Un cajón de sastre al azar

Un cajón de sastre al azar
Imagen de Anita Smith en Pixabay
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domingo, julio 15, 2012

Capítulo 15: Afecto Inmutable

Cloudy Tower
Ha comenzado ha llover. Últimamente el clima ha estado bastante raro. Seguramente toda la deforestación y contaminación ambiental ha comenzado a dar sus frutos; bienvenido caos climático. Hace unos días estuvo tan soleado que pensé que me iba a freír vivo por cada vez que salía de mi casa, luego en las noches el clima es tan gélido como el congelador de la nevera y ahora, curiosamente, llueve por cada rincón.

No se si ya lo he mencionado pero me encanta la lluvia. Es esa sensación tan calma y quieta, ese sonido del “tick, tick, tick” de cada gota de lluvia golpeando el suelo o la ventana, ese trueno a lo lejos que si estas atento logras escucharlo hacer eco, esa brisa tan fresca y húmeda soplando en tu rostro, es todo eso lo que hace que me ponga por mi ventana a verla caer. Me relaja. Sonrío.

El cielo está gris hasta donde la vista alcanza, la llanura tras mi casa se encuentra empapada y puedo ver los rayos surcando el cielo a lo lejos. Esto me recuerda a Darien y a Carol, que seguramente en su casa estarán tomando en estos momentos una taza de chocolate o café caliente con malvaviscos. Debo de ir a visitarlas de nuevo uno de estos días. Aquí en Longmont las tormentas suelen ser bastante dóciles, son simplemente una lluvia en la que cualquiera se vería tentado a salir y jugar bajo ella, pero las pocas veces en las que se torna violenta—y cuando digo violentas es que son realmente VIOLENTAS—es mejor quedarse en casa escondido bajo las sabanas. Creo que prepararé chocolate.

Bajo a la cocina en busca de malvaviscos. Espero y no se los hayan comido todos los chicos. Si hay alguien en el mundo que ama los malvaviscos con locura son Karla y Cori. La ultima vez compré la bolsa Jumbo de ellos y en tres horas habían llegado a sus estómagos alrededor de trecientos malvaviscos; son todo un caso a la hora de comer y no se como demonios no engordan. Bueno, supongo que es porque hacen ejercicio. Cori como siempre hace ejercicio en su casa, tiene pesas y todas esas cosas necesarias para sacar músculos en poco tiempo, posiblemente eso explique por qué el chico esta en buena forma. El hecho de que se saque su polera luego de sudar en el entrenamiento provoca euforia entre las chicas que asisten a verlo. Solo son unos pectorales bien formados, un abdomen bastante marcado y bíceps bien definidos, todo en bastante armonía con su contextura física, sin llegar a ser muy poco pero tampoco sin exagerar y verse como los luchadores de la WWEque se miran deformes de tanto musculo. No, definitivamente él ha sabido como mantener un buen físico.

En cambio Karla, ella como siempre, se mira hermosa. Tendrá sus secretos para mantenerse así pues come como demente, seguramente tanto como yo y como por arte de magia no engorda. Va al gimnasio, si, y aunque no lo crean no toma ningún suplemento que la haga adelgazar. Se cuanto odia ese tipo de drogas para verse mas delgado y se a ciencia cierta que nunca las tomaría. Creo que simplemente tiene un metabolismo acelerado y pues con el gimnasio logra ese cuerpo tan perfecto que tiene. Al cargarla puedo sentir que es liviana pero sin llegar a los extremos, tiene el peso justo y la altura perfecta. Bien, ella es ese tipo de chica que se merece un chico de lo mejor, juro por Dios que si se le atraviesa un idiota lo moleré a golpes así sea me cuesten mis dientes. Con Cori no puedo decir lo mismo…simplemente no se dan las circunstancias por el momento.

En fin, viendo que ellos se encuentran en tan buena forma me he decidido desde hace un mes más o menos a ponerme en forma y no puedo quejarme de los resultados. Si bien antes tenía un cuerpo nada mal, ahora está más que mejor. He notado últimamente que en mi abdomen comienzan a marcarse unas líneas y que mi pecho se ha vuelto un poco más amplio, sin mencionar que mis brazos están un poco más gruesos. En fin, no es la gran cosa pero se puede notar un poco el cambio. Al menos haciendo ejercicio me siento un poco mejor y agarro resistencia para las masacres que se hacen en la clase de deportes con el entrenador Rony. Es un psicópata del ejercicio y dictador de lo imposible. Una vez nos puso a correr desde el Instituto a la ciudad. ¿¡Quién carajo en su sano juicio pone a correr a chicos de 17 años casi quince quilómetros!? Lo único positivo que pude sacar de eso fue descubrir que mi vocación no será nada deportiva.

Por suerte he encontrado malvaviscos. El chocolate esta preparado así que mejor voy a merendar. Desde la cocina, a través de la puerta de vidrio que da con el patio puedo ver las gotas de lluvia salpicando el suelo. A lo lejos puedo ver el bosque que curiosamente del lado de la cocina se ve más cerca…a algunos cincuenta metros tal vez.

Sorbo. Está caliente. Dulce y caliente. Este chocolate me recuerda vagamente a Tránsito. Más que la sirvienta de la casa cuando vivía en Nueva York, una amiga. Ella, siempre amable conmigo y cariñosa hasta donde el corazón le alcanzaba jamás me vio como un mocoso que en la ausencia de sus padres podría hacer lo que el trasero le roncara. Siempre me vio como a un hijo, que cuidaba con bastante celo y cariño, contándome de su natal pueblo en donde vivió. Si mal no recuerdo era un lugar llamado “Cantón El Mozote”que según me contaba Tránsito, durante la guerra había sido uno de los lugares en donde se había perpetrado una de las peores masacres en la historia de su país. Un día de estos debo escribirle o llamarle. Realmente me encantaría saludarla nuevamente. Espero y no haya regresado a su país porque entonces localizarla será una hazaña épica.

Escucho a alguien abrir la puerta. Seguro es Karla o Cori. Como siempre, vienen a menudo. Siento que se preocupan demasiado por mí, les he dicho miles de veces que no me importa realmente quedarme solo en casa, que ya estoy acostumbrado a este vacío pero ellos insisten que si así fuera entonces me molestaría porque ellos llegaran de improviso, cosa que no sucede. A ese punto no pude oponerme, pues la verdad me alegra, pero simplemente intento no agregarles mas carga a su vida.

—¡Sasha!—grita alguien desde la sala. Es Karla

—¡Aquí, en la cocina!

Puedo escuchar sus pasos acercarse y en un par de segundos asoma toda empapada.

—¡Mierda!—Le reclamo levantándome rápido en busca de una toalla para secarla—¡Eres igual que Cori! ¡¿Qué acaso no piensan que se pueden enfermar o qué!?

—¿Lo…siento?

—¡Deberías!—le refunfuño pasando la toalla por su cabeza, secando su cabello—Mírate, estas toda empapada. Te puedes resfriar.

—Venga que los paraguas en mi casa se los habían llevado y quería venir.

—Me hubieses llamado y hubiera ido en el auto por ti.

—Vamos, Sasha, que no es para tanto, además vine por una buena razón.

—¡No creo que haya razón que valga una pulmonía!

—¿A caso lo has olvidado?

—¿Tenía que sacar la basura?

—¡Ahg! ¡Hombres! Todos tienen una mente que solo almacena escasas cosas.

—Culpa a la genética… o al calentamiento global, que se yo.

La miro por unos segundos, examinando sus ojos negro azabache, buscando una respuesta a lo que ella hablaba. ¿Qué se supone que debo de recordar exactamente? Ella me mira por unos segundos y se queda quieta, ambos inmóviles, perdidos en nuestras miradas. ¿Qué estará pensando? Karla me mira sin desviar ningún segundo sus ojos fuera de los míos, puedo ver mi reflejo en el pigmento oscuro de los suyos y seguramente ella su imagen en los míos.

—Debemos…hacer una carta—me murmura sin dejar de verme.

—Este…—carraspeo un poco y le dejo la toalla puesta en la cabeza, me acerco a la mesa y tomo la taza de chocolate para darle un sorbo—¿Carta?

—Eh, si, carta. ¿África?

¡Demonios! Había olvidado que mañana será día de enviar la carta a África. Hace unos años Karla y yo nos inscribimos en un programa de amigos por correo cuando íbamos estábamos en primaria en Nueva York. Desde entonces hemos mantenido contacto con varios amigos que residen en áfrica con quienes charlamos de todo lo posible e imposible. Tenemos tres amigos en total con quienes conversamos, como los envíos de correo desde áfrica hacia acá son un poco costosos entonces intercambiamos cartas cada 3 meses. Si, lo sé, sería mas fácil por correo electrónico, pero vamos, ¿quien tendrá a media sabana internet? El correo es más fácil, accesible y por ultimo pero no menos importante, personal. Ese compromiso de plasmar con tus propias manos la viva representación de la voz es lo que lo vuelve especial.

—¡Ups!—digo un poco perplejo—lo había pasado por alto.

—No se como puedes ser lindo y torpe a la vez.

—¿Lo soy?

—Ya olvídalo. En fin, mejor escribamos esas cartas. Tengo tanto para contarle a Azah.

Azah. Ese es el nombre de uno de los tres chicos con quienes hablamos. Tenemos varias fotografías de él y de su pequeña tribu con quienes reside. Según nos contaba hace un tiempo, Azah es uno de los pocos niños que asistieron a la escuela, pues los recursos no les permitían a todos hacerlo. Nos contó que toda la comunidad contribuía a los gastos, que a pesar que para nosotros eran pocos, para ellos eran el sacrificio de un enorme trabajo para que él, junto con otros cinco niños más de la tribu, pudiesen ser quienes sirvieran de mediadores entre su tribu y el mundo exterior. Es realmente un orgullo para su familia que él sea uno de los pocos escogidos y realmente me agrada saber que sus metas son bastante buenas. Nos contó que desea ser instructor y que su principal objetivo es construir una pequeña escuela en su comunidad en donde al menos la educación ajustara para que todos se alfabetizaran. Aunque Azah tiene a penas 18 años y comienza a asistir a la universidad, sé que en un futuro logrará lo que se propone. Por eso Karla y yo siempre que podemos juntamos un poco de dinero que sabrán ellos en que puede servirles. Él siempre nos cuenta en que lo han ocupado y nos envía fotografías de su comunidad. Es una buena persona la verdad, y estamos planeando un día de estos en ir a visitarlo…si es que mis padres y los de Karla nos lo permiten.

—A ver, deberíamos tomarnos una fotografía y enviársela—sugiere Karla—se sorprendería de ver cuanto has cambiado.

—¿Lo he hecho?—inquiero con curiosidad.

—Bueno…últimamente la ropa se te mira un poco mas ajustada. ¿Estás haciendo ejercicio?

¡Aja! Lo ha notado. Sabía que ese mes de ejercicio rendirían sus frutos en algún momento. Espero lograr mi meta de tener un buen cuerpo para finales de este otro. En fin, arriba el ejercicio y adiós enfermedades cardiacas.

—Si…bueno, un poco.

—Te ves mejor—me dice sonriendo—Sabes, no comprendo por qué demonios no tienes novia. Eres apuesto y, en estas circunstancias, violable.

Suelto una risotada a lo cual ella me acompaña con más risas.

—En fin—advierte—iré por mi cámara, que la he dejado envuelta en un ataúd de bolsas del supermercado y cinta adhesiva para que no se mojara.

—Buena idea.

—Llamaré a Cori—comenta—sería bueno que se lo presentáramos. Recuerda que la última vez dijo que le gustaría conocerlo.

—Bien, hazlo entonces, mientras comenzaré a escribir.

Tomo unas cuantas hojas de papel para carta y me dispongo a redactar una carta que más bien siempre termina pareciendo un testamento. Trato en la mayor medida de contarle lo que ha sucedido con lujo de detalles y cuanto me sea posible. Aunque…no se si sería indicado comentarle lo de Cori y yo…no por el momento. La carta comienza con el típico “Querido Azah”que luego se extiende a una infinidad de historias nuestras con las que necesito ponerlo al día. Le comento que hace unos meses comencé un diario personal, que al final de curso no será tan personal si el señor Donovan lo va a leer de todas maneras. Igual prosigo contándole acerca Gaby, la chica rara que hace unas semanas me ofreció sexo oral sin razón aparente, esto seguramente le sacará mas de alguna carcajada. También le cuento de de Darien y Carol, de la visita inesperada de mis padres y del festival de deportes.

—¡Sasha!—grita Karla desde la sala—¡Tomaré prestado un poco de tu ropa! ¡Necesito cambiarme!

—¡Está bien!—le contesto—¡Pero deja en paz mis revistas!

—¡¿Para que demonios quiero vestirme con paginas de revistas porno?!—vuelve a gritar riendo.

—¡Oye! ¡Son revistas de literatura!

—¡Si como sea!—me vuelve a gritar subiendo la escalera—¡Igual ni creas que nunca he visto donde las guardas! ¡Un día tu madre las encontrará! ¡Tras el librero no están seguras!

¡Mierda! Sabe en donde las tengo escondidas. Tengo que buscarles un mejor lugar. ¿Bajo mi colchón tal vez? ¡Nah! Mejor las pondré en mi caja de aluminio que tiene seguro con llave. ¡Si! Mejor ahí.

Esto me recuerda a la vez en la que André, mi primo, me mostró su repertorio de pornografía. Hace unos años, dos mas o menos, regrese a Nueva York—fue casi seis meses después de el cumpleaños de André si mal no recuerdo— por una semana de visita donde mis tíos. Ya hacia un buen rato que nos los veía y realmente quería pasar tiempo con ellos. A todo esto mi tía Bianca ya sabia de la homosexualidad de André, cosa que no se estaba tomando tan bien pero las cosas poco a poco mejoraban. Era increíble realmente la cantidad de películas y revistas que él tenía con contenido bastante explicito. Pude contar doscientas dos revistas porno gay y cuarenta CD’s de video en los cuales no había mas que chicos reventándose el trasero entre ellos. No se ni por qué carajos accedí a que me mostrara su colección. Lo único que recuerdo es que el menciono la palabra porno y Sasha dijo sí. En fin, instinto masculino ante ciertas situaciones. Pero de haber sabido que me tendría veinte minutos viendo una película en la que un chico llamado Ray y otro llamado Michel se trasteaban entre ellos entonces me hubiese opuesto desde un principio a verla.

—Oye Sasha—me preguntó esa vez—¿tu miras pornografía, cierto?

Admito que la pregunta me tomó desprevenido. Si, bueno, lo hago pero el qué André me lo preguntara tan a quema ropa era demasiado extraño, más a un si no hablaba con él a menudo de estas cosas. Una cosa es decirle abiertamente a Cori que me preste alguna revista de ese tipo y otra recomendarle a André que babosadaver.

—S..si—le contesto vacilando— ¿Por qué lo preguntas?

—¿Quieres ver una película conmigo?

—Supongo. ¿Realmente querría?

—Si, querrías. En fin, será una buena película, ya veras, le dará suficiente combustible a tu mano y a tu…ya sabes…herramienta.

Y perplejo ante todo, yo de obediente subo a la habitación de mi primo a ver la dichosa película. En fin, la película comenzó bastante normal, cosa que me sorprendió porque hasta donde yo tenia conocimiento de los gustos de André, había demasiada ropa sobre los actores, pero en un abrir y cerrar de ojos ¡Bang! ¡Penes y vaginas por todos lados! Demasiado para mi débil mente. Luego de diez minutos del interesante cortometraje, André sacó otro CD.

—Bien, ahora pondré de las que suelo ver.

—¿De las que sueles?

—Tú solo mira y luego comentas—me advierte bastante serio.

Debo decir que el segundo video no me agrado nada. Era en donde salía Ray y Michel como actores principales. Una vez terminó, casi con el cerebro frito ante tal cosa, decidí mejor salir de la habitación antes de que André pusiera alguna otra película gay. A ver, no es que sea la gran cosa, fueron simplemente dos chicos dándose por el trasero, y, pues, se veía que ellos lo disfrutaban. Correcto. No tengo nada en contra de que lo haga, si les agrada bien, pero mi trasero no pienso prestarlo para esas actividades tan vigorosas.

Y unos pasos antes de que pudiese abrir la puerta para salir, André me tomó por la manga de la camisa y me detuvo, sin ser brusco ni usar la fuerza, simplemente tomo la manga de mi suéter como si nada.

—¿Puedes…quedarte un momento más?

—¿Pondrás otra película?—le pregunto inquisitivo—Porque si es asi, yo no pienso…

—No lo haré—me interrumpe—lo prometo.

—Bien…creo.

—Necesito que hagas algo por mi—me comenta soltando mi manga. Se dio la media vuelta y se sienta en el borde de su cama con las piernas abiertas y sus codos apoyados en ellas.—Mas bien, necesito que me digas algo.

—¿Qué es lo que quieres que te diga?

—Que te pareció la ultima película, Sasha.

—¿Quieres que te diga lo que realmente pienso?—le digo entre risas.

André ríe un poco y luego me hace señas para que me siente junto a él. André siempre fue un poco más alto que mi, supongo que porque es mayor, y es por eso que cuando tomo asiento mi nariz queda a la altura de sus hombros. Su cuerpo es bastante torneado, en forma y con un dorso ancho. De no ser porque el dijera que era gay, nadie se daría cuenta. Siempre actúa tan normal, haciendo cosas que hace un chico, comportándose como uno y hablando como tal. Nada de que anda con maquillaje como las chicas, o haciendo gestos como una ni mucho menos haciendo cosas que lo hicieran ver femenino. Simplemente es como un chico…al que le gustan los chicos—y reitero que este caso es diferente al mio y al de Cori porque André si le hace entrada a todos los chicos en general—y que abiertamente se declaró homosexual.

—No necesariamente—me dice con una sonrisa. Su mirada fija en el suelo me dio en que pensar. ¿A que se refería exactamente?—Lo que quiero decir, es qué piensas exactamente de este tipo de personas.

—¿Te refieres a los…?

—Me refiero a mi, Sasha. ¿Qué piensas exactamente de mi?

—André, yo…

Una pausa bastante sostenida entre nuestras palabras cae como plomo haciendo bastante incomoda la situación. El finalmente habla.

—Estas en todo tu derecho de decirme que te doy asco, que soy una persona rara y que no deseas que me acerque a ti por ser un bicho extraño. Estas en total derecho de od…

—Mejor cierra la boca, André, que aun no he dicho nada. Jamás dije que me dabas asco o que fueras extraño. Sabes, pienso que si a ti te hace feliz, entonces está bien, al menos para mi y no por eso me voy a alejar de alguien como tú. Por si no lo sabes, eres alguien a quien admiro bastante. ¿A caso ya lo olvidaste? Eres el gran André, el primo del chico torpe al que ibas a recoger a la primaria porque siempre tenía miedo de andar solo.

—Eras bastante pequeño—me dice con una sonrisa en su rostro—y tenías pocos amigos.

—Es por eso que te admiro. Porque te das cuenta de cuando te necesitan y acudes a esa persona. Puede gustarte quien tu desees André, nadie es quien para decirte que debes o no debes hacer con tu corazón. Si te gusta reventarle el trasero a alguien más, por mi está bien.

—O que me lo revienten—me dice el con un tonto bastante serio mientras levanta ambas cejas y mira fijamente a la alfombra del piso.

Suelto una risotada ante tal aseveración a lo que André responde con mas risas dándome un golpe amistoso en el hombro. El ambiente ha desaparecido. Mucho mejor.

—Bien, eso ya será otra cosa.

—Bueno, bueno—me dice entre risas—pero, al final, necesito que me respondas. Por favor, hazlo. Luego de esto, de saber exactamente quien soy y lo que quiero he perdido a tantas personas. Sasha, a tantas que ahora estoy prácticamente sin nadie a quien recurrir en busca de un apoyo que necesito incondicionalmente.

—¿Qué pienso de ti?

—¿Qué miras en mi exactamente, Sasha?

—Miro a una persona integra, capaz de vivir una vida feliz y de sobrellevar las adversidades. Eres y seguirás siendo la misma persona para mi, André, alguien a quien admiro y fuera de lo que cualquiera diga, del cual me siento orgulloso. Estaré contigo en las buenas y en las malas.

André, ese día, me sonrió de la manera mas única que jamás he podido ver nuevamente. Esa sonrisa tan reconfortante, tan viva y llena de sentimiento que me demostraba que se sentía feliz. Recuerdo haberle abrazado tratando de hacerle saber que todo estaba bien, que no sería como los demás ni me alejaría de él, que lo seguía queriendo y admirando…fue entonces, que por primera vez pude notar que André también podía derrumbarse. Esa faceta de él siempre tan templada e imponente ante el mundo, fuerte e incapaz de venirse abajo pero tan capaz de proteger lo que ama fue lo que por primera vez, pude ver, que se rompió en sollozos y lagrimas. Desde ese día mi relación con él ha sido mas cercana. Hablamos bastante seguido y con a mis mejores amigos suelo contarle todo. O bueno, casi todo pues pasan tantas cosas que algunas se me escapan. Es casi como tener un hermano mayor que vive a miles de kilómetros en una ciudad ruidosa. Ese es André. Creo que para esta navidad la vendrá a pasar conmigo. Espero y pueda venir.

Termino de escribir la carta. Busco a Karla para leérsela mas ella se ha quedado dormida en el sofá con la cámara en su mano. Lleva mi ropa puesta, un pants holgado de color gris y una camiseta blanca de algodón que suelo usar. La dejaré descansar y luego se la leeré. ¿Me pregunto si le habrá llamado a Cori?

Saco mi móvil para llamarle por mi cuenta, seguramente con esta lluvia estará durmiendo. Siempre le da bastante sueño cuando llueve. Normalmente cuando suele llover, Cori pasa la mayor parte de su tiempo en mi casa. Dice que la quietud acá es inigualable y que puede dormir a gusto. En fin, yo solo pienso que es un silencio penetrante de doble cara; a veces acogedor y otras tantas tan filoso que puede desesperarte.

Él no contesta su móvil. Si, seguramente duerme. Me pregunto si ira a venir mas tard…

Escucho pasos tras de mi que se mueven lentamente. Volteo lo mas rápido que puedo para ver de quien se trata pues no hay nadie mas que Karla y yo acá.

—Ahora me las pagaras, ¡Maldito hijo de perra!

Escucho la voz de un chico. Un segundo después un fuerte golpe aturde mi cabeza. Siento que todo a mí alrededor da vueltas. Trato de mantenerme en pie pero no lo logro. ¡Karla! ¡Que pasará con Karla! Mi vista se pone borrosa y no alcanzo a distinguir quien es la persona que está parada frente a mí.

Todo se torna negro.

Continuará

Ending:












Autor: Luis F. López Silva

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