la vida encima.
‒¿Tienes algún otro golpe?
Él no me dice nada y sigue cabizbajo. Siento su vergüenza latente, aquella vergüenza de no poder encontrar en su hogar lo que ha encontrado con personas ajenas a su sangre. Yo he experimentado esa sensación antes, cuando estoy con Karla y con él. Esa sensación de obtener de ellos lo que mi familia no puede darme, esa sensación que una vez sentí con mi abuela y que lastimosamente murió cuando ella lo hizo.
‒¡Contéstame!‒le digo con firmeza.
El levanta su rostro y me mira perplejo. No quiero ser duro con él, pero necesito que comprenda que siempre sus problemas fueron, son y serán mis problemas. Necesito que comprenda que la amistad que tenemos viene incorporada con ese pequeño elemento adicional llamado afecto.
Comienza a sacarse el suéter azul negro que lleva puesto y puedo ver su cuerpo de tez pálida con varios moretones en su pecho y en su espalda. Su abdomen por suerte sigue intacto, firme como siempre. ¡Quién lo diría!, Cori hace ejercicio. Qué bien por él. ¡Diablos! debería de ir al gimnasio.
Cubro cada moretón con ungüento y termino rápidamente de curarle. Gracias a Dios no tenía ninguna otra herida de gravedad. Dice que le duelen un poco los golpes en su espalda así que he ido a buscar un analgésico en la habitación de mis padres. Los encuentro junto a un paquete de condones de sabores. ¡Ja!
‒Tómate una‒le explico‒te sentirás algo mareado pero pronto se calmará el dolor.
‒Sasha…‒musita cabizbajo‒.
‒Dime.
Cori vacila unos cuantos segundos, pero abre sus brazos y me rodea, abrazándome con fuerza y comenzando a llorar descontroladamente. Me sorprende un poco que haya decidido sacar toda esa presión que llevaba en su interior frente a mí y que no se la haya guardado para poder llorarla el mismo en la oscuridad. Lo abrazo tan fuerte como puedo tratando de no lastimarle más los moretones y diciéndole que todo estará bien. El sigue llorando y diciéndome cuanto odia su vida y al mundo completo, maldiciéndose y culpándose por problemas que él jamás causó. Puedo sentir los latidos de su corazón que corren acelerados y su respiración agitada que salé con cada llanto.
‒Te envidio Sasha. Envidio esta vida que tienes, sin estos malditos problemas‒dice entre aquel llanto descontrolado que empapa mi suéter gris hasta que las lágrimas atraviesan por completo la tela y llegan hasta mi pecho con la misma calidez.
Si Cori supiera como me he sentido todo este tiempo por dentro. Solo y vacío. Pero él ya tiene un problema y no puedo acongojarlo con los míos.
‒Todo estará bien‒le digo, acomodando mi barbilla en su cabeza y rodeando aún más fuerte con mis brazos su cuerpo que tiembla de emociones confusas.
Trato de calmarlo hasta que saca la última lagrima posible, abrazándolo y susurrándole al oído que no está solo. Lo llevo a sentar en el sofá de la sala y me dispongo a ir a traerle una frazada. No es que piense dejarlo ahí durmiendo pero si vamos a seguir despiertos en esa madrugada fría no puedo permitir que siga sin camisa; puede pescar un resfriado. Le doy la frazada y él se envuelve completamente pero ha tenido que sacársela de encima porque todo el ungüento se le pega a la tela. Decidió quedare sin camisa.
Me siento a su lado, mirándolo, observando aquel cuerpo de hombros encogidos que tiembla no de frío, si no de tristeza. Estoy haciendo un enorme esfuerzo porque no se me salga una maldita lágrima. Realmente me pone triste verle así.
Han pasado cuarenta y cinco minutos y se hicieron las tres y cuarto de la madrugada. Aún seguimos sentados ahí en silencio y el sueño está comenzando a vencerme. Lo veo bostezar y frotarse los ojos; el calmante está comenzando a hacer efecto. El ungüento ya ha sido absorbido por toda su piel; espero y los moretones desaparezcan en un par de días.
Cori me mira fijamente unos momentos, se da la media vuelta y deja caer su cabeza en mis piernas, acomodando sus pies en el otro extremo del sofá. Seguramente ya está bastante cansado. Puedo escucharlo respirar mientras tiene sus ojos cerrados e intenta conciliar el sueño. Ladea su cabeza con su nariz apuntando hacia mi abdomen.
‒¿Qué crees que suceda con mis padres?‒musita aún con los ojos cerrados.
‒No lo sé.
‒Entonces estamos igual‒me dice esbozando una leve sonrisa en su rostro, tomando mi mano y colocándola en su pecho que esta tibio al tacto. Aún mantiene sus ojos cerrados. ‒¿Lo sientes?‒musita.
‒Está latiendo‒le contesto un poco extrañado.
‒ Pensé que mi corazón había muerto.
‒¿Por qué lo dices?
‒Porque me sentía triste‒murmura con esfuerzo‒pero ahora me siento en paz…gracias a ti.
Estoy a punto de soltar las lágrimas que retengo con tanto esfuerzo pero me niego a mí mismo a desmoronarme frente a la persona que me necesita. Se hace una pausa un tanto larga entre nosotros y creí que el al fin se había dormido pero su voz me demuestra lo contrario.
‒¿Soy un estorbo para ti, Sasha?
‒No, no lo eres‒le contesto con voz calmada.
‒¿Lo seré para Karla?
‒Estoy seguro que no.
Vuelve a sonreír y sus parpados se mantienen aún cerrados. Se mira tan indefenso de esta manera. Ahora puedo notar que él siempre necesito de alguien que lo escuchara. Me siento como un tonto por pensar que mi vida era la única llena de problemas y me doy cuenta que hasta mis amigos sufren tanto como yo.
‒¿Quieres ir a dormir a la cama? La habitación de huéspedes esta…
‒Por favor quédate‒me interrumpe entre balbuceos. El analgésico le está provocando mucho sueño.
‒No estás solo, Cori.
‒Entonces quédate a mi lado‒musita con esfuerzo, tratando de oponerse al sueño. Se da la media vuelta y se recuesta sobre su hombro aun en mis piernas.
Me alegra saber por alguna vez en la vida que les puedo ser útil a las personas que son más importantes para mí. Le esbozo una gran sonrisa, cálida y sincera. Sé que no puede verla porque sus ojos están cerrados pero sé que puede sentirla en lo profundo de su alma. Sé que le reconforta…sé que le hace feliz.
‒Sasha…‒musita unos minutos después, cuando creí que ya estaba del todo dormido.
‒¿Qué sucede?‒le contesto con la voz un poco torpe. He echado mi cabeza hacia el espaldar del sofá disponiéndome a conciliar el sueño. Se hace otra pausa entre nuestras voces y el silencio de un amanecer venidero nos envuelve.
‒Hueles bien‒murmura nuevamente. El tono de su voz suena con una paz y sinceridad palpable. Finalmente se duerme.
No sé si reír o llorar. Pero sonrío de todas maneras. Lo único que sé es que me hace feliz escuchar, escuchar su tristeza, escuchar su felicidad…escuchar que me necesita. Me hace feliz saber que le he sido útil. Me hace feliz saber… que él sabe que no está solo.

Lunes 21 de Junio de 2010
4:00 AM (madrugada)
Amigo confidente, hoy he visto a una parte de mí mundo caer. Lo he visto desmoronarse…lo he visto sufrir. Hoy me siento afortunado; he podido sanar su sufrimiento, le he prestado mi hombro para llorar…le he escuchado. No puedo explicar la tristeza que siento por su dolor pero me siento feliz saber que ha pensado en mí como alguien en que puede confiar.
Somos lo que tenemos y tal parece que Cori encontró en mí lo que necesitaba: un amigo…posiblemente un ser humano.
Sasha
PD: Al parecer huelo bien.
Ending:







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Autor: Luis F. López Silva
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