Un cajón de sastre al azar

Un cajón de sastre al azar
Imagen de Anita Smith en Pixabay
English French German Spain Italian Dutch Russian Portuguese Japanese Korean Arabic Chinese Simplified

this widget by www.AllBlogTools.com

martes, noviembre 20, 2012

Capítulo 32: Todo lo que soy.


just the roof
La tarde ha llegado tan fría como es costumbre del mes de octubre. Pronto se harán las tres de la tarde y aun no he hecho nada relevante en este día más que detenerme a reflexionar sobre ciertas cosas. Ya hace al menos una semana desde que Karla y yo fuimos al hospital a hacernos unos exámenes, pero tal como sucedió con Emily, somos incompatibles con Cori para poder ser donantes de medula. Tendrá que continuar con los tratamientos de quimioterapia, aun así, desconozco que tanta mejoría ha habido con su enfermedad. Estoy preocupado, demasiado preocupado para ser sincero y me cuesta últimamente encontrar un momento de paz en los cuales mis problemas no me agobien. Incluso esos momentos que paso con Cori y que antes solían ser tan enternecedores, ahora ni eso me hace sentirme a gusto. "Preocuparse por esto no está mal, Sasha"—me dijo Cori hace unos días—"Pero de la manera en que tú lo haces posiblemente no sea lo mas correcto".
Puede que él tenga algo de razón en ello, sin embargo, no conozco otra manera por la cual poder sobrellevarlo. Ya tuve esa desagradable experiencia una vez, esa tan palpable vivencia que me recuerda lo dura que es la vida a veces. Perder a mi abuela, de la manera en la que sucedió, es algo que solo alimenta mi preocupación por Cori, a tal punto que esa preocupación se vuelve tangible para los demás.
André lo ha notado, Kathy lo ha notado... Incluso Tránsito lo ha notado. Pero es que me es imposible tratar de ocultarlo. No es como una simple mentira que esconde tras de sí una verdad que no quiero que nadie más sepa, esto es mas bien una verdad que tras de si esconde mas cosas que aun desconozco y que trato de reprimir por mi bien y por el de Cori. No quiero causarle más problemas de los que ya tiene.
Mis padres han regresado, justo el día de ayer, y los motivos de su tan pronto y repentino regreso parecen ser los mismos de siempre. Aunque podría jurar que están un poco distintos. Mi madre ha venido mas callada de lo normal. Seguramente es el cansancio del viaje. Mi padre, por su parte, se le nota serio. Bueno, no es que fuese muy diferente antes. Aun así, algo es diferente, puedo percibirlo. ¿Será que están preocupados por Cori también, al igual que yo? No me sorprendería mucho la verdad que lo estuvieran. Para mis padres, Cori, al igual que Karla, son tan importantes como yo lo soy para ellos, y supongo que eso en parte es uno de los tantos motivos de su regreso. Por como van las cosas, es probable que la señora Woller ya le haya comentado a mis padres respecto a la condición de Cori, pero ellos aun no me han hecho mención de nada.
Miro mi reloj, las tres con cuarto, y el día aun sigue tan calmado y fresco. Las nubes pasan lentas, surcando un cielo azul que dentro de unas horas se volverá en colores purpuras y naranjas que anunciarán un atardecer para dar paso a la negra noche. Y yo, aquí en el techo de mi casa, esperando a que eso suceda, cubierto por la sombra que proyecta sobre el techo un árbol en el patio trasero de mi casa. Es un árbol tan alto que pareciera que ya lleva su buena cantidad de años en este lugar. Me pregunto quien lo habrá sembrado, o quién habrá vivido antes que mí en este lugar. Cuando vine a Longmont la casa ya estaba en un muy buen estado, pero según mi padre, antes de eso, tuvieron que hacerle varias reparaciones porque no estaba en condiciones habitables. En el ático anda escondido un álbum con fotografías de la casa de mucho antes que nosotros viniésemos, curiosamente, en ninguna aparecen los antiguos dueños.
Escucho la ventana de mi habitación chirriar y ser abierta, mientras alguien asoma por ella con dos tazas humeantes color verde. Kathy ha venido a hacerme compañía. Amablemente me pasa una de las tazas y me sonríe.
—Supuse que se te antojaría uno—me dice soplando un poco su taza.
Café con leche. Está caliente, pero cae justo en el momento indicado con esta brisa tan helada. Sorbo un poco... sabe bien.
—Gracias.
—No es nada—advierte sentándose a mi lado. Saca del bolsillo de su suéter sin mangas dos servilletas que envuelven algo voluminoso en ellas. Me pasa una y compruebo que se trata de un buen trozo de Baumkuchen—. Tan pronto como te sigas viniendo para el techo con ese pantalón enrollado hasta las rodillas y descalzo pescaras un resfriado—me dice mordiendo su trozo de pan.
—No puedo evitarlo—me excuso mientras mojo un trozo de pan en el café. Le doy una buena mordida y lo saboreo. Está delicioso—. Me encanta esta sensación.
—¿Qué sensación?
—Ya sabes—le digo sonriente—. Esa sensación de paz temporal que te da cuando te pones a escuchar el silencio de lo natural. Además, esta brisa fresca solo me hace sentir más a gusto.
Ella me mira un poco perpleja y resopla.
—Vaya que me sorprendes algunas veces.
—¿A si?—inquiero dubitativo—. ¿Crees que sea extraño?
—No, no lo es. Pero me sorprende la capacidad que tienes para encontrarle la parte buena a algo que muchos pudiesen considerar inútil.
—Bueno, seguramente todos tienen ese "algo" que los hace sentir de esa manera.
—Si, es cierto. Pero tu explotas ese "algo" que muchos son incapaces de percibir, y lo conviertes en algo bueno. Gracias al cielo creo que estoy en la misma sintonía que tú.
—¿Por qué lo dices?
Kathy vuelve a mirarme bastante seria pero serena, pone su taza de café a un lado y se recuesta sobre el áspero techo.
—Porque de no ser así, te hubiese mandado al carajo hace mucho tiempo, y vaya que hubiese sido un desperdicio hacerlo. No me imagino a persona más buena que tú.
—Vaya que suerte la mía—advierto sorprendido, recostándome al lado de ella.
—Mas bien, suerte la mía—me contradice—. Pues me he topado contigo.
Esto si ha sido una sorpresa. Saber que Kathy piensa esto de mí me hace, en cierta medida, feliz. Tal vez ella no lo sepa, pero de la misma manera, ella se ha convertido para mi, en alguien de mucho valor. Fue así desde aquella vez en que la conocí. Sus palabras fueron de mucha ayuda para solventar muchos de mis problemas.
Kathy es una buena chica.
Las nubes siguen pasando, lentas y sin prisa...ya son las cuatro menos cuarto.
—Por cierto, Sasha.
—Dime.
—Te miras bastante sexy así.
—Venga, no me molestes—le mascullo sonrojado.
—Es la verdad. ¿Que más podría decir? Tú y tu pose tan incitadora a una violada en el techo son bastante tentadores.
—No es cierto—advierto desviando mi mirada hacia el otro costado.
—A parte de ello— continúa Kathy con ese tono tan solemne que solo me avergüenza más—. Esa ropa te favorece bastante. ¡Solo mírate! Hacer ejercicio te ha hecho más apuesto.
—¿Tú lo crees?—le digo volteando a verla.
Kathy me sonríe socarronamente y mueve su cabeza en una parsimoniosa afirmación. Solo ha logrado sonrojarme más. No muy a menudo me dicen esto.
—Ahora comprendo por qué Cori no te suelta—masculla sin reparos—. Eres un chico apuesto.
—No creo que ese sea el caso—advierto, desechando la idea—. Cori... las razones de Cori para conmigo están muy alejadas de lo físico. Incluso para mi, las razones que tengo para quererlo van mas allá de ello. Cori es apuesto, y todo el mundo lo sabe, pero ese no es un factor que me haga quererlo más.
—Si, eso lo sé muy bien. A lo que me refiero es que los dos son de muy buen parecer, pero es curioso que eso no les atraiga.
—¡Oye!, no es que no tenga buen gusto, pero Cori es un chico, y los chicos no me atraen—le rezongo haciendo una mueca de desaprobación.
—Aun así lo amas.
Touché. Bien, tú ganas, pero no lo amo porque sea un chico.
—Lo sé—reafirma con una sonrisa picara—. Eso está bastante bien. Si todos se enamoraran bajo esos mismos términos, seguramente no estuviésemos tan jodidos. Siempre lo he dicho, no hay nada mejor que enamorarse por amor y no por lo físico.
—Has redundado en tu idea—le digo riendo—. Pero creo entenderte.
—El punto es que lo comprendes. Siempre he detestado que las relaciones comiencen porque se atraen físicamente y luego se terminan enamorando.
—¿A caso eso está mal?—le interrogo con curiosidad por sus palabras.
—Bueno, tan mal que se diga, no lo está, si al final se enamoran. Solo digo que en una relación fundada en amor no deben de haber mentiras. El problema con quienes comienzan una relación por lo físico es que en un principio se mienten. Aunque le sean fieles el uno al otro, se están mintiendo así mismos. ¿Como te puedes hacer creer a ti mismo que lo que haces no es engañarte sobre algo falso?
—No comprendo.
—Es decir—continúa ella, bastante segura de si misma en cada palabra—. A ti nadie te asegura que esa atracción física se convertirá en amor algún día. Con esto no digo que el amor sea meramente físico, solo digo que esperas que eso físico llegue a evolucionar en sentimiento y luego en amor. Es demasiado arriesgado, porque inicialmente juegas contigo mismo y con la otra persona y solo posiblemente después esa incertidumbre se vuelva algo bueno.
—Ahora creo entenderlo—musito pensativo—. No es lo mismo demostrar amor desde un principio porque lo sientes, a demostrar un falso amor que esperas que algún día llegue.
—¡Exacto! Eres un chico listo.
—No sé si acabas de decirme que antes me considerabas estúpido, o es que hasta ahora recién notas que puedo pensar—le digo con desdén.
Kathy suelta una carcajada y me da unas palmadas en el pecho.
—Tú sigue pensando con ambas cosas, con la cabeza y el corazón, Sasha, que la cabeza le dice al corazón lo que es un error, y el corazón le demuestra a la cabeza cuan equivocada estaba. Solo así se llega lejos.
Dicho esto, Kathy se pone de pie, coge las tazas, y justo antes de desaparecer por la misma ventana que apareció, vuelve a verme para decirme:
—A veces me recuerdas a Ana, una vieja amiga. Siempre tan lista...pero tan despistada.
Luego de esto Kathy desaparece y vuelvo a quedarme en mi tan acogedora soledad.
Ana. ¿Qué Ana? Hasta el momento solo conozco a una tan sola Ana... pero no creo que sea la misma a la que Kathy se refiere... al final, la Ana a la que me refiero se quedó con una parte importante de mi, y no me arrepiento realmente de que lo haya hecho, pero esa es otra historia que posiblemente les cuente en algún momento... solo posiblemente.
Ave ha cambiado de dueño; hace días que lo hizo, había olvidado comentarles al respecto, pero como dije, solo posiblemente les cuente esa historia.
El día de ayer visité a Darien. Ya hacia un buen rato que no la veía, y realmente me alegró hacerle otra visita. Estuvimos charlando por un largo rato y me comento cosas acerca del señor Hamilton. Según me dijo, el señor Hamilton le ha pedido que fabrique más mermeladas para él y que le pagará por cada jarrón producido. Tal parece que se asociaron para poder venderlas en el WalMart de la ciudad. Si mal no recuerdo, el señor Hamilton es bien amigo del administrador del supermercado y pues viendo esto y las facilidades que puede darle a Darien, se han decidido repartir las ganancias 80% para Darien y 20% para el señor Hamilton. Él se encargará de la publicidad de las mermeladas.
Espero y le vaya bastante bien a Darien con sus mermeladas. Son bastante buenas, así que creo que no tendrá muchos problemas en venderlas. Carol por su parte se muestra bien emocionada por ayudarle a su madre en la elaboración de dichas mermeladas, es ella quien recolecta la mayoría de la fruta, así que se mira bien involucrada en el proceso.
Otra vez sopla la misma brisa fría, y se siente tan bien. Revuelve mi cabello que hasta estas fechas ha crecido bastante, cubriendo mis orejas y si no lo acomodo bien, cubre parte de mi frente. Debo de recortarlo ya un poco, aunque tenerlo de esta manera tampoco me hace ver tan mal, considerando también su color.; castaño, un castaño bastante oscuro. Jennel me dijo que le gustaba y que debería de dejarlo así como está, incluso Cori me lo ha dicho. Según él, el que tenga mi cabello siempre así de largo lo hace una característica distintiva de mí. Algo así como mi marca personal. Pero como dije, no es que mi cabello esté tan largo, solo lo suficiente para cubrir mis orejas y detenerse unos centímetros antes de llegar hasta mis hombros.
Escucho unas pisadas acercase y volteo a ver instintivamente a mi costado; André ha venido a visitarme al techo también. Trae consigo dos gaseosas y una enorme bolsa de papas fritas. Se deja caer a mi lado y exhala.
—Pero que vida esta—dice sonriente.
—Vengo aquí cada octubre—comento sin dejar de mirar, mientras sigo recostado, a las nubes pasar lentas y perezosas.
—¿Por qué solo los octubres?
—En verano el calor es tan insoportable que puedo morir frito, y pues en invierno me haría una paleta, de esas que venden en la heladería.
André suelta una carcajada y, tal y como Kathy hizo, se deja caer a mi lado, recostando su cabeza sobre sus manos.
—Vaya que suerte la tuya—musita con desdén—. Tienes un lindo lugar en donde venir a pasarte el rato.
—Tú de qué te quejas. Tienes a Nueva York y un sin fin de lugares para visitar.
—Si, claro—rezonga con ironía—. Pero en ninguno de esos lugares se me permite subir al techo a ver las nubes pasar en este silencio tan antojable. Allí todo es ruidos y humo y más ruido.
—Deberías de venir a visitarme mas a menudo—le sugiero—. Y deberías de traerte a Lucas, que sin él pareces un zombi.
André sonríe al escuchar ese nombre y luego de una pequeña carcajada, resopla con cierto tono de decepción.
—Si, debería de venir más a menudo, y si, posiblemente la próxima vez Lucas venga conmigo.
—¿Te hace falta?
Él voltea a verme, y sin inmutarse en su ensimismada expresión de nostalgia me responde con una exhalante voz.
—Mas de lo que te imaginas.
André se sienta y coge las sodas, me pasa una y luego se dispone a abrir la enorme bolsa de papas fritas que ha traído consigo. "Clic, Bizzz" Suenan las latas de gaseosa al abrirlas.
—Siento haber hecho que vinieras, André.
—¿De qué estás hablando?
—Ha sido por causa mía que estás acá. De no ser por mí, estarías con Lucas en estos momentos.
—No seas tonto—me reclama comiendo una papa frita—. Estoy aquí porque quiero, y si es por ti, igual es porque yo quiero que sea por ti. Lucas comprende esto. Además, no es tu culpa que ese bastardo de Leny...
—Liam—le corrijo.
—Me vale un pepino como se llame. El punto es que la culpa la tiene ese mal nacido por haberte hecho pasar un mal rato.
Puedo notar cierta mueca de disgusto en el rostro de André que siempre suele estar bastante sereno y fresco. Su actitud raras veces es alterada por algún suceso, pero supongo que todo es según las circunstancias y sus implicados. “Por las personas a las que amo, posiblemente mataría” me dijo una vez mientras cenábamos solo los dos. “Y más posiblemente por esos motivos, no me arrepentiría luego
André tiene bien en claro las cosas que quiere para si mismo, y esa es una de las tantas razones por las cuales le tengo una admiración bastante grande. Siempre suele darme consejos de la manera mas simple, para problemas tan complejos, y terminan funcionando. A pesar de ser unos pocos años mayor que mí, pareciera que en su mentalidad es de esos ancianos que han vivido lo suficiente para decir que el mundo es algo cruel. Aunque para esto último no es necesario vivir demasiado, simplemente se necesita sentir lo suficiente. Aun así, André logra muchas cosas que, a mi parecer, son dignas de imitar. Es aquí donde cabe recalcar que hay personas en esta vida que aun piensan... pero se están extinguiendo.
—Sabes...—murmura él, rompiendo un corto silencio que me ha servido solo para reflexionar—. Dentro de una semana, más o menos, tendré que regresar a Nueva York.
—¡Tan pronto!—me levanto exaltado—. Pero...si...pero...
—Es que ya ha pasado al menos un mes desde que estoy acá, tal vez más. La universidad pronto comenzará.
—Ya veo—le digo con cierto decaimiento—.
—Vamos, no es para que te pongas mal.
—Estarás un tanto lejos, André, creo que me harás falta.
—¿Crees?
—Bien, bien. Me has descubierto. Si, me harás falta.
André sonríe y me pasa su brazo por la espalda, acomodándola en mi otro hombro a modo de abrazo. Toma mi mejilla y la hala hacia un costado, provocando que haga una mueca un tanto graciosa.
—Vendré para navidad, tontito—me alienta con esa misma sonrisa—. No creas que me la pasaré allá en Nueva York aburrido. Haré que Lucas también venga conmigo.
—Si no lo haces, te iré a traer cogido por el trasero yo mismo—le bromeo, dándole un golpe amistoso en el brazo.
—A mi nadie me coge por el trasero—me rezonga.
—Solo Lucas.
—Si, o se lo cojo yo a él.
—¿Qué?
—Ya que importa—advierte encogiéndose de hombros—. La cosa es que te vendré a visitar pronto. Tú solo espera—me dice, revolviéndome el cabello mientras se pone de pie—. Por cierto, tan pronto sigas así, pescaras un resfriado. Solo mírate, aquí descalzo y con ese pantalón recogido hasta las rodillas. Si que eres un descuidado.
Dicho esto, se retira por el mismo lugar por donde vino. ¿A caso se habrá puesto de acuerdo con Kathy para decirme que pescaré un resfriado? Sea como sea, tal vez tengan razón y si me enferme. La temperatura ha comenzado a bajar ya. Miro la hora en mi reloj; las cinco de la tarde, y las nubes siguen pasando lentas y perezosas, pero, el sol ha comenzado a transmutar el cielo en colores que anuncian que la noche se acerca.
Así que André… regresará a Nueva York. Será bastante extraño no tenerlo cerca, pero eso no significa que algo vaya a cambiar entre él y yo. Sin embargo, algo aquí si va a cambiar…quedará un espacio vacío. Esto me recuerda a la vez en la que con Cori y Karla fuimos a Nueva York a hacer unas cosas. Fue hace no mucho. Un par de meses tal vez. Íbamos, se suponía, a hacer un examen de prueba en la “Columbia University in the City of New York” La misma universidad en la que estudia André. Era una prueba piloto de ingreso, que solo fuimos a hacer por sugerencia del director y no por cuestiones propias de ingreso. Aun no conozco los resultados de esas pruebas, pero dijeron que basándose en los resultados era posible que al querer hacer la prueba de ingreso no fuera necesario que nos evaluaran. En fin, con los chicos acordamos ir si lo hacíamos mas por ir a pasear que por otra cosa. Le dejé bien en claro al director de Longmont Sunset que aun no tenía en claro qué quería estudiar ni tampoco me apresuraría por una prueba a escoger algo que luego no me gustaría. “Es solo una prueba que no repercutirá en tus estudios universitarios”—me dijo—“Míralo algo así como una prueba que te dará una idea mas o menos de cómo será la verdadera prueba de la universidad”. Dicho esto. No tuve inconvenientes en ir, y, pues, considerando que Cori y Karla me acompañarían, accedí. Una vez en Nueva York, nos quedamos en la casa en la que vivía antes. Esa misma casa en la que había pasado tantos momentos buenos como amargos, pero que curiosamente ahora solo figuraban vacíamente en mi cabeza. Fue en esos dos días—los días que nos quedamos para la evaluación—que comprendí cuan extraña se puede sentir una persona al regresar al punto del que partió para una nueva etapa de su vida. Así por lo menos lo vi yo. Mudarnos aquí, a Longmont, marcó un nuevo inicio, y le dio final a una vida en Nueva York, una vida que en esos días, era tan vacía. Es, seguramente, ese mismo vacío el que André dejará, aunque solo sea por cuestiones de distancia, pero seguirá siendo un vacío.
—¡Sasha!—grita mi padre, llamándome desde la entrada de la casa.
Me pongo de pie y me muevo habilidosamente por el techo hasta asomar mi cabeza por el borde y poder verle. Ahí está, parado justo frente a la cochera, con un balón en su mano.
—¿Jugamos Basquetbol?—me pregunta mientras maniobra con la pelota en sus manos.
—Bien, ahora bajo—grito, mientras me pongo de pie.
Paso a mi habitación y me pongo mis zapatos Converse, sin necesidad de calcetines. Como me siento cómodo tal y como ando, prefiero dejarme el pantalón arrollado hasta las rodillas y no me cambio la camiseta blanca que llevo puesta, así que una vez me preparo, bajo a donde mi padre.
Es bastante extraño la verdad hacer este tipo de cosas con él. Son tan escasos los momentos que comparto con mi padre, que los pocos que he pasado con él me dejan un sabor un tanto dudoso en mi conciencia. Posiblemente sea su tan común ausencia lo que me haga sentir de esa manera, no lo sé.
Mi padre me pasa el balón y comenzamos a jugar. Un paso por acá, una vuelta para evadir a mi padre, un rebote y “Slap” Encesto el balón y anoto un punto para mi.
Mi padre coge el balón y comienza a botarlo y hace movimientos para evadir mi defensiva. “Splat, Splat, Splat” Rebota el balón tres veces y en un intento de enceste logro impedir su anotación.
—¡Diablos!—rezonga—. Te estas volviendo bueno en esto.
—Tú estas envejeciendo, papá—le digo a modo de broma.
—¿A sí? ¡Ya veras!—exclama, negándose a aceptar la inminente verdad.
Otra vez coge el balón e intenta sobre pasarme, lográndolo por mi costado izquierdo, pero en un movimiento que quien sabe como carajos lo he hecho, le logro quitar el balón justo antes de que este entre en el aro de enceste. Hago rebotar tres veces el balón y en un salto sin forzarme, logro encestar otro punto para mí.
—Lo vez—le digo riendo—. La edad te está pasando cuenta.
—Deja de decirme viejo, que me lo terminaré creyendo—advierte el soltando una carcajada—. Mira que aun soy todo un galán. Y mírate a ti, has salido a tu padre.
—Ya, venga, no es cierto…—le digo sonrojado.
Mi padre, como siempre él, haciendo alarde de sus dotes de buen parecer. La verdad es que mi padre siempre ha tenido buen porte, pero mi madre suele molestarlo diciéndole lo contrario. “Eres un tanto feo Robín, no sé como me enamoré de ti”—le suele decir, acompañando estas palabras con carcajadas. Mi padre no se inmuta en lo mas mínimo pero siempre suele contratacar a mi madre con otra broma del mismo calibre—. “Feo o no, así me amas—le refunfuña­—Te gustan los feos Victoria, que mal gusto el tuyo” Siempre son las típicas bromas entre ellos que al final terminan sonsacándome una que otra risa. Ellos al parecer se divierten haciéndolo… por mi parte, me divierto mirándolos.
—Y… ¿Qué tal van las cosas en el instituto?—me pregunta mi padre que no deja de botar el balón en el suelo.
—Bastante bien, no me quejo—le digo encogiéndome de hombros.
—Kathy me ha comentado que tienen compañeros alemanes—me dice tirando el balón que esta vez no alcanzo a detener. Un punto a su favor.
—Si. Nixon y Jennel. Son buenos chicos—le digo cogiendo la pelota.
—Que me alegra—advierte, adoptando una posición defensiva—. Y ¿Qué tal las cosas con las chicas? ¿Alguna interesada?
Esta pregunta por parte de mi padre me toma desprevenido, haciéndome vacilar por unos momentos, provocando que pierda el control del balón y lo tome mi padre.
—No lo sé. No creo que haya alguna.
—Vamos, pero si con ese porte que tienes estas hecho todo un galán.
—Pues no creo que las chicas lo vean así papá.
—Kathy es una linda chica.
—¿Insinúas que debería intentarlo con ella?—inquiero sorprendido.
—Solo estoy diciendo que deberías de considerarlo.
—Ya, ya. No es como si fuese una bestia come chicas—le rezongo—. Sabes bien que no puedo querer a alguien así por así.
Mi padre salta, e intenta encestar nuevamente, pero esta vez logro atajarle su jugada y me reincorporo nuevamente con el balón.
—Eres igual que tu madre—me dice, con cierto tono de satisfacción—. Eres un buen chico, Sasha. Muy envidiable a mi parecer.
—Tal vez… o tal vez no—musito con cierta indiferencia—. La posibilidad de serlo tal vez descanse en que tengo a Karla y a Cori… lejos de eso, no tengo nada mas que me puedan envidiar.
Un salto, luego de tres rebotes, y otro enceste. Tres puntos a mi favor. Luego de un rato de seguir jugando, decidimos detenernos a descansar por unos momentos, sentados en la acera frente a la casa, dando enormes tragos a una limonada que Tránsito nos ha preparado. Ya son cerca de las seis con treinta. Ya hace frío…y nosotros aquí, en este oscuro pero tenuemente naranja y purpura atardecer. Creo que comienzan a bajarme los mocos... me dará un resfriado.
Estornudo.
—Eres un atolondrado—me reta papá—. Has pasado toda la tarde descalzo en el techo con este frío.
—Valió la pena. Fue una linda tarde.
Doy aceleradamente tragos al vaso con limonada y me la acabo de un solo tirón. Estaba deliciosa.
—Por cierto, Sasha. ¿Qué tal han seguido las cosas con Cori?—me pregunta con serenidad, mirando hacia el cielo.
—No lo sé. No he hablado con él respecto a lo de la Leucemia. Desconozco bastante que le han dicho los doctores, pero según él, mejora. Aun así, siento que miente.
—Ya veo. Espero y mejore.
—Yo eso espero… eso quiero que suceda.
Vuelvo mi mirada hacia el cielo y puedo notar como las estrellas han comenzado a aparecer de apoco, una a una, titilando en ese basto cielo que comienza a tornarse negro y da paso a la noche que con lentitud hace presencia.
—Yo no hablaba de la Leucemia de él, Sasha—musita mi padre—. Me refiero… me refiero a lo que sucede entre Cori y tú…
Es en momentos como este, es con preguntas tan repentinas como esta, es así como muchas vece…han logrado desencajarme de mi propia burbuja de razón. Y mi padre acaba de lograrlo. ¿Cómo… como es qué él sabe esto? ¿Cómo es que se ha dado cuenta de lo que sucede entre Cori y yo? ¿Habré escuchado mal? ¿Qué debería de hacer en estos momentos? ¿Qué debería de decirle?
Tantas preguntas invaden mi cabeza y provocan destrozos en mi débil conciencia haciéndome dudar sobre si debería responderle o no. Pero en mi acelerada incertidumbre por inercia me pongo de pie y a punto de dar un paso para alejarme y evadir el asunto mí padre me coge por la mano y me retiene. Todo sin esfuerzo alguno ni con brusquedad. Simplemente, me detiene, y yo… yo no sé que hacer.
—Lo siento, yo… posiblemente no debería de haber sacado el tema— Se disculpa él apresuradamente—. No trataba de incomodarte…
¿Qué debería de hacer? Esto es tan… tan repentino. No esperaba que lo supieran tan pronto. ¿Qué pensará mi padre de mi o de Cori ahora que lo sabe? ¿Qué pensará mamá? ¿Será por esto que se les nota un tanto distintos? Mi corazón late aceleradamente, tanto, que mi pecho duele y las manos me tiemblan un poco.
Ensimismado en mi silencio y sin saber que más hacer, me siento a su lado, desviando mi mirada hacia mi costado, sin saber que decirle ni saber que explicación poder darle. No es tan sencillo. No esperaba que se dieran cuenta así, de esta manera que no fuera por mí. ¿Quién lo habrá hecho? ¿Kathy? ¿André? Imposible, ellos no serían capaces.
—Perdóname, Sasha. No pretendía hacer que esto sucediera.
No es su culpa, no tiene que serlo. Más bien, el culpable soy yo, por no haber hablado cuando debía respecto a esto. No sé que decirle. No sé como explicarle, pero es que este silencio me parece tan seguro, que siento que si abro mi boca para decir algo entonces puede que arruine las cosas y mal entienda lo que sucede.
—Sabes—me dice, poniéndome una mano en la espalda—. Como padre, a veces siento que fallo más de lo que debería. Y tú más que nadie, es quien siente las consecuencias de mis errores.
¿Qué es esto? ¿A caso una conversación de padre a hijo que debimos de haber tenido hace mucho tiempo, pero que a causa de su inminente y tangible ausencia nunca se dio? No creo que sea el momento indicado… no, posiblemente las circunstancias nunca serán las indicadas.
—Aun así—continúa él con tono y gesto sereno—tu no te quejas, y eso solo me hace sentir mas culpable. Mi ausencia, y la ausencia de tu madre sé que tienen algún efecto sobre ti, sobre tu vida y sobre cualquier cosa que hagas. Posiblemente ya sea demasiado tarde para querer recuperar el tiempo que nunca tuvimos, pero al menos, por una vez en mi vida, quiero hacer algo correcto contigo.
—Papá, esto no tiene nada que ver contigo—le digo, rompiendo finalmente mi mutismo ante la situación—Yo…
—No Sasha, no es cuestión de que tenga que ver o no conmigo. Soy tu padre, y debería de actuar como tal. Pero he evadido por tanto tiempo mi responsabilidad, tal vez no porque así lo quiera, pero está incluso en mis manos escoger lo que quiero o no quiero hacer.
—Es tú trabajo, papá, y lo comprendo.
—Si, pero son mis decisiones, y de alguna u otra manera, lo que yo haga o no haga repercute en tu vida.
Le doy razón a estas últimas palabras de mi padre. No puedo contradecírselo, no puedo decirle que está mal, porque aunque quisiera excusarlo para que no se sintiera así, solo estaría mintiendo. Es cruel aceptarlo, tal vez egoísta de mi parte, pero si, tienen culpa de muchas cosas acerca de mi que no podrán negar.
—Si, son tus decisiones, y eres culpable de muchas cosas que pudieron no haber pasado si hubiesen estado ahí cuando los necesité—musito secamente—. Aun así… también tiene que ver conmigo, porque no toda esa culpa es tuya o de mamá.
Mi padre vuelve a verme, con sorpresa y sin ninguna expresión de enojo por mis palabras. Me sonríe.
—Hace unas semanas…—retoma el la conversación—…Justo dos días antes de irnos nuevamente para el extranjero, luego del festival de deportes, Cori salió a correr conmigo por la mañana. Llegamos justamente al riachuelo que está pasando la escuela, y nos detuvimos en el puente a descansar un momento. El día anterior llamó y me dijo que necesitaba hablar unas cosas conmigo. La verdad es que he subestimado todo este tiempo a ese chico. No es que lo considerara una mala persona, pero mis expectativas en cuanto a él han sido sobrepasadas con creces. Mientras descansábamos, Cori se tomó su tiempo para comentarme acerca de lo que había sucedido últimamente. Me contó que te había causado muchos problemas el día en el que preparaban el salón para sus actividades. Su sinceridad respecto al asunto me sorprendió la verdad, pues no esperaba que alguien llegase a ser tan entero en sus palabras sin guardarse nada. Me contó lo que sucedió, lo del beso y muchas cosas por las que pasaron para solucionarlo. Al principio, no podré negarlo, pensé que Cori estaba contándome algo que no encajaba en un chico normal, pero según avanzaba en sus palabras, pude darme cuenta la situación en la que tuvo que verse envuelto al hacer lo que hizo. Me dijo de la manera más firme y sin vacilar, siendo honesto y serio, pero sin llegar a ser pedante, lo que sentía por ti. La manera en la que lo explicó fue tan simple…pero a la vez compleja. Me comentó cuan difícil fue dar un paso, un paso que según él, era a tientas en la oscuridad, porque al igual que todo aquel que se llega a enamorar, tiene miedo de cometer un error y echarlo todo por la borda. “No pretendo ser una carga para Sasha, Robín”—me dijo bastante claro—“Pero tampoco puedo cambiar lo que siento por miedo a los prejuicios ajenos a los míos” Fue hasta entonces cuando comprendí realmente a lo que se refería, y lo comprendí también, a él, a sus acciones y a su manera de ver las cosas. Me dijo claramente que no te lo preguntara. Me hizo prometerlo mas bien, de esas promesas de hombres que no puedes romper. Me dejo bien en claro lo que sentía por ti, y al final, me confesó que tú habías decidido intentarlo. “No pido que cambies tu manera de concebir las cosas, pero necesito que comprendas las cosas que me suceden con Sasha”—agregó. Y él tenía razón. Fue tan simple entenderte, entenderlo, y entender cosas sobre tu vida a las que estaba siendo ajeno por mi misma culpa.
—Puedes… puedes pensar lo que quieras de mí—mascullo—. Al final, tengo mas que en claro las razones del por qué está sucediendo esto con Cori.
—Créeme que no pensamos tan distinto—continua él con tono solemne—. Comprendí, por como me dijo Cori, que esto va mas allá de lo que cualquiera pueda ver, va mas allá de la simple atracción física y natural que se pueda concebir. No estoy molesto contigo, Sasha, tampoco te estoy reclamando nada. Solo quería dejarte en claro que apoyo cualquier cosa que hagas. Tampoco creo que seas Gay, por si te lo preguntas, ni mucho menos creo que Cori lo sea, aunque muchos puedan verlo de esa manera. Pero eres mi hijo, y te conozco, y conozco aunque no lo creas tu manera de pensar y de sentir. Es por ello, es por esa manera en la que eres, por esa concepción tan integra de lo que te rodea que tú tienes, por ese apego y protección que le das a lo que amas, por eso y más, es que me haces sentir orgulloso de ti. Como padre, me siento orgulloso de mi hijo.
Las palabras de papá hacen eco en mi conciencia, revolviendo cosas que no debería de tocarse. Sentimientos que creí haber enterrado hace mucho y que se suponía no debía de volver, ahora comienzan a aflorar, y lo hacen sin detenerse a pensar en las consecuencias. Tengo ganas de llorar, tengo deseos de desahogar esta opresión en mi pecho. No se si me siento feliz, no sé si estoy triste, pero necesito desahogarme. En un impulso inevitable, abrazo a mi padre, mientras el con un gesto paternal que pocas veces he podido percibir, me envuelve entre sus brazos fuertes y me aprieta contra su pecho, mientras acomoda su mentón en mi cabeza y me murmura que me ama, que soy lo mas valioso que tengo en su vida, que mi madre también siente el mismo orgullo, que ambos son felices si yo soy feliz.
Esto es antinatural. Para mí, va contra las propias ideas que forme acerca de una vida familiar. Ahora me veo derrotado por las simples palabras de mi padre y logro comprender que he estado siendo un tanto egoísta con ellos al no detenerme a pensar como mis padres se podían sentir al respecto. Por primera vez, desde que puedo recordar, siento el amor de un verdadero padre que con recelo dice sentirse orgulloso de un hijo que no hace más que reclamarle al mundo por su mísera existencia. Creo que me falta mucho por aprender, me falta mucho por madurar, y sobre todo… me falta mucho por sentir.
Nos quedamos en esa misma posición, con mi padre abrazándome, y yo, sintiendo el afecto que siempre necesite de él, todo por un largo rato. Ese afecto paternal tan ajeno a mí, que ahora penetra cada poro de mi conciencia. Es…perfecto.
Mi móvil vibra, y vacilante, con temor a desquebrajar el momento, lo saco de mi bolsillo. Es Karla.
—Contesta—me dice mi padre—. Seguro es algo importante.
Me pie, doy unos cuantos pasos y me alejo un tanto para responder la llamada.
—¿¡Sasha!?—exclama ella exaltada.
—¿Si? ¿Qué sucede?
—Ven pronto—me dice sollozando—Cori… Cori ha empeorado. Estamos en el hospital.
Miércoles 27 de Octubre de 2012

        Pienso, a veces, que no comprendo como es que la vida avanza por sobre todos, sin detenerse a pensar seriamente en las consecuencias. Mientras, yo, cada paso que doy trato de calcularlo para no dañar a nadie. Pero tal vez ese punto que no comprenda radica en que la vida es tan impredecible, y que lejos de ser como cualquier otra cosa, no podemos controlarla. Es por esto que posiblemente soy lo que soy, porque de la misma manera en que la vida pasa por los demás, de la misma manera, sin reparos ni remordimientos, lo hace sobre mí, moldeándome a su antojo, con sus giros tan inesperados y sus amargos retazos de vivencias.
Sin embargo, lejos de lo que la vida pueda hacer sobre mi, puedo decir que soy feliz porque tengo conmigo aquello que me hace sentir así… pero es ahí cuando la vida me recuerda que es ella la que se sobrepone por sobre todas las cosas y que de un momento a otro, me puede arrebatar eso.
Esto es todo lo que soy… y ruego, más bien imploro, que lo que soy ahora, sea suficiente para afrontar cualquier dificultad, por mas dolorosa que sea.
Sasha.
       PD: Cori ha empeorado… y yo, yo soy débil, un inútil que no puede hacer mucho para mejorarlo.

Ending:







tercera firma frank

Autor: Luis F. López Silva
Todos los derechos reservados ©

No hay comentarios:

Ratings and Recommendations by outbrain