Un cajón de sastre al azar

Un cajón de sastre al azar
Imagen de Anita Smith en Pixabay
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domingo, mayo 20, 2012

Capítulo 8: Siempre será.

Pink Heart clipped
Puedo notar que sus ojos están cansados, pero no pierden ese brillo que los caracteriza. Seguramente ha estado igual que yo, agobiado por la situación, posiblemente y por como lo conozco eso le ha provocado insomnio. ¿Qué hago? Cori esta ahí parado, sin hacer nada, mirándome fijamente sin decir ni una tan sola palabra ¿Qué estará pensando?
Puedo notar como sus labios están temblando, seguramente de frío. Mis manos tiemblan pero no por la temperatura del amanecer si no más bien de nerviosismo…seguramente de miedo. ¿Pero de qué?
—Co…Cori—le digo, titubeando—¿Qué haces aquí?
La pregunta fue de lo más estúpida y me maldigo a mi mismo por haberla hecho. Está de más preguntarle, sé a lo que ha venido, ambos sabemos por qué esta aquí. Él me sonríe pero no me dice nada. Aquella estúpida sonrisa que me hace saber que algo en él no esta bien, que siente algo que le carcome por dentro. Duele.
Me acerco hasta él y puedo notar sus pómulos rosados, su nariz roja y como tiembla su cuerpo. Él me mira fijamente a los ojos por unos segundos y luego desvía la mirada, aquella mirada que se ve tan dolorosa, tan decaída. Duele aún más. Su cuerpo sigue temblando, me pregunto si…
—¿Desde qué horas estas acá?
Cori guarda silencio por unos segundos más, aún con la mirada perdida en la nada, sin mirarme fijamente fingiendo hacerse el fuerte, cuando posiblemente sea yo quien esta haciendo un esfuerzo sobre humano por no desmoronarme.
—Desde la una de la madrugada—musita con voz temblorosa.
—¿¡Qué!? ¿¡Has dicho desde la una de la madrugada!?¿¡A caso estás loco!?—le digo exaltado, alzando mis manos en el aire enfadado. Enfadado no porque él hubiese venido si no enfadado por la estupidez que ha hecho. ¡Pudo haber muerto de hipotermia!—¿¡Por qué demonios no tocaste el timbre!? Hubieras podido entrar, sabes en donde esta la llave de repuesto ¡maldición! ¿¡A caso has pensado en lo que te pudo haber pasado!?
Cori guarda silencio, cabizbajo y con la mirada pegada en el suelo. Titubea un poco antes de hablar hasta que finalmente salen palabras de sus labios…—Lo…siento. Es solo que quería verte—…palabras que se sienten no se si bien o mal. Siento ganas de llorar, no se si de rabia o felicidad, cólera o alivio…simplemente no lo sé.
—¡Demonios Cori!—le espeto furioso—Debiste haber pensado en lo que te pudo haber pasado. ¡Pudiste haber muerto congelado!
—Ódiame—musita en seco.
—¿Perdón?
—Por favor ódiame—espeta esta vez con una voz mas fría que el hielo—simplemente detéstame hasta que te aburras.
—¿Pero qué estas diciendo?
—Por favor, Sasha—murmura. Puedo escuchar sollozos; Cori esta llorando—quiero regresar el tiempo y dejar todo como estaba antes.
—Pero nada ha cambiado Cori—le digo tratando de calmarlo aunque sé que está tan sofocado por el asunto como yo—¿Qué debería de ser igual?
Cori guarda silencio por unos segundos, pensativo y sin dirigirme la mirada. —¡Todo!—grita entre sus lágrimas—¡Todo debería de ser igual! ¡Nada Tenia que haber cambiado!
Puedo notar que la voz de Cori suena desesperada, angustiada y cansada. Posiblemente él también esté tan confundido como yo pero realmente no sé que hacer en estos casos. ¿Qué debería de decir?
—Estas exagerando—le digo tratando de calmarlo tanto a él como calmarme a mi—Nada ha cambiado. ¿A caso he cambiado mi actitud contigo? ¡No lo creo!—le reprocho—Yo no…
Me detengo en seco entre tanta palabrería y un recuerdo aparece instantáneamente en mi cabeza. ¡Maldición! Y nuevamente ¡maldición! Los mensajes de texto, las llamadas, los correos electrónicos…todo, todo lo he estado ignorando por temor a enfrentar la realidad, por temor de saber qué es lo que sucede con Cori, qué es lo que sucede conmigo…qué es lo que sucederá con ambos. Seguramente es a esto a lo que Cori se refería. No era esta mi verdadera intención, jamás quise que creyera que estaba molesto o que incluso lo abandonaría. ¡Soy un fiasco! ¡Maldición!
—Lo siento Cori, yo no quise…no era mi intención.
—¿Sabes qué?—me dice con gesto serio—Si tu no quieres odiarme entonces seré yo quien te odie.— El levanta su mirada y puedo notar como aquellos ojos enrojecidos y empadados tratan de oponerse a cada una de sus palabras—Vamos Sasha—musita con voz quebradiza—dime que me odias, que soy un imbécil, que ya no me quieres cerca…que ya no deseas ser mi amigo.
Cori comienza a secarse las lágrimas con las mangas de su suéter, pero es inútil pues estas siguen brotando por montones. Siento que estoy a punto de desmoronarme, siento que voy a colapsar en cualquier instante y le diré lo que él quiere escuchar, pero si se lo digo entonces le estaría mintiendo. No lo odio, no lo detesto, no lo repudio y no pienso nunca hacerlo, soy mas bien yo quien se odia a si mismo por causar este problema, si tan solo hubiese visto los mensajes de texto o contestado aunque sea una llamada entonces todo esto no hubiera sido necesario.
—No…puedo hacerlo—musito cabizbajo—no puedo pretender odiarte cuando realmente es todo lo contrario. No estoy enfadado Cori, es solo que no es tan sencillo. Por favor déjame aclarar las cosas por mi cuenta. Permíteme saber exactamente lo que sucede, saber que puedo hacer en estos casos y entonces hablaremos. Por favor no me odies antes de cualquier cosa, no me odies por no decirte la estupidez que quieres escuchar…simplemente espera y luego sabrás tú y sabré yo si realmente debo de decirte que te odio. Solo dime ¿Por qué quieres escuchar esas palabras que tanto hieren?
Cori guarda silencio por unos segundos, baja su cabeza y se queda pensativo unos momentos, luego voltea y me mira con unos ojos vacíos de felicidad—Porque tengo miedo Sasha, miedo de que todo se salga de control y pierda lo más valioso en mi vida, todo por cruzar un límite que yo mismo construí, un maldito limite que siempre debió ser eso, un limite, algo que no debería de haber cruzado.
Cori desvía su mirada, da media vuelta, camina unos cuantos pasos delante de mi y se detiene un segundo-—Yo…lo siento—musita casi en un sollozo, y sin mirar atrás, se va, sin despedirse, sin darme mas explicaciones, sin detenerse a pensar que él no es el único que sufre por todo este caos ligado a un sentimiento que parece estar tratando de imponerse sobre cualquier otro, y no estoy seguro, pero posiblemente lo esté logrando.
¿Qué voy a hacer? ¿Debería de detenerlo? No puedo ¿Qué le diría si lo hago? Otra vez esa sensación oprimiendo mi pecho. Quiero llorar, quiero desaparecer; posiblemente quiero morir.
Entro a mi casa y me encuentro nuevamente con el mismo vacío de siempre, aquella soledad embriagante que ahora me parece tan suicida. El sonido de la puerta cerrándose tras de mi me recuerda fugazmente que debo prepararme para ir al instituto. No tengo motivación de hacerlo, mis ánimos están por los suelos y la idea de esforzarme en algo mas que no sea resolver este problema simplemente mata todo deseo de tan siquiera moverme, pero instantáneamente la idea de quedarme en casa se ve aplastada por el señor Donovan haciendo rodar mi cabeza por el piso y luego haciéndola en caldo con verduras. En fin, creo que exagero, pero no quiero comprobar lo que realmente puede pasar si no llego al instituto.
Subo a mi habitación, preparo mis cosas, me meto a la ducha y todo en cuestión de minutos me permite estar preparado gracias a un esfuerzo de voluntad de proporciones épicas. No tengo deseos de pedalear en mi bicicleta hasta el instituto así que hoy me llevaré el auto de papá. En fin, nadie lo está utilizando y así me ahorro fuerzas que me harán falta para sobrevivir a este día.
Saco el auto de la cochera, me aseguro de llevar mi licencia de conducir, me pongo el cinturón y emprendo marcha hacia el instituto. Es realmente distinto viajar en auto que en bicicleta, el paisaje pasa más rápido y me da poco tiempo para disfrutar de las pequeñas cosas hermosas a mí alrededor. El sonido de los pájaros es silenciado por el del motor del auto, el viento en mi rostro desaparece, detenido por el parabrisas e impidiendo que esa sensación de mi cabello ondeando en el aire aparezca. Ahora recuerdo por qué es que no viajo tan a menudo de esta manera.
Más adelante me encuentro en el lugar de siempre a Karla, esperando por mí pacientemente en su bicicleta verde pálido, con su mochila roja que hace siempre juego con su personalidad. Me detengo junto a ella y bajo la ventana mientras ella me mira con cara de “Esta sucediendo algo así que no trates de ocultármelo”. Abro el baúl de la parte trasera del auto, Karla se apresura a guardar su bicicleta y la mochila dentro, baja la compuerta del baúl y se dispone a subir, sentándose adelante junto a mí y aguarda en silencio.
—¿Qué está sucediendo?—me pregunta finalmente sin mirarme.
—No te preocupes—le digo fingiendo una sonrisa—no es nada.
Karla levanta su mirada y me observa meticulosamente, inspeccionando mi rostro hasta el ultimo detalle—Tus ojos, están rojos—me dice con tono de preocupación—¿A caso has estado llorando?
—No te preocupes—musito, volteando mi rostro hacia el otro costado—Seguramente me dará gripe. Si, eso ha de ser, por eso están rojos.
—No mientas—me interrumpe en seco—te conozco Sasha ¿Qué está sucediendo?
—Nada, he dicho que no te preocupes.
Karla simplemente me observa en silencio, insatisfecha con mi respuesta pero decide no preguntarme más. Presiono suavemente el acelerador y el auto comienza a moverse.
Conduzco por unos cuantos minutos más hasta llegar al lugar en donde suele esperarnos Cori pero esta vez él no se encuentra ahí. El lugar está totalmente solo sin ninguna señal de vida. No me explico como no me he encontrado con él en el camino, pues es un tramo muy largo a pie desde mi casa hasta la suya. ¿En donde se habrá metido? Me detengo unos momentos en la orilla de la calle mientras Karla saca su celular en busca del número de Cori hasta que lo encuentra, presiona el botón de marcado y lo pone en altavoz, pero tontamente la operadora contesta, Karla corta de inmediato y esta vez marca a su casa.
—¿Hola?—la voz de una mujer contesta en el otro extremo, la madre de Cori.
—Hola señora Woller ¿Se encuentra Cori?
—¡Oh! ¡Hola Karla!—saluda ella con entusiasmo—Él está en su habitación.
—¿Puedo hablar con él?
La señora Woller hace una pequeña pausa y aguarda en silencio. Finalmente su voz resuena por el teléfono.
—Lo siento Karla, he ido a su habitación y se encuentra descansando. Parece que tiene fiebre.
—¿Se encuentra bien?
—Creo que es solo un resfriado. Posiblemente hoy no asista al instituto.
—Ya veo—comenta Karla con voz apagada—espero se mejore pronto. Dígale que iremos a visitarlo tan pronto salgamos del instituto.
—Claro, yo se lo haré saber. Gracias por preocuparse.
—No hay de qué señora Woller, hasta luego.
Karla presiona el botón de colgar y finaliza la llamada. Mi preocupación por Cori aumenta un poco más, estuvo ahí afuera toda la madrugada en este frío tan gélido—bueno, por las mañanas es gélido pero por las tardes el clima es un infierno—solo con su suéter con capucha y sus guantes. ¡Demonios! Ahora se enfermó por mi culpa. ¿Qué más podría suceder?
—Bien, es mejor que nos vayamos—me dice Karla interrumpiendo mis pensamientos—tenemos que terminar los preparativos del festival y el señor Donovan nos matará si nos retrasamos. Luego pasaremos por casa de Cori para ver como ha seguido.
—Claro—le contesto con simplicidad.
Cori; pasar por la casa de Cori visitándolo. ¿Es realmente una buena idea en estos momentos? Me preocupa su salud pero, por como están las cosas no creo que sea razonable verlo por ahora, tengo miedo de que Cori cumpla lo que me dijo y me odie por no detestarlo. Tengo simplemente miedo.
Muevo el cambio de velocidad y presiono el acelerador sin decir ni una sola palabra. Karla simplemente me mira extrañada por mi actitud y estoy seguro que ella sabe que algo grave sucede y más seguro estoy que habrá un momento en el que no lo soportaré y me desmoronaré frente a ella.
Conduzco en un silencio inmutable hasta llegar al instituto. Nuestros compañeros nos miran con cara de asombro por el hecho de llegar en un auto de estos y más aún por llegar juntos. No era extraño que llegáramos Karla, Cori y yo juntos en bicicleta pero parece extraño que solo lleguemos Karla y yo solos en el auto y más aún si soy yo quien carga el bolso de ella por haberlo sacado del baúl del auto y llevarlo por simple gusto. En fin, pensarán que estamos saliendo o algo, y no es la primera vez que sucede, ya más antes nos lo han dicho pero simplemente lo ignoramos y les dejamos el beneficio de la duda.
Llegamos hasta el salón de clases, dejamos nuestras cosas en los escritorios y nos disponemos a comenzar a trabajar. Hay tantas cosas que hacer, tanto que preparar y tan poco tiempo disponible, al menos yo ya he terminado con mis obligaciones en el club de beisbol, pero aún tengo que ayudar a Khana con su proyecto. Y hablando de ella, acaba de aparecer por la puerta cargada con una enorme caja con más papeles de colores. Corro rápidamente a ayudarle antes de que tropiece y se caiga.
—Gracias—me dice dejando escapar un enorme suspiro de alivio—pensé que ustedes no estarían acá aún, es bastante temprano.
—¿Temprano?—inquiere Karla sacando su móvil y mirando la hora.
Coloco la caja en un escritorio, miro la hora en mi móvil también y logro comprobar que esta bastante temprano. Apenas son las 7:15. Creo que pensar en lo que esta pasando con Cori me hace perder la noción del tiempo.
—Lo que ha sucedido es que hoy venimos en auto—le digo a Khana mientras hurgo entre los papeles de la caja.
—Ya veo pero, ¿Y Cori?—pregunta ella pensativa.
—Pescó un resfriado—le dice Karla mientras se dirige a cerrar la puerta y le pone seguro—pasaremos visitándolo al salir de acá.
—Ya veo—musita Khana cabizbaja—pobre Cori.
—No te preocupes—le digo tratando de animarla. Parece estar bastante preocupada por él—estará bien, un simple resfriado no es nada para él.
—Es cierto—me secunda Karla—no le hará ni tan siquiera cosquillas. Esta en forma y no le dará ningún problema.
—¿Tu crees?—inquiere Khana nuevamente.
—Créeme cuando digo que tiene un buen físico. —comenta nuevamente Karla—Tiene un cuerpo que ¡por Dios! Es bastante…violable, digamos. ¿¡A caso nunca lo has visto sin camisa!?
—¿¡Qué!?—exclama Khana sorprendida.
—¡En serio!—reitera Karla con entusiasmo—Además tiene un enorme…
—¡Karla!—le interrumpo reprochándole—no es necesario que hables de eso. Cori se molestará luego si alguien llega y le pregunta si, bueno tu sabes, si es cierto sobre ese enorme “monstruo”
—¡Ups! Claro, lo siento.
—¿Monstruo?—nos dice Khana dudosa, ladeando su cabeza.
—Si, un gigante peluche afelpado puntiagudo capaz de sacarte un ojo si no tienes cuidado—le digo riendo.
Karla suelta una carcajada y por poco se ahoga entre su propia risa. Khana simplemente nos mira desconcertada sin saber a que nos referimos. Creo que es mejor así. Estoy seguro que si siguen, luego me meteré en problemas y mi “monstruo” será un tema de conversación también.
—Bien—masculla Karla limpiándose las lagrimas—mejor comencemos de una buena vez a preparar este lugar. He asegurado la puerta, así nadie podrá entrar y todo será una sorpresa.
—¡Excelente!—exclama Khana dirigiéndose a la caja que hace poco cargaba y se dispone a sacar papeles de colores, tijeras, pegamento, una cuantas cortinas y botellas de colores—Se me han ocurrido unas cuantas ideas en casa sobre como arreglar el salón y sobre la mecánica del juego así que decidí preparar unas cuantas cosas para avanzar.
Khana comienza a explicarnos con bastante detalle sus ideas mientras nosotros escuchamos atentamente. A Karla parecen gustarle pues asiente bastante emocionada a cada palabra y comenta otras cuantas. Unos minutos después, la explicación ha terminado y por fin nos disponemos a arreglar el salón.
Comenzamos a mover los escritorios, apilando las mesas de tal manera que formamos una enorme pared de muebles frente a nosotros. Una vez realizado el trabajo pesado comenzamos con los detalles, colgando cortinas por aquí y por allá, retazos de colores por el techo y luces titilantes que iluminaran el lugar. Velas aromáticas y cojines rellenos de algodón se riegan por el suelo formando pequeños círculos en donde se sentaran a jugar los participantes. Las cortinas ocres impiden que pase la luz y el salón se torna oscuro, dándole el ambiente al asunto. Alguien toca la puerta y Khana se apresura a abrir, los del club de carpintería nos han traído pequeños canceles de madera que harán de cubículos en donde los participantes podrán tener la privacidad de darle o no el beso a quien le toque. ¡Ahg! ¡Maldición! Acabo de recordar a Cori. Creo que enloqueceré y seré un demente.
Una vez colocado los canceles, preparado el interior de los cubículos con más cojines y en su exterior cubriéndolo con cortinas, todo está terminado. Justo a tiempo para el almuerzo. La campana suena en el corredor y puedo escuchar la estampida de estudiantes dirigiéndose hacia la cafetería. Seguramente todos están tan hambrientos como nosotros y quien no, con lo tanto que se ha hecho y más aun lo que queda por hacer, es necesario reponer energías de alguna manera.
—Finalmente—dice Karla suspirando de cansancio—creí que nunca terminaríamos. Estoy tan cansada que podría desmayarme.
—Yo me desmayaré del hambre—comento, dejándome caer sobre una silla.
—¿Quieren comer ya?—pregunta Khana sacando de la caja una pequeña cesta de mimbre—He preparado algo para que almorcemos.
Khana destapa la cajita de mimbre y el olor delicioso de la comida inunda instantáneamente el lugar, dispersándose en cada rincón gracias al aire acondicionado. Karla y yo miramos al interior de la cesta y nos encontramos con un súper almuerzo que parece tener buena pinta. Creo que estoy a punto de babear. Karla parece emocionada por lo que sus ojos ven.
—Espero y les guste el pollo con salsa teriyaki. Esta mañana lo he preparado un poco apresurada y esto fue lo más sencillo que se me ocurrió. Hice suficiente para cuatro pero tendremos que comerlo entre tres.
—Estoy segura de que Cori eso querría—comenta Karla con sarcasmo sacándonos una que otra risa.
Khana nos pasa un plato descartable a cada uno y nos sirve nuestra porción de comida. Lo digo y lo seguiré diciendo, Khana es una excelente cocinera. Todo está delicioso como era de esperarse de ella. Karla da un grito de emoción por cada bocado de comida en su boca y abraza a Khana diciéndole que se case con ella para que le cocine todos los días. Aun así, Karla no se queda atrás, ella también cocina delicioso. Lastima que Cori no está acá para probar este almuerzo, estoy seguro que le encantaría. El señor Donovan se enfadará cuando se dé cuenta que hoy Cori esta ausente, pero es mejor que él se quede en casa descansando hasta que se sienta mejor. Al diablo con las quejas del señor Donovan.
—Pobre Cori—musita Karla—me hubiera gustado que probara esta comida. Le dará un infarto cuando se dé cuenta de lo que se perdió.
—Espero y se encuentre bien—dice Khana con preocupación.
—Vamos, vamos, te preocupas demasiado—comenta Karla llevándose un bocado de pollo con arroz a la boca—él va a estar bien. Mira, si tanto te preocupa, puedes acompañarnos a su casa.
—¿Es correcto? ¿No se enfadará?—inquiera Khana
—Estoy seguro que se alegrará de verte—le digo sonriendo—llévale un poco de esta comida y verás como se anima.
—¡Bien!—exclama ella sonriente—Entonces los acompañaré. Pero primero tendría que ir a casa por más comida.
—No te preocupes—le dice Karla agarrando un poco más de arroz blanco—lleva suficiente para todos.
Khana sonríe de alivio al ver como devoramos todo el almuerzo sin detenernos. Karla es quien termina comiendo más que todos sin vacilar ningún bocado.
—Aun no comprendo por qué demonios no engordas—le digo riendo.
—¿¡Eh!? Pero si son pocas las veces que como mucho.
—Cuando se trata de repostería y comida deliciosa eres una glotona—le rezongo sacándole una risotada a Khana.
Karla solo hace un puchero y me da un golpe amistoso en el brazo mientras ríe. Unos segundos después las risas se acallan inesperadamente. Cori realmente hace falta aquí.
—Debería de llamarlo—comenta Karla sacando su celular.
Ella marca el número de Cori y esperamos a que conteste. Nada sucede. Karla vuelve a intentarlo una vez más y el timbre de la llamada suena otras cuatro veces hasta que la operadora contesta nuevamente.
—Envíale un mensaje—sugiera Khana—seguramente por el resfriado le cuesta hablar y por eso no contesta.
—No lo creo—advierte Karla—pero no está de más intentarlo.
Escribe un mensaje con impresionante habilidad y rapidez. Unos segundos después su mensaje ha sido enviado. Esperamos pacientes una respuesta durante diez minutos hasta que Karla pierde la paciencia y envía otro. Diez minutos después, y aún sin recibir respuesta.
—Bien, ya comencé a preocuparme—comenta Karla—¿Habrá perdido su celular?
Khana y yo nos miramos extrañados sin ninguna idea al respecto. Karla suspira y se acuesta en el piso dándose por vencida.—Espero esté bien—nos dice.
Saco mi móvil y pienso primero detenidamente en si enviarle un mensaje o no. Podría empeorar las cosas pero me sentiré un poco mejor si le pregunto directamente como se encuentra. Tan solo han pasado seis horas aproximadamente desde la ultima vez que hablamos pero eso no significa que no tengamos nada más que decir, aún tengo mucho que charlar con él…mucho que aclarar.
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Una vez escrito el mensaje no sé que hacer. Si, si, solo es presionar “enviar” pero no es tan sencillo. ¿Qué tal si Cori se molesta? Pero si no le envío el mensaje entonces nunca sabré si se encuentra o no bien y la idea de llamarlo hace que me tiemblen las manos. Sí, mejor le envío un mensaje de texto. Presiono la pantalla táctil y el mensaje se envía. Estoy un poco nervioso y no creo que él conteste así que me dispongo a guardarme el celular el bolsillo cuando el típico tono de mensajes timbra inesperadamente. Él ha…contestado. Sea lo que sea, me diga lo que me diga y suceda lo que suceda después de este mensaje, Cori siempre será Cori, y Cori al igual que Karla siempre será algo que nadie más podrá ser nunca; mi vida…una vida que amo como nadie jamás podría hacerlo.
CONTINUARÁ…

Ending:









Autor: Luis F. López Silva
Todos los derechos reservados ©


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