Este, veamos. Si mal no recuerdo esta es la dirección que este torpe me dio. Frente a mi tengo una hermosa casa, con una hermosa entrada que posee un enorme árbol que da bastante sombra, y un auto convertible frente a la cochera. Leo en la placa dorada que está pegada justo debajo del timbre de la puerta: “Familia Leader” Bien, sí, creo que no me he equivocado. Finalmente he llegado a la casa de Sasha. Me pregunto si estarán sus padres. Es primera vez que lo visito, y estando sus padres me será un tanto incomodo el ambiente. Siempre he dicho que estar con los padres de mis amigos hacen del momento un tanto pesado… a menos de que se trate de Victoria… o Cecilia. Ambas mujeres son unas dementes, según me contó Sasha. Dijo que juntas eran un peligro para el bienestar físico y mental de cualquier ser vivo. Me recuerdan a mí. Debería de estar en un manicomio con camisas de fuerza.
¡Ah! Por cierto, se me olvidaba. Por si aún no se enteran. Sí, soy yo amigos, Frank, o Fran, o Luis, o Luis F. López Silva, según quieran llamarme, por todos esos nombres está bien ja—ja—ja (mi risa en persona es más descarada y contagiosa). Y si, es lo que piensan, estoy a punto de escribir una nueva novela, basada en la adolescencia de alguien y creo que el viaje desde El Salvador hasta aquí, Longmont, valdrá la pena. Al final, Sasha… él es todo lo que puedo o no puedo ser, y posiblemente la vida de Sasha sea todo lo que alguien quiera o no quiera vivir.
Toco el timbre y el sonido en el interior de la casa resuena hasta el exterior. Espero unos minutos a que alguien abra la puerta pero nadie lo hace. Vuelvo a tocar y espero… sigue sin suceder nada. Saco mi móvil y busco en mi agenda el número de Sasha. Veamos… Khana… no, Lechuga… no, Karla… podría llamarla, pero es posible que Sasha no esté con ella. De todas maneras luego iré a verla. Sasha dijo que hoy no saldría. Sigo buscando en mi agenda de contactos en busca de su número, veamos, Cori… ummm, no, mejor luego pasaré a saludarlo. ¡Ah! Sasha, aquí está su número. Presiono el botón de marcado y el sonido de llamada saliente comienza a sonar en el auricular del celular.
Suena cinco veces y nadie contesta excepto el buzón de voz.
«Hola, sea quien seas. No puedo responder en estos momentos, por favor deja tu mensaje y luego te devuelvo la llamada. A menos que seas un yogurt puedes pasar…o si eres Frank también pasa que la puerta está abierta»
No sé si fue el quien respondió o hizo este mensaje de voz justo para esta ocasión a propósito. En fin, ya que puedo entrar, lo hago. Justo cuando abro la puerta la calidez agradable del interior me envuelve. El olor a comida inunda todo el lugar y puedo escuchar sonidos provenientes de algún lugar, seguramente de la cocina.
—¡Hola!—llamo desde la entrada, una vez que he cerrado la puerta tras de mí.
Nadie contesta y, por unos segundos, todo vuelve a quedarse en silencio. Entro con lentitud y una vez avanzo unos dos metros a mi derecha me encuentro con una enorme sala, y, al fondo de esta, justo en una esquina, hay una linda chimenea. Genial, aquí tienen chimeneas y en mi país morimos por el aire acondicionado pues el clima puede ser a menudo un horno. Que irónica es la vida. Bueno, como decía, la sala es enorme, y las paredes están pintadas de un hermoso color blanco con decoraciones plateadas en la parte inferior. Justo frente a la sala se encuentran las escaleras que van a dar a la segunda planta. A la izquierda de la sala hay otra habitación que se deja entre ver por unas puertas corredizas de vidrio. Me asomo a inspeccionar y mirando a través del cristal puedo observar varios estantes repletos de libros, un par de escritorios, una computadora y unos cuantos archivadores. Esta es seguramente la oficina de los padres de Sasha. Se mira bastante acogedora para llevar acabo las cuestiones del trabajo. Si mi memoria no me falla, Sasha me comentó que sus padres eran genetistas. Seguramente tendrán mucho que trabajar en los laboratorios. Eso del ADN es un poco tedioso.
Escucho otra vez ruidos. Parecen provenir del otro lado de la sala. Dejo de curiosear por ahí y me dispongo a buscar a este chico de ojos azules. ¿Dónde estará metido?
—¿Sasha?—vuelvo a llamarle, pero esta vez si logro obtener una respuesta.
—¡Aquí, en la cocina!
El sonido se escucha del otro lado. Atravieso la sala y el olor a comida se hace más intenso. Justo después de la sala llego a la cocina y finalmente encuentro a quien buscaba. Todos voltean a verme cuando entro, y digo todos porque Karla y Cori también están acá.
Karla está a la cocina preparando algo que por el olor que se siente parece que estará bastante delicioso, y Sasha y Cori, bueno, ellos están tirados en el suelo… ¿Peleando?
—¿Qué demonios hacen ustedes?—les pregunto ladeando la cabeza.
Ellos me miran fijamente por unos segundos sin saber que decir. Cori se encoje de hombros y se digna responderme.
—¿Trato de que Sasha me dé un poco de estos melocotones en lata?—advierte tratando de excusarse.
—¡Ve y saca otra de la alacena!—le rezonga Sasha.
—Pero es que yo quiero esta—se queja Cori—. La otra no tiene el almíbar tan bueno.
Siguen rodando por el suelo de un lado a otro tratando de quitarse la dichosa lata sin conseguirlo. Parecen niños que se pelean por un dulce… o en este caso por melocotones enlatados. Y no sé cómo demonios es que se me ha ocurrido hacer una novela de ellos. Resoplo con resignación mientras pongo mi bolsón sobre la mesa.
—Hola Frank—me saluda Karla acercándose a abrazarme—. ¿Qué tal ha estado el viaje?
Le devuelvo el gesto y ella me sonríe. Se da la vuelta y regresa a continuar lo que prepara. Logro notar que hay vegetales salteándose en una cacerola y el olor se hace más intenso. No tardará mucho en darme hambre.
—Cansado—le digo haciendo una mueca de desdén—. El autobús que viene hasta acá se averío justo antes de salir de la parada y tuve que venirme caminando.
—Hubieses llamado a este par de tontos—me dice dirigiéndoles una mirada acusativa a Cori y Sasha que aún no dejan de pelar—. Hubiesen ido por ti en el auto.
—¡Oye! ¿A quién le dices tonto?—rezongan ellos al unísono.
—No estuvo tan mal del todo—le digo encogiéndome de hombros—. La vista de camino acá es impresionante.
—Lo es—me secunda Karla con una sonrisa—. Deberías de ver la montaña Longs Peak al atardecer. Es impresionante.
—Es cierto—advierte Sasha poniéndose de pie. Ha logrado coger la lata con melocotones—. Parece una bola gigante de helado de vainilla.
—O de crema batida—agrega Cori.
—De helado—le dice Sasha mirándolo con el ceño fruncido.
—De crema batida.
—De helado—vuelve a espetarle.
—Devuélveme esa maldita lata—rezonga Cori tirándose encima de él.
Ambos regresan a la misma discusión por la lata. Sasha corre para que Cori no se la arrebate y este le sigue por toda la casa. Se puede escuchar el correteo de un lado a otro y los quejidos del forcejeo por los melocotones incluso arriba, en la segunda planta. No sé cómo demonios es que ya tienen diecisiete y parecen niños de nueve años. En fin, creo que hay que divertirse y hacer tonterías mientras se puede.
—Debería decirles que esos melocotones ya caducaron—musita Karla mientras sirve la comida.
—Deberías. Pero digamos que no quieres hacerlo.
—Sí. Creo que tu sugerencia me satisface—advierte con una sonrisa socarrona—. Será interesante cuando se den cuenta.
Nos dirigimos una mirada de complicidad y luego nos soltamos a reír. Será divertido cuando abran esa lata y se encuentren con los melocotones echados a perder.
Karla me sirve un poco de comida y se sirve un poco para ella. Nos sentamos a comer no sin antes preguntarle si Sasha y Cori comerán con nosotros, pero dice ella que antes de que viniera yo fueron ellos quienes se acabaron toda la comida, y fue por eso que tuvo que cocinar por segunda vez para mí y para ella.
La comida tiene buena pinta. Es pollo salteado con verduras. El olor es bastante agradable y al primer bocado puedo notar que una explosión de sabores inunda mis papilas gustativas sin darles descanso. Esto está sabroso.
—¿Cómo se llama esta cosa?—le digo mientras como aceleradamente.
—¿Comida?—me dice encogiéndose de hombros.
—A veces creo que te diviertes con esas respuestas—le digo con tono sarcástico.
Karla suelta una risotada contagiándome momentáneamente. La verdad es que ya hacía un muy buen rato que no veía a estos chicos. Fue en tan solo una ocasión, que por circunstancias muy peculiares los conocí cuando visitaron mi país. Pero esa es una historia aparte que luego les contaré. Sin embargo, ese encuentro de lo más extraño ha sido una de las mejores cosas que nos ha podido pasar.
Los chicos ya han dejado de pelar por la lata de melocotones. Parecieran más calmados. Seguramente ya se dieron cuenta de que esa cosa caducó. Se miran decepcionados.
—Al cabo que esos melocotones no son tan buenos—dice Sasha sentándose junto a mí.
—Ya lo había dicho yo—masculla Cori—. Esas cosas no son mis preferidas. Lo mío son las crepas.
—¿Qué han hecho con la lata?—les pregunta Karla, recogiendo los platos.
Ya hemos terminado de comer y el almuerzo estuvo bastante bueno. Esta chica sí que puede cocinar.
—¿Qué lata?—inquiere Cori.
—La de los melocotones.
—¿Qué melocotones?—pregunta ahora Sasha.
Se nota como ambos tratan de pasar por alto el ridículo de hace unos momentos, pero pareciera que Karla no se los hará tan fácil.
—Como si no supiera que esa cosa estaba vencida—les dice ella riendo.
Los chicos se dirigen una mirada recelosa y luego voltean a verme con semblante acusativo. No hago más que encogerme de hombros a modo de excusa. Me di cuenta de que esa cosa no servía hasta que ellos se pusieron a pelear en la segunda planta.
—¿Así que tú ya lo sabias?—le reclama Cori.
Karla suelta un sí, seguido de una carcajada que no puede contener. La verdad es que también quiero reírme pero si lo hago el pago por las consecuencias puede ser un poco… caro.
—¿Por qué diablos no nos dijiste?—le refunfuña Sasha cruzándose de brazos.
—Sasha, tesoro, si hubieses preguntado te lo hubiese dicho.
—Touché—advierte Cori.
Sasha me dirige luego una mirada un tanto fulminante.
—Tú ya lo sabias—me dice, acusándome con un gesto serio.
—Juro que lo supe hasta hace unos minutos.
—Debería darte un zape en la nuca—me dice Cori.
—Deberías de violar a Sasha—le respondo con desdén.
Todos se quedan perplejos y yo tapo rápidamente mi boca. Cori vuelve a mirarme con una cara asustada y niega con su cabeza para que no continúe, y solo así me doy cuenta de que aún hay muchas cosas que no suceden… pero que pronto deberían de suceder. Decido callarme y disculparme. Karla seguramente nota la tensión así que se apresura a romper ese silencio incómodo.
—Todo el mundo quiere violar a este chico—dice, mientras saca del refrigerador una lata de té de limón. Me pasa una y les da una a los chicos—. No es muy difícil que se diga—señala ella.
—¡Oye!—se queja Sasha. Su reacción logra hacernos reír—. A mí nadie va a violarme.
—Posiblemente un día lo haga alguien del salón de clases—le dice Cori destapando su té—. Al final parece que ya comienzas a volverte interesante para las chicas.
—Pensé que tenías novia—manifiesto desconcertado.
—¿Novia?—Karla suelta una risotada seguida de Cori que casi se atraganta con su té. Sasha por su parte se ha puesto todo rojo—. Desde que entró a Longmont Sunset ha sido todo un tema de qué hablar en el instituto. Las chicas salen de donde sea y se le acercan.
—No es cierto—masculla Sasha sonrojado—. Es a Cori a quien persiguen.
—Y a ti, pedazo de bobo. Ha sucedido desde que llegaste—le dice él con una sonrisa socarrona—. Solo que eres tan distraído que te cuesta darte cuenta lo que ellas quieren.
—Mira quien lo dice—le reclama Sasha—. El señor “Todas me persiguen pero yo tampoco tengo novia”
—Tengo mis razones—advierte Cori encogiéndose de hombros.
—¿O será que ya tienes a alguien?—le interroga Sasha con una sonrisa que me parece de lo más picara.
Karla simplemente se limita a observarnos, mientras yo me divierto con esta peculiar discusión. La verdad es que si estos chicos pasan así todos los días he de suponer que no se aburren. Cada tontería es risa, y bueno, es entretenido. Son buenos chicos. Son geniales.
—Quien sabe—se excusa Cori con otra sonrisa que solo deja más en duda a Sasha y a Karla.
Pasamos así un largo rato hablando desvaríos en la cocina. El ambiente es bastante agradable y me da la sensación de quererme quedar aquí siempre. Pienso que tal vez es por eso que Cori y Karla vienen a menudo, tal y como Sasha me cuenta, a visitarlo. Según me dice él, los chicos pasan casi todo el día acá. Es como si vivieran prácticamente aquí, y hasta cierta medida los envidio. Pasan buenos ratos.
Llegué justo a las doce con quince y ya han pasado dos horas desde que vine. Ya son las dos con treinta y aún no he hecho nada de lo que se supone que venía a hacer. Como no podré quedarme mucho tiempo tengo que moverme rápido, puesto que mañana tengo que partir nuevamente y quien sabe cuándo vuelva a ver a estos chicos. Es mejor que comience mi trabajo.
—Vamos, te mostraré donde dormirás esta noche—me dice Cori guiándome.
Sasha y Karla se quedan en la cocina y me dispongo a seguir al chico de ojos verdes por las escaleras. Noto cuando logramos subirlas que arriba es tan enorme como en la primera planta. Es un pasillo bastante largo y al otro lado de las escaleras hay otra pequeña sala. Vaya que es una linda casa. Cori me hace señas que lo siga así que dejo de lado por unos momentos mi asombro y prosigo.
—Así que… ¿Aun no se lo dices?—le pregunto a Cori mientras lo sigo por el pasillo.
Cori niega con su cabeza, cabizbajo y en silencio, sin dejar de caminar. Puedo notar como sus mejillas se han sonrosado un poco por ello y como una leve sonrisa se dibuja en su cara. Un mechón de su cabello cae por su frente… Cori pronto necesitará un corte.
—¿Cuándo piensas hacerlo?—inquiero sin dejar de mirarlo.
—No sé si deba de hacerlo, Frank—me dice casi en un susurro.
—Si no lo haces nunca sabrás si debiste o no debiste haberlo hecho.
Cori aguarda por unos momentos en silencio, sin detenerse en su paso hasta que llegamos a la habitación de huéspedes. Dejo mi mochila sobre la cama, saco de ella unos papeles, y luego nos disponemos a regresar. Pareciera que Cori se lo piensa mucho al respecto. No ha de ser fácil.
—¿Algún consejo de cómo debería de hacerlo?—me pregunta finalmente rompiendo el silencio.
—Solo se sinceró. Él lo apreciará.
—¿Cómo crees que reaccione Sasha?—inquiere un poco preocupado.
Me encojo de hombros sin saber que responderle. La verdad es que Cori lo conoce más bien que yo, así que esa no es una respuesta que pueda darle yo.
—Ni la menor idea—contesto—. Esto de enamorarse es jodidamente difícil.
Llegamos abajo nuevamente y Karla y Sasha se han movido para la sala. En la televisión pasan las noticias sobre alguien que enloqueció y quiso producir un atentado por una engrapadora. El mundo se está volviendo loco.
—¿Por qué no compró una en alguna papelería?—dice Karla indignada—. Ese hombre tiene que tener un tornillo zafado.
—Seguramente no come yogurt—le digo dejándome caer a su lado en el afelpado sofá.
—La vida es cruel sin yogurt—manifiesta Sasha que está sentado en el otro extremo del sofá.
Karla ha quedado entre nosotros dos y Cori se ha tirado en la alfombra, recostando su cabeza en un cojín que ha cogido de uno de los sillones. Una vez terminan de dar el informe de las noticias paso entonces a lo que he venido.
—Bien, gentes—les digo mientras abro el folder que traigo entre las manos.
Saco de él unas páginas engrapadas y les paso un pequeño folleto a cada uno. Ellos lo toman y comienzan a hojearlo con bastante curiosidad mientras yo me propongo explicarles de qué va el asunto. Ya hacía unos días que se los había comentado así que ahora solo les aclararé lo que posiblemente no entiendan.
—Esta es la estructura del proyecto—continúo—. Los capítulos tendrán su título según su contenido. Cada capítulo tendrá su imagen inicial y su canción del final.
—¿Y cuál será el título de la historia?—pregunta Karla alzando la mano.
—Aun no lo sé. Solo sé que tratara sobre la vida adolescente de alguien. ¿Quién quiere ser el personaje principal?
—Yo voto porque sea Sasha—dice Cori asintiendo.
—Estoy a favor de su idea—secunda Karla.
—¿¡Qué!? ¿¡Yo!? Pero si soy lo más aburrido que puede haber—se excusa Sasha tratando de zafarse de ser el centro de todo.
—La verdad que a mí me parece una buena idea—le digo encogiéndome de hombros—. Tu nombre quedaría bien como título principal.
—Déjame ver si entendí—interviene Cori—. Escribirás una historia que utilice nuestros nombres. ¿Correcto?
—Así es.
—¿Y te inspiraras en nuestras vidas?—añade Karla.
—Digamos que sí. Y en la vida de otras personas más. Digamos que Sasha será construido a base de muchas personas. La personalidad de varios unidos en uno solo.
—Y ese ser unificado seré yo—termina de concretar Sasha.
—¡Exacto! Y la de Karla y Cori también será a base de muchas personas y la de los demás chicos por igual.
Los chicos se miran entre si y asienten. Tal parece que les ha llamado la atención lo que les he propuesto.
—¿Y qué pintamos nosotros en todo esto?—me interroga Cori—. Podrías haber utilizado nuestros nombres y nada más, sin necesidad de preguntárnoslo.
—La verdad que si necesitaba consultárselos. Digamos… que esto me permitirá saber todo de ustedes. Ya que ustedes han aceptado, desde ahora en adelante sus vivencias serán mis vivencias, y gracias a eso podré escribir la historia.
—¿Será como ese programa de Jersey Shore?—inquiere Karla un poco asombrada.
—Algo así. Solo que sin cámaras que los sigan a todas partes.
—¿Y entonces como lo harás?—me interroga Sasha con bastante curiosidad.
—Tengo contactos. Unos amigos más bien que me está ayudando con esto.
—¿A sí? ¿Quiénes son?—advierte Cori, ladeando la cabeza.
—¿Conocen a Ethan y a Evanna?—les pregunto resoplando.
Sasha, Karla y Cori vuelven a verse entre sí, encogiéndose de hombros y sin idea de las personas de quienes hablo. Supongo que es mejor que no lo sepan, al final, no todo el mundo… tiene la posibilidad que Evanna me brinda. Una posibilidad que me ha de costar un precio muy alto. Siempre he dicho que en este mundo lo tangible no siempre es todo lo existente. Algunas veces esa parte tangible puede ser tan solo un fragmento de una realidad distinta, y bueno, Ethan y Evanna son parte de esa realidad que a estas alturas, en esta parte de la otra realidad no conocen… a menos que se lleguen a tener motivos muy fuertes para poder ver esa realidad. En fin, mejor no los confundiré tanto. Es posible que en un futuro escriba respecto a esa otra realidad, solo así es posible que la conozcan.
—La verdad era que no esperaba que los conocieran—les digo con resignación—. El punto es que escribiré sobre ustedes.
Ellos se encogen de hombros y asienten a modo de aceptación. Al menos no me han pedido tantas explicaciones. Y por el momento es mejor que no les dé tantas.
Termino de explicarles todo lo que resta respecto a la historia y mientras tanto, se llega la noche. Entre tanta charla y una que otra tontería que nos hace reír el tiempo se ha pasado bastante rápido. Cori y Karla tienen que ir a sus casas por unas cosas ya que han decidido quedarse a dormir acá. Con esto aprovechamos para salir a caminar. No conozco muy bien el lugar así que la idea de dar una vuelta por ahí a esta hora me parece atractiva.
Salimos a la calle. El clima está algo frío así que Sasha vuelve a entrar por un suéter para poder prestarme. No pensé que hiciese tanto frío aquí por la noche, si ahora en la mañana era un horno. El clima está loco últimamente. Karla, Cori y yo lo esperamos, mientras, sentados en la acera, mirando la inmensa oscuridad que tenemos por delante y la oscura calle que va hacia la ciudad. A lo lejos se puede ver una tenue luz blanquecina que ilumina una pequeña línea del cielo. La luz de la ciudad. Desde aquí pareciera que esa luz es la luz de algún amanecer o atardecer, pero no es más que el producto de los edificios de restaurantes y tiendas bien iluminadas.
—Oye Frank…—musita Karla.
En el silencio del exterior, alejados de ese bullicio de la ciudad, los sonidos de la noche son bastante acogedores. Los grillos estridulando, uno que otro búho ululando por ahí y luego… el silencio de la oscuridad de la noche.
—¿Qué sucede?—le pregunto, mirando hacia el cielo estrellado.
—Sasha aún no sabe lo que sucedió hace unos años—murmura volteando a verme.
—¿Te refieres a lo de Liam?—le pregunto un poco extrañado.
—No—interviene Cori—. Karla se refiere… a lo otro. Aunque lo de Liam tampoco lo sabe aún.
—Ya veo—musito.
La verdad es que ese es un tema delicado. Lo de Liam y… esa otra situación también lo es. Hasta estas alturas Sasha sabe muy poco de lo que sucedía antes de que el viniera acá, según me han comentado Cori y Karla, pero también sucedieron otras cosas recién apareció él aquí. Cosas que es mejor por el momento no comentar con nadie que no fuera Karla o Cori, y solo cuando ellos se consideren preparados para decírselo a Sasha, solo hasta entonces será indicado hacer algún comentario con él al respecto.
—No pensaba decirle sobre una cosa u otra—advierto encogiéndome de hombros—. Eso no me concierne a mí, chicos. Ni lo de Liam… ni lo que sucedió luego.
—Gracias—musita Cori con una sonrisa—.
—Estoy más tranquila ahora—advierte Karla exhalando sonriente.
—Sus motivos para que sucediera eso, no lo de Liam, si no lo otro… ¿Fue Sasha, cierto?—pregunto sin tratar de incomodarlos.
Ambos aguardan en silencio por unos segundos y luego alguien se arma de valor para responderme.
—Siempre… fue Sasha—agrega Cori.
Vuelvo a mirarlos a ambos. No parecen molestos, ni tampoco pareciesen arrepentidos de haber hecho lo que hicieron. Al final tienen una buena razón, y si esa razón es tan fuerte como su voluntad y no perjudicara la sanidad de ninguno supongo que está bien que hagan lo que van a hacer. Y se preguntaran ¿Qué fue eso que sucedió exactamente? ¿Qué es eso de lo que hablamos en estos momentos? La verdad es que es posible que con el tiempo puedan llegar a saberlo… pero eso depende de ellos, no de mí.
Sasha ha regresado con el suéter y un gorro color gris. Me lo pongo y tal parece que somos casi de la misma talla. Una vez me abrigo como es debido nos decidimos ir hacia donde Cori y Karla por las cosas que van a traer.
Mañana tendré que regresar de nuevo a mi país, pero haber venido de visita ha sido algo que debí de haber hecho hace mucho tiempo. Ha sido un día genial, me la he pasado estupendo con ellos y la verdad es que espero poder plasmar la vida de estos chicos de la mejor manera posible. Ojala y sirva en alguna medida a alguien, y logre sacar algo bueno de ello. Esta será la historia de Sasha, de Karla y de Cori, esta serán sus vidas… esta será también nuestra historia.
Frank
Autor: Luis F. López Silva
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